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Un policía fue preso por abusos y por maltratar a sus hijos

La jueza Virginia Palacios lo procesó por violar a su expareja y ultrajar a su hija adolescente.

Por redacción
| 18 de abril de 2021
Allanamiento. Una de las casas revisadas fue la del cabo investigado. Foto: Archivo.

En la Jefatura Central de Policía, el mismo lugar donde fue detenido el martes 6 de abril cerca de las 22, el cabo C.E.M., de 39 años, fue notificado ayer a la mañana por los efectivos de la Unidad Regional de Orden Público (UROP) I de que seguirá encerrado, pero ahora en el Servicio Penitenciario Provincial. Lejos de cumplir con su función de cuidar y velar por la seguridad —actitud esperable en un integrante de la fuerza— lastimaba de forma cotidiana a su propia familia. Fue procesado por una serie de delitos que, a criterio de la jueza Penal 3, Virginia Palacios, marcan que el hombre ejercía violencia de distinto tipo sobre su expareja, hija e hijos. Por años la mujer ha sido sometida a violaciones y vejaciones; su hija de 13 años, a abusos; y los chicos, a maltratos. 

 

En la resolución que firmó en las últimas horas del viernes, la magistrada puntualizó las figuras penales por las que procesó al efectivo: “Abuso sexual con acceso carnal agravado por causar un grave daño a la salud y por el vínculo y lesiones agravadas por el vínculo y por mediar violencia de género, lo anterior en un contexto de infracción a la Ley de Violencia de Género”, en perjuicio de su expareja, madre de sus cuatro hijos. Ella es quien lo denunció. Todo lo anterior en concurso real con “Abuso sexual gravemente ultrajante agravado por causar grave daño a la salud, por el vínculo y el aprovechamiento de la convivencia preexistente”, siendo la damnificada su hija adolescente. Y lo precedente en concurso real con “Lesiones agravadas por el vínculo en un contexto de maltrato infantil intrafamiliar” por los hechos en los que resultan damnificados los tres hijos varones.

 

 

No a la falta de mérito

 

En el fallo, además, la jueza rechazó la solicitud de falta de mérito que había formulado la defensa del imputado. Lo hizo tras enumerar una a una todas las pruebas que se produjeron desde que empezó a tramitar el expediente en el Juzgado Penal 3, aunque la primera intervención de la Justicia se dio en un Juzgado de Familia, donde inició una causa por violencia familiar y le impusieron al policía una restricción de acercamiento. Cuando el hombre salió de la casa, el resto de la familia halló algo de alivio, solo algo. Quizá ahora que saben que estará en la cárcel se sientan más seguros.

 

 

Golpes y manipulaciones

 

El procesado “habría desplegado conductas tendientes a doblegar la libre voluntad de la víctima L.M.S. (expareja) y que hubieren de representar un claro menoscabo para con su integridad física, mental, emocional en un contexto de violencia de género ceñido por la asimetría de la relación de pareja; asimismo, prima demostrado el acometimiento sexual   continuado que hubiere de desplegar el indagado en absoluta ausencia del libre consentimiento de la víctima valiéndose para tal fin de acciones y conductas de hostigamiento y represión en el rol intrafamiliar”, resumió la jueza.

 

En la denuncia y la ratificación, la mujer dio cuenta de múltiples situaciones que padeció mientras convivió con el hombre. Si ella se negaba a tener relaciones le pegaba, le colocaba las esposas del trabajo, la obligaba en la intimidad a prácticas que le generaban, además del menoscabo psicológico, severos daños físicos. Una de ellos ocurrió cuando cursaba un embarazo avanzado, y como consecuencia de ello estuvo internada, con riesgo de aborto. Dijo que tras las agresiones, el hombre le pedía perdón. La manipulaba diciéndole que se iba a pegar un tiro si no lo hacía, pero como es habitual en el ciclo de la violencia, ella lo disculpaba y las agresiones se repetían una y otra vez.

 

 

"Su segunda novia"

 

“Asimismo, demostrado que el aquí indagado habría ultrajado sexualmente a su hija menor Z.M.M.L. entre los 11 y 12 años… mediante tocamientos, persistentes manoseos, referirse a sus zonas impúdicas de manera lasciva y aprovechando cualquier oportunidad para desplegar dichos actos sexuales”, continuó.

 

En la Cámara Gesell la adolescente contó que esos hechos sucedían con frecuencia, cuando su mamá estaba afuera de la casa, trabajando, y sus hermanos, en la escuela. La mujer había advertido algunas conductas extrañas del acusado en relación a la chica, como por ejemplo, que él le daba nalgadas. Por eso, un día decidió hablar con ella. Le pidió que le confiara si su papá le había hecho algo, y le dijo que si no se animaba a hablarlo, que le escribiera una carta. Y lo hizo: en dos carillas le contó cuáles eran las actitudes de su padre con ella, lo que hacía y las palabras que usaba. El acusado decía que su hija era “su segunda novia”.

 

“Era como baboso”, “me sentía muy incómoda”, contó la chica. A tal punto llegaba esta molestia que la adolescente empezó a usar ropas amplias. Fue un aspecto que notó la psicóloga a la que fue durante un tiempo. Se vestía así para ocultar su cuerpo, para que su padre no la mirara ni la tocara más.

 

En relación a los niños “asimismo demostrado prima facie el   despliegue de conductas propias   del denominado maltrato infantil sometiéndolos a agresiones físicas, psicológicas y permanentes castigos; todo lo anterior en procura de que los niños, sus hijos a la postre, acudieren a sus peticiones en cuestiones domésticas familiares”, dijo Palacios.

 

En primera persona, cuando declararon, los chicos narraron que el padre los trataba mal, que los obligaba a limpiar y a cocinar mientras él estaba acostado. La denunciante contó que si a los niños se les caía un vaso con agua, les pegaba. O los ponía mirando la pared y no los dejaba ni ir al baño. Y si ella le decía algo, la mandaba a callar, la golpeaba o rompía lo que tenía cerca.

 

Si los niños no estaban listos al momento de tomarse el colectivo para ir a la escuela, los sacaba de la casa a empujones, así como estuvieran, descalzos o sin algunos útiles. Tenía, además, un "hábito" para despertar  a los niños, declaró la mujer. Se bajaba el calzoncillo y les ponía las nalgas en la cara. Para la denunciante, claramente eso no era normal, no estaba bien que un padre le hiciera eso a los niños, ni aunque quisiera hacer pasar eso como un chiste. Pero, además de pegarle si le decía algo, la trataba de loca, de enferma, de mal pensada.

 

 

Celulares rotos y escritos

 

Los efectivos de la UROP I hicieron el martes 6 dos allanamientos, uno de ellos en la casa del investigado. Se incautaron de documentación y dispositivos informáticos (como computadoras, memorias y celulares), ya que, según lo manifestado por la expareja y su hija, el hombre tenía material pornográfico. Al respecto, la magistrada destacó en un párrafo que llamativamente, al momento de la detención, el hombre no tenía celular, y que en el allanamiento se hallaron dos teléfonos rotos. Los investigadores presumen que los destruyó adrede, tal vez sospechando que quizá podía ordenarse su secuestro para ser sometido a pericias.

 

En su vivienda, además, hallaron escritos de puño y letra del acusado. En uno de ellos, en el encabezado, dice: “Te lastimé, me lastimé y peor lastimé a nuestros hijos…”. En otro “Lo que quiero: que S. (su expareja) afloje con las cosas del juzgado, me deje ver a mis hijos, que ella venga a mí, que acepte mis condiciones…”.

 

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