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La avena bajo riego potencia el ciclo completo en Quines

Flavio Ibarra es un esforzado productor que hace cría, recría y engorde a corral en 1.300 hectáreas, la mayoría de monte. Produce animales de 400 kilos que vende en la zona.

Por Roberto Vinuesa
| 20 de agosto de 2023
En su establecimiento "Don Francisco" de Quines, Flavio Ibarra logró cerrar el círculo productivo y comercial incorporando la pastura en la cría.

Con la incorporación de avena bajo riego como pastura en la etapa de recría, Flavio Ibarra le encontró la vuelta al sistema para hacer ganadería de ciclo completo y engorde a corral. Entre la superficie propia y la que alquila, suman 1.300 hectáreas de monte, donde produce con 200 vacas angus y hereford, y la recría la desarrolla en casi doce hectáreas cerca de Quines donde cultiva el cereal bajo riego, que se incorpora al esquema ganadero. Termina los animales encerrados y los vende con 400 kilos en la misma zona.

 

En los corrales de engorde, a los animales se los saca a comer dos horas al día en un lote con avena dividido en parcelas con boyero eléctrico. La idea de probar este cultivo surgió cuando tenía que decidir qué ponía en el suelo para hacer una rotación, en un lote donde la alfalfa había cumplido su ciclo de cinco años.

 

“Me gustaron mucho los resultados por lo que destiné la misma superficie para la avena, mientras evalúa la posibilidad de hacer maíz en el verano para picar la planta entera, decisión que depende de si consigo un contratista”, le dijo el productor a la revista El Campo durante un recorrido por el vistoso y generoso lote en el que pastaban los animales en excelente estado corporal.

 

Pero si no llega al maíz, adelantó quesembrará moha, un alimento energético que aporta principalmente fibra, un componente que contribuye a estabilizar las fermentaciones ruminales,  un factor considerado imprescindible para las dietas ricas en granos o cuando se pastorean forrajes muy tiernos y acuosos, como en el caso de la avena.

 

 Los animales son terminados a corral y salen con un peso de 400 kilos.

 

También produce alfalfa para rollo en otro campo alquilado, que lo proporciona en los corrales de engorde, ubicados bajo una añosa arboleda de eucaliptos y con sólidos comederos de cemento.

 

Ibarra trabaja con angus colorado y hereford, y pone algún “chorrito” de braford. Tiene 200 madres que permanecen en el campo de monte y utiliza toros propios comprados en reconocidas cabañas.

 

Los animales terminados salen con 380 a 400 kilos y los comercializa en la zona: “Por ahí lo que nos cuesta es conseguir grano, especialmente maíz; las grandes firmas de la zona no venden porque lo cultivan bajo contrato con otras empresas; generalmente consigo algunos chasis de un productor de La Costa”.

 

“Con la sanidad nos va muy bien, porque el norte es bastante sano, aunque esporádicamente cuando el calor llega a los 45-47 grados  tenemos problemas de conjuntivitis, especialmente con los hereford”, explicó y añadió que la temperatura aumenta cada año.

 

“Me he criado en el campo. Hace varios años te ponías un sombrero y una camisa grafa y andabas toda la siesta; hoy si hacés lo mismo, al día siguiente sentís como si te hubieran pegado una paliza por los efectos del intenso calor”, expresó.

 

Hasta el 2000, la avena formaba parte del forraje ganadero en gran parte de la zona de influencia de Quines, pero con el tiempo se perdió ese hábito. Ibarra la trajo de vuelta y obtuvo resultados concretos, pero no abandona su insistencia por alquilar más campos y hacer alfalfa para  asegurarse rollos, el alimento que reserva para los meses críticos.

 

Con 200 madres en campo de monte, en el establecimiento Don Francisco tienen una preñez del 80%.

Para combatir las malezas en la alfalfa que tiene actualmente, le hace un corte, la riega y cuando aparecen les hace una aplicación de herbicidas específicos.

