Aguja, lana y amor: con ropa en desuso, arman acolchados para donarlos
Unen las prendas de vestir y confeccionan frazadas de una plaza para los niños más necesitados de la zona.
El comedor "Alberto René" funciona hace poco más de un año en el corazón del barrio San Antonio y para que las familias carenciadas puedan enfrentar las bajas temperaturas del invierno, los voluntarios decidieron confeccionar acolchados a mano, uniendo prendas de vestir usadas. Ya entregaron ocho, están haciendo tres más y estiman que con la ropa que tienen hasta el momento les alcanzará para otros dos.
"Son de una plaza; para hacer más grandes necesitaríamos mucho más, entonces priorizamos a los niños. Compré lana, ya que va cosido con eso y no con hilo. Ponemos todo en los mesones y los vamos haciendo. Siempre tiene que ser de a dos para que se vaya estirando la tela y no queden pliegues", detalló Amanda García, la fundadora del joven centro comunitario. Luego agregó: "Una vez que está todo unido, le ponemos un forro con una sábana o cubrecamas que conseguimos, así queda bien prolijo. Son muy lindos".
El proyecto inició en los primeros días de junio, cuando una mamá les contó que no tenían frazadas y que sus hijos pasaban mucho frío por las noches. En ese momento, Amanda recordó que en su niñez su abuela le hacía colchas de esta manera. "Enseguida les dije a los chicos que hiciéramos eso y nos pusimos manos a la obra".
Para armar los acolchados utilizan cualquier tipo de prendas donadas, pero si son de abrigo es mejor. "Mientras más pesado sea, más abrigará, entonces tratamos de elegir esos buzos, camperas, pantalones, remeras, de todo un poco, que no se usa", subrayó García.
Los primeros estuvieron terminados un día antes de que la nieve llegara a la ciudad. "Le llevé unos a una familia numerosa. Al otro día me agradecían porque los niños habían dormido calentitos. Eso es lo que nos incentiva a seguir: ver esas caritas de alegría y que lo disfruten tanto me llena el alma", dijo, con voz emocionada.
El centro comunitario tiene apenas un año de vida y brinda almuerzos todos los sábados.
Las costureras dedican varias horas de su día para colaborar con las actividades solidarias y coordinan un horario para encontrarse. "Hay mucha gente que critica estos lugares, pero no saben el trabajo y esfuerzo que es poder llevar adelante un comedor, el buscar alimentos, ropa, calzado, útiles, lo que les haga falta. Todos los días camino el barrio para saber qué necesidades tienen los vecinos", afirmó la fundadora.
Como en otros centros comunitarios, ellos brindan el almuerzo los sábados, pero durante la semana colaboran con mercadería para las familias más vulnerables.
"Esto es lo que me mantiene activa; amo ayudar a los demás. Antes de formar el espacio siempre hice colectas y llevé a la escuela 'León Guillet'; siempre estoy en contacto con la directora y ella me avisa lo que les hace falta a los chicos, y yo voy preguntando por todos lados para poder llevarles algo. En la zona ya me conocían por hacer estas cosas, la gente siempre golpeó la puerta de mi casa para pedir alguna cosita", recordó la mujer.
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