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Violencia política: amedrentar con la complicidad de la historia

Este tipo de violencia es uno de los principales obstáculos para la plena participación de las mujeres en puestos de toma de decisión. Un informe revela que ocho de cada diez mujeres vivieron alguna de esas situaciones a lo largo de sus carreras políticas.

Por Raquel Wolansky
| 08 de agosto de 2021

Gobernador, está más lindo, está de novio?, ¿Senador, cómo va a hacer para conjugar su vida política con su paternidad?, “Mirá las imágenes más sexis del diputado en sus vacaciones en el Caribe”, “Conocé el precio de la cartera y el reloj del Presidente”, o alguno más reciente: “El furioso descargo del actor por su visita a Olivos: "No soy el gato del Presidente". Pero no, este tipo de preguntas o apreciaciones jamás se realizaron ni se realizarán en torno a un varón y sí, siempre, hacia las mujeres.

 

Calificaciones o ataques sobre su vestimenta, su peso, su vida íntima, publicaciones de fotos o videos que no tienen nada que ver con su actividad pública o sobre su maternidad son una constante en el debate del rol de las mujeres políticas. No así sus ideas, sus proyectos o trayectoria, cualquiera sea el espacio al que pertenezcan. Estos son solo algunos elementos de lo que se define como violencia política. Son las piezas de un rompecabezas que también puso históricamente a las mujeres en un rol de acompañante o de refuerzo de algún hombre cabeza de lista.

 

La violencia de género política es un término relativamente nuevo, pero que incluye principalmente violencias ya establecidas en leyes más antiguas, como son la psicológica, la simbólica o la económica, incluidas en la Ley 26.485 de Protección Integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales de 2009.

 

La Organización de Estados Americanos (OEA) definió a la violencia política contra las mujeres como “cualquier acción, conducta u omisión realizada de forma directa o a través de terceros que, basada en su género, cause daño o sufrimiento a una o varias mujeres, y que tenga por objeto o por resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio de sus derechos políticos. La violencia política contra las mujeres puede incluir, entre otras, violencia física, sexual, psicológica, moral, económica o simbólica”.

 

La violencia política es actualmente uno de los principales obstáculos para la plena participación de las mujeres en puestos de toma de decisión.

 

El año pasado, el Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA) realizó un trabajo de investigación denominado “Violencia política contra las mujeres en Argentina: experiencias en primera persona”, que llegó a la conclusión de que ocho de cada diez mujeres manifiestan haber vivido situaciones de violencia de género a lo largo de sus carreras políticas.

 

También se desprendió de ese trabajo que la violencia psicológica es la más frecuente entre las mujeres políticas, sufrida por el 50% de los casos estudiados, seguida por la simbólica, en 28% y la económica, en el 22%.

 

“En relación a las manifestaciones puntuales, el 64% de las entrevistadas fueron amenazadas o intimidadas durante el ejercicio de sus funciones políticas; al 58% le han impedido que asista a reuniones importantes o en las que se toman decisiones relevantes; al 53% le han restringido el uso de la palabra en reuniones o sesiones e incluso 27% han percibido un ingreso salarial menor por su condición de género”, indican.

 

También señalaron que el 98% de las encuestadas identifica al ámbito político como un espacio donde persiste la discriminación contra las mujeres. “En relación con los factores que actúan como obstáculos para la participación de las mujeres en política, los más mencionados fueron los de tipo cultural: las responsabilidades familiares (91%), la cultura dominante y su concepción del rol de las mujeres en la sociedad (89%), y la falta de apoyo de los hombres (76%). En menor medida aparecen factores como la falta de recursos económicos (64%) y el temor por la integridad física (18%)”.

 

 

La mirada local

 

En ese sentido, Paulina Calderón, jefa del Programa de Promoción de la Equidad de Géneros de la Secretaría de la Mujer, consideró que todavía las mujeres no están en las mismas condiciones de igualdad que los hombres, más allá de las leyes que sostienen que todos tienen igualdad de oportunidades y de derechos. “La realidad es que partimos de bases distintas, porque las mujeres históricamente no hemos ocupado estos espacios, entonces son espacios que no están preparados para que las mujeres los ocupen ni las disidencias, y por otro lado sucede que hemos sido relegadas al espacio de lo reproductivo o lo doméstico, y esto ha implicado lo que conocemos como los pisos pegajosos, lo que no te permite salir de esos espacios para ocupar el público. Y cuando salimos a conquistar esos espacios sucede lo que se llama techos de cristal, esas pocas posibilidades de asumir esos pocos cargos, entonces también ahí es complejo lo que sucede para las mujeres que deciden participar en política”.