 

A la avena, en cambio, la siembra con grandes densidades de tal forma que le gana fácilmente a la maleza. En la zona la utilizan generalmente para generar cobertura o para “limpiar” lotes, indicó.

 

Ibarra contó que obtiene la semilla de avena gracias a un proveedor que viene desde Bahía Blanca para abastecer a los “burreros” de la zona: “A veces se vuelve cargado con leña con la que le pago las bolsas”.

 

El establecimiento está bien equipado, con silos, chimango, tractor, sembradora y otras herramientas que complementan el trabajo agrícola y la logística del engorde a corral.

 

Incluso, al estar próximo a Quines, cuenta con señal de internet y hasta una cámara que vigila los corrales y la reserva de alimento.

 

 La recría pasa dos horas al día en las parcelas de avena bajo riego, separadas por tamaño y con el uso de boyeros.

 

“Todo esto me costó un montón, ya que comencé sin nada”, recordó el productor, que tiene una hija de 19 años que estudia radiología, pero que comparte la pasión de su padre por el campo; lo contrario ocurre con su hermano Mauricio, que aún transita la escuela secundaria. “Hace dos días estuvimos castrando y Milagros vino para ayudar a abrir tranqueras y otras tareas”, recordó.

 

El ganadero se quejó del atraso que venía manteniendo la hacienda respecto de la inflación, aunque celebró que haya comenzado a recuperarse, lo que le permite enfrentar de algún modo el alto costo del gasoil, cubiertas, servicio veterinario, y medicamentos, por ejemplo.

 

“Siempre tenemos la esperanza de que el negocio mejore, porque más allá de la rentabilidad que se logre, esta actividad es una pasión; acá no hay cansancio ni estrés, todo lo hacemos con ganas”, dijo.

 

Ibarra recordó, que originariamente en el campo Don Francisco trabajaron sus padres hasta que falleció su papá. En ese momento la madre se mudó a Quines, dejando como encargado a un hombre de confianza.

 

“Cuando me hice cargo del establecimiento, me di cuenta de que funciona prácticamente solo; está equipado con bebederos con flotantes y cámaras de seguridad; lo visitamos cada dos o tres días; lo tengo muy ordenado”, contó el productor.

 

Separado en diferentes parcelas, el cultivo de avena luce toda la producción de terneros de los últimos destetes, separados por tamaño. “Acá no hay domingos ni feriados; para hacer un manejo eficiente hay que ponerle muchas horas y te tiene que gustar; cuesta conseguir mano de obra cuando las vacas están pariendo”, indicó y aseguró que en la dieta de los animales usa un concentrado proteico, aunque no en las cantidades ideales por una cuestión de costos: “Como hago un destete chico, que alcanza un promedio del 80%, las vacas están en buen estado”.

 

 Flavio Ibarra recorre diariamente los lotes con hacienda para evaluar su estado y el cambio oportuno de los boyeros.

 

El ganadero dijo que para reponer vientres, selecciona las mejores terneras, al mismo tiempo comenzó a sumar vacas con genética de cabaña para lograr animales bien carniceros: “Cuando tenés buena calidad de animales, se nota en el rendimiento al gancho; además, con terneros encerrados de buena y mala calidad el resultado es que consumen lo mismo, pero lo que convierten es totalmente distinto”.

 

Ibarra tampoco retacea genética en los toros. Tiene doce machos de variadas cabañas, entre las que se destacan La Paz, de Wertein; La Euge, de Chiotti, y de El Retiro en Mendoza, de Alfredo Vila, donde también compró vaquillonas. Hace pocos días adquirió varias terneras de la estancia La Cautana, cerca de Quines, donde también desarrollan genética destacada.

 

Para el ganadero, “es un gusto mostrar lo que uno hace en un lugar tan difícil y tan pequeño, como son doce hectáreas con avenas bajo riego, otro productor lo consideraría imposible”.

