SAN LUIS - Sabado 12 de Julio de 2025

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Una historia argentina

La novela histórica cuenta —desde la admiración del autor— la vida, presidencia, caída y honestidad deArturo Illia.

Por Miguel Garro
| 03 de enero de 2022

Cuentan las primeras páginas de “Salteadores nocturnos”, la novela histórica que tiene como protagonista central a Arturo Umberto Illia, que su autor, Agustín Barletti, era un niño cuando tuvo contacto por primera vez con quien sería presidente de la Nación desde octubre de 1963 hasta junio de 1966. La ayuda para bajarse de un árbol fue el primer encuentro de una relación que estuvo signada por el respeto y la admiración.

 

En su libro, Barletti traza en paralelo la vida del expresidente como médico, padre de familia, hombre viajado, admirado y admirador; y la siniestra trama de la llamada “Revolución argentina” que terminó por sacarlo del poder. En una charla con Cooltura, el escritor y periodista cuenta detalles de la investigación.

 

—Uno de los valores que más se exaltan de Arturo Illia fue la honestidad, como usted lo coloca en la introducción ¿Cobra más trascendencia eso en la política argentina actual?
—Cayó tan bajo la política argentina en los últimos años que la honestidad, algo que debiera ser normal, es un valor cotizado. Algunos gestos de honradez o de austeridad en el manejo de la administración pública por parte de Illia hoy son vistos como heroicos y casi inconcebibles. No más pensar en un presidente que al finalizar su gestión devuelve la totalidad de los fondos reservados que pudo haber gastado sin rendir cuenta a nadie. Illia decía que había tres maneras de enseñar: con el ejemplo, con el ejemplo y con el ejemplo. Si nuestra clase dirigente no entiende esto, la Argentina tendrá un pobre destino y eso es así porque la corrupción, que muchas veces nos refriegan desde el poder, baja en cascada y termina contaminando a todos los estratos de la sociedad.

 

—En el libro se menciona varias veces al puntano Miguel Ángel Zavala Ortiz, canciller durante el gobierno de Illia. ¿Cuál era el peso de sus opiniones dentro del gabinete?
—Illia conocía y confiaba en quienes conformaban su gabinete por haber militado junto a ellos durante años. Con su canciller, Miguel Ángel Zavala Ortiz, por ejemplo, compartió el bloque radical de diputados entre 1948 y 1952. Como ministro de Relaciones Exteriores, la gestión de Zavala Ortiz obtendría el mayor triunfo diplomático de la historia en la causa Malvinas. La Resolución 2065, aprobada el 16 de diciembre de 1965 por el 87% de los países miembros de la ONU, instaba a los gobiernos de la Argentina y del Reino Unido a negociar sin demoras la soberanía de las islas. Por tal motivo, en enero de 1966 el secretario de Relaciones Exteriores de Gran Bretaña, Michael Stewart, viajó a Buenos Aires e inició las primeras conversaciones cara a cara con la diplomacia argentina. El peso dentro del gabinete del puntano era notable y más de una vez Illia lo consultaba en temas políticos de trascendencia para el gobierno.

 

—En la investigación ¿descubrió algo que le llamara la atención de Zavala Ortiz y no lo publicó?
—Algo que no publiqué en el libro es que durante uno de mis encuentros con Illia, le pregunté cómo imaginaba la Argentina en 1969 si no lo hubiesen derrocado (por entonces el mandato presidencial duraba 6 años sin reelección). Entre tantas cosas, me aseguró que hubiese bregado para que Zavala Ortiz lo sucediese en la presidencia para el período 1969 a 1975. Vista la tragedia que vivió la Argentina tras el Golpe de Estado que derrocó a Illia el 28 de junio de 1966, qué importante hubiese sido la continuidad del proceso democrático con esa presidencia de Zavala Ortiz.

 

—¿Reconoce algún punto débil en la gestión presidencial de Illia? ¿Cuál sería?
—El vocero presidencial, hoy en el centro de la escena, no formaba parte de sus preocupaciones. Illia nunca designó a un secretario de prensa porque creía que era demagógico y un derroche sin sentido utilizar fondos públicos para difundir actos de gobierno. Vista a la distancia, esta postura principista lo terminó perjudicando. La campaña de prensa en su contra, solventada por todos los privilegios que el gobierno de Illia había pulverizado, nunca fue rebatida desde la Casa Rosada.

 

—Yrigoyen le dijo a Illia en un momento de su novela que siempre habrá gobiernos radicales ¿Vislumbra usted en el futuro inmediato la posibilidad de que alguien de esa extracción llegue a la primera magistratura?
—Illia fue el único médico de profesión que ejerció la presidencia del país. Vengo siguiendo este último tiempo el caso de Facundo Manes, también médico y también radical. Encuentro entre ellos muchas similitudes en cuanto a su vocación de servicio, patriotismo y austeridad republicana.

 

—En la descripción que hace del momento en que Illia conoce a Yrigoyen hay muchas similitudes con el momento en que usted se encuentra de joven con Illia. ¿Es válida la comparación? ¿Considera que los estados de admiración eran similares?
—No es sencillo tal paralelo, pero la pregunta impulsa a un ejercicio intelectual en la búsqueda de similitudes. Arturo Illia conoce a Hipólito Yrigoyen con 29 años y ya recibido de médico, es decir con mayor experiencia de vida y por ende una conciencia más cabal del instante que estaba viviendo. Mis encuentros con Illia, y que luego dieran sustento a mi novela histórica, los mantuve a mis 19 y 20 años, mientras estudiaba abogacía. Además, la relación venía de varios años atrás y se remontaba a mi más tierna infancia por lo que no tuve la sensación de estar viviendo un momento histórico, como realmente sucedió. De todos modos, la admiración por Illia fue creciendo de forma abrumadora con el tiempo, y en la medida en que fui investigando más acerca de su accionar. Si pudiésemos llevar estos sentimientos a una fría hoja de cálculo, me animaría a decir que hoy se cruzan las dos curvas de admiración: la que debe haber sentido por Yrigoyen y la que yo siento por él.

 

—Hay por lo menos dos hechos que describe en el libro que tienen alguna similitud con la actualidad: el congelamiento de los precios de los medicamentos que propuso Illia y el resultado de las elecciones de 1962 en Córdoba, donde al peronismo le fue muy mal. ¿