 

Para Claudia Rocha, dirigenta de la UCR, el concepto de violencia política y la lucha contra ella es una incorporación más a la ampliación de derechos que las voces de las mujeres han hecho en estos tiempos. “Era muy común en los partidos políticos la violencia verbal y la subestimación en relación al adversari@, la mayoría de las veces ejercida contra nosotras. Creo que cuando se agrede a otro desde lo personal, desde sus creencias o desde sus conductas íntimas se ejerce violencia y se descalifica en sí mismo el accionar político”, indicó, y agregó: “Como militante de la UCR, desde mis 18 años pude acceder a presidir mi partido de manera provincial, y destaco que desde allí hemos tenido una enorme evolución interna y los debates se dan con mayor cuidado de no caer en la agresión que siempre es injustificada. Hay una nueva mirada sobre la política, que es de diálogo y consensos, los que insisten con la agresión y la descalificación serán dejados atrás por la sociedad, que claramente nos demuestra el cansancio de los desencuentros agresivos”.

 

Natalia Spinuzza, actual secretaria de Ambiente y Parques de San Luis, entiende que la violencia hacia las mujeres y la violencia de género son una de las manifestaciones más perversas de desigualdades e inequidad estructural. “La violencia pública o política contra las mujeres es una de estas manifestaciones. Y para las mujeres que tenemos vocación por la política como herramienta de transformación, que nos formamos, trabajamos y construimos durante años una carrera política, es particularmente dolorosa”.

 

La senadora nacional Eugenia Catalfamo contó su experiencia, la que vive en partida doble, por ser mujer y por ser joven: “Para las mujeres y las juventudes en general no es fácil acceder a distintos espacios de poder, de hecho cuando ingresé a la Cámara de Senadores de la Nación, siendo la más joven que ocupaba este lugar de representación en un espacio quizá tan tradicional, no se me hizo simple. Pero también creo que tanto las mujeres como las juventudes estamos acostumbradas a que la vida nos ponga distintos obstáculos en el camino que debemos ir sorteando, entonces que las cosas se hagan difíciles no me parece un impedimento. Sí me parece que porque se dan este tipo de desigualdades, donde algunos tienen otro tipo de privilegios, tenemos que afrontar los desafíos, enfrentar los obstáculos, sortearlos de la mejor manera, golpearnos la cabeza contra la pared un millón de veces si es necesario para ocupar estos espacios de poder, dar lo mejor de nosotras para poder transformar estas desigualdades que atravesamos”.

 

Para Julieta Ponce, concejala de San Luis, la violencia política hacia las mujeres no es una novedad. Es una situación que experimentan desde que comienzan a tener una vida política activa. “Sufrimos grandes atropellos a nuestra dignidad, en todas sus formas. Lo más alarmante de toda esta situación es el pacto machista que manejan los grandes medios de comunicación, que sin ningún reparo ni respeto tocan el tema como si se trataran de charlas de conventillo y no con la gravedad y seriedad que tiene en la esfera política”.

 

 

Unidad y lucha

 

Ante este panorama de amedrentamiento proponen, por ejemplo, la elaboración de protocolos o manuales de buenas prácticas dentro de los partidos, que incluso prevean sanciones por situaciones de violencia. “Es algo que venimos planteando desde la Secretaría de la Mujer, creemos que los partidos son el primer eslabón que debería garantizar ser un espacio libre de violencias, para que las mujeres puedan ser candidatas y ocupar los diferentes espacios”, expresó Paulina.

 

Por su parte, la senadora Catalfamo hizo énfasis en que las mujeres, las juventudes y las disidencias deben unirse. “Vivimos muchas cosas en común que tienen que ver con las diversas desigualdades que atravesamos y es necesario transformarlas en igualdad de trato, oportunidades y derechos”.

 

En la misma perspectiva de unidad, Spinuzza opinó: “La hayamos experimentado personalmente o no, creo que es momento de que nos pongamos de pie y nos apoyemos entre nosotras. Creo que es en verdad lamentable que años de estudio, de esfuerzo y de crecimiento se vean reducidos a un único ataque, que limita, vulnera y destruye. Es momento de reconocernos como actoras indispensables de la vida política, de afirmarnos en nuestras virtudes y de seguir construyendo una provincia mejor, desde donde nos toque”.

 

Julieta Ponce cree que la única forma de revertirlo es fortaleciendo y manteniendo la unidad feminista. “La defensa de las compañeras son causas colectivas, pero también son causas individuales que nos tenemos que apropiar, el lema ‘si tocan a una tocan a todas’ debe preponderar en todos los ámbitos donde trabajen mujeres”.

 

“Es mi postura personal aportar a la política desde las convicciones, la coherencia y el diálogo. Rechazo todo tipo de agravio personal por cuestiones políticas y mi actitud ha sido y es aportar para desterrar estas prácticas del ámbito político en el cual participo”, expresó Rocha.

 

 

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