Un camino en el mundo de la economía
Es la primera licenciada en Economía registrada en la provincia. Llegó a San Luis en 1978, con 24 años, lugar que eligió para crecer y formar una familia.
En 1978 Silvia Marinoni tenía 24 años cuando llegó de La Plata a San Luis para desarrollarse profesionalmente. Con los años supo ganarse un nombre y el respeto de sus pares, además de balancear su vida profesional con la familiar. Hoy, a los 66 años, porta en su haber ser la primera licenciada en Economía matriculada en la provincia.
Cuenta como una anécdota que tiene la matrícula número 1 en el registro del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de San Luis, en el que hay más de 400 miembros entre contadores, administradores de empresas y economistas. El número de profesionales mujeres creció, quizá no a la par de los otros. “Ahora somos más de 20”, dice Silvia y entre risas explica: “Se ríen porque mi sello dice 'Tomo 1, Folio 1, Registro 1'”.
Los escollos que encontró en el camino le permitieron fortalecerse como mujer para crecer en un mundo dirigido por hombres en la década del 80. Y en sus propias palabras asegura: “Fue duro, fue difícil”.
Pero no solo en su vida profesional enfrentó problemas, sino desde el momento en el que decidió ser economista. “Me tocó estudiar en una etapa difícil del país, en plena dictadura militar, donde perdí a muchos compañeros. En ese entonces ser mujer y estudiar Economía era como que te mandaran a lavar los platos. Una tenía que estudiar el doble que los hombres para aprobar una materia. Siempre a la mujer le costó mucho desarrollarse en todos los ámbitos”, asevera.
Parte de su trabajo fue en el desarrollo del plan de Promoción Industrial en 1983 dentro de su actividad pública. La economista admite que no sintió discriminación en el ambiente puntano, pero sí una vez que comenzó a trabajar de forma privada. “Fue muy difícil, porque mi actividad se centró en la elaboración de proyectos de inversión para la radicación industrial. Tenía que viajar a Buenos Aires y explicarles a los empresarios porteños lo que eran San Luis y la promoción industrial. Y te miraban raro. Porque eras mujer, joven y de una provincia chica. La desconfianza era grande”, admite Marinoni.
Al llegar a San Luis se casó, pero con el tiempo se separó y se quedó sola con su hija de dos años, “en una ciudad donde no conocía a nadie. Era mucho más fácil volver a La Plata al refugio de mi familia, pero esa lucha que una tiene como mujer me dio la fuerza para quedarme con mi hija mayor, solitas, y salir adelante”. Con los años volvió a casarse y en ese nuevo matrimonio tuvo dos hijas más.
“Si bien fue difícil trabajar y llevar una familia adelante con tres niñas pequeñas, tengo que destacar que recibí mucho apoyo de mi marido. Trabajaba mucho, dado que era la época en que se radicaban muchas empresas en San Luis y tenía que viajar todos los meses a Buenos Aires y las nenas eran chicas”, recuerda.
Hoy reconoce el nuevo rol que toman los jóvenes que se encargan de la crianza de los hijos y de las tareas de la casa para que las mujeres salgan a trabajar o estudiar. Algo que en su época era impensado.
En esta nueva etapa de su vida, casi alejada de la profesión que desarrolló por más de 40 años, busca tener más tranquilidad para dedicarse a sus tres nietos y terminar de escribir un libro, en el que quiere contar, a través de anécdotas, lo que fueron los años pujantes de la promoción industrial en San Luis.


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