El economista Tomás Bulat inmortalizó una frase: “Cuando se nace pobre, estudiar es el mayor acto de rebeldía contra el sistema” y para Romina Centeno estudiar es su motor, su pasión y un constante descubrir.
Nació en Pomán, Catamarca, donde vivió una infancia feliz, pero con carencias, junto a sus 9 hermanos. Durante sus estudios siempre estuvo entre las alumnas más destacadas. Cuando egresó intentó continuar una carrera universitaria, pero sus posibilidades eran pocas, optó por trabajar, pero no renunció a ese sueño.
A los 24, ya con dos hijas y su marido, Damián, decidió jugarse por un cambio y venir a vivir a San Luis. “Mucho tuvo que ver en mi viaje un video que vi. Era un momento en el que mi marido estaba sin trabajo, yo intentaba estudiar el profesorado de primaria, pero no podía seguir porque no tenía recursos y ya tenía a mis dos hijas. La publicidad del gobierno decía que San Luis era un lugar de oportunidades donde se podía progresar y trabajar, entonces convencí a mi marido, cargamos a las nenas, unos trapitos y a los perros y nos vinimos”.
Los primeros años en la provincia pasaron con estabilidad, su marido trabajaba y ella se hacía cargo de la casa y de sus hijas, muy pequeñas, mientras mantenía viva su idea de estudiar.
En 2015 hizo un curso de Administrativa contable, se graduó con un promedio de 9,50, sin embargo, no consiguió trabajo. A comienzo de 2017 se acercó al Instituto de Formación Docente para revisar la oferta educativa y se decidió por el Profesorado en Ciencias Políticas: “En principio fue la que me quedaba mejor por horarios, pero después me enamoré”.
El primer año fue el más duro, consiguió buenos compañeros con los que se alentaban para no abandonar y su buen desempeño le valió una beca de fotocopias que sumado al boleto estudiantil le permitieron llevar adelante el cursado.
En 2018, su marido se accidentó gravemente en su trabajo y estuvo dos semanas en terapia intensiva. Pese a todo, ella continuó la carrera sin descuidar a sus hijas y la atención de Damián.
Un año después, cumplió el primero de sus sueños, se graduó siendo abanderada de la Bandera de San Luis y en 2020 se anotó en la Junta Docente. Ahora espera con ansias su primera oportunidad para ejercer.
Desde 2017 Romina se convirtió en un salvavidas para las mujeres de su barrio que son víctimas de violencia. “Cuando ingresé al instituto mi cabeza hizo un giro de 180 grados para entender un montón de realidades que en otro momento las hubiera pasado por alto. Fue un cambio muy grande en mi forma de pensar, conocer a gente distinta a mí, interactuar con mujeres que habían sufrido violencia. Escucharlas me movilizó mucho y fui juntando herramientas para poder hablar con esas chicas. Intento ser un nexo entre esas mujeres que sufren y otras de colectivos que están más capacitadas para hablar y darles contención”, explicó.
También colabora en un merendero en el que entrega alimentos para unos 35 chicos del barrio. "Durante los meses de verano el número de chicos suele aumentar porque vienen los primitos de distintos lugares y tratamos de acomodar las meriendas para que todos puedan tener algo para comer", cerró.


Más Noticias