 

 

El valor de la avena

 

Las potencialidades de cultivares de avena de ciclo corto como opción para cubrir el bache invernal, cuando disminuye el pastizal natural en el norte de la provincia, le viene dando buenos resultados al productor ganadero.

 

La incorporación del cereal permite aumentar la disponibilidad de pasto de calidad y lograr ganancias de peso de 500 gramos por día en sistemas de recría con suplementación y de un kilo diario en rodeos de terminación.

 

Basado en la incorporación de avenas combinadas con otras técnicas como manejo del pastizal natural, suplementación, entre otras, los trabajos demuestran una buena productividad del sistema ganadero en escenarios que triplican la carga animal por hectárea utilizada en la zona.

 

Las avenas cubren el bache invernal, debido a que la mayoría de pastizales y pasturas son gramíneas y las condiciones agroecológicas locales hacen que haya muy poca disponibilidad de pasto en los meses de invierno.

 

Ibarra tiene claro que se debe tener en cuenta que los verdeos no son un alimento balanceado y que la mejor forma de aprovecharlos es a través del uso con otros alimentos, pastoreos por hora y combinaciones con pastos diferidos con más materia seca y menor calidad.

 

En solo once hectáreas con avena bajo riego hacemos la recría de 160 terneros, con resultados muy satisfactorios (Flavio Ibarra, propietario del establecimiento Don Francisco, de Quines)

La recría de terneros de producción propia es considerada una interesante alternativa para complementar los rodeos de cría.

 

La avena para forraje tiene un ciclo de corte de noventa días, su rusticidad se traduce en no ser exigente en suelo, es tolerante a la sequía y resistente a fuertes heladas.

 

Conocida por su capacidad para adaptarse a diferentes suelos, este cereal es un recurso que sirve para cubrir la escasez de pasto entre mayo y noviembre.

 

 En la Argentina, alrededor del 78% de la superficie destinada a verdeos de invierno corresponde a avena. Este tipo de producción está concentrada principalmente en Buenos Aires, Córdoba y La Pampa, y es uno de los cultivos forrajeros invernales de mayor difusión, además se destaca por la elevada producción de materia seca por hectárea, durante los meses más fríos del año.

 

Por su plasticidad para adaptarse al pastoreo directo, doble propósito, a la confección de silaje y rollos o solo incorporarla en un esquema como cultivo de cobertura, la avena es considerada el verdeo de invierno más importante del país.

 

Además, el cereal de invierno se destaca por la capacidad de producir forraje durante un período de tiempo prolongado. A diferencia de otros cultivos destinados a la alimentación animal, con un buen manejo, la avena brinda alimento de manera estable y de buena calidad nutricional desde mayo hasta noviembre.

 

 Ibarra es asistido por un ayudante y la mirada del técnico del INTA Quines, Héctor Andrada.

 

A pesar de los múltiples atributos que posee, el INTA advierte que su principal enemigo es la roya de la hoja. Si bien es una enfermedad poco común, en las últimas campañas cobró relevancia nacional debido a la combinación de condiciones ambientales favorables para la dispersión del hongo y al uso de cultivares susceptibles, aunque no hay antecedentes importantes de este problema en San Luis.

 

En los sistemas ganaderos de la región pampeana y extrapampeana argentina los principales recursos forrajeros se constituyen por pastizales naturales y pasturas cultivadas.

 

Sin embargo, esos recursos no presentan una distribución homogénea de la oferta forrajera a lo largo del año, sino que existe una disminución en el período invernal.

 

Disponer de alimento suficiente y de buena calidad a lo largo de todo el año es uno de los pilares fundamentales de la producción ganadera, coinciden los especialistas.

 

Los verdeos de invierno son un importante recurso forrajero de alta calidad, utilizados en el período invernal cuando las pasturas perennes disminuyen su producción y calidad.

 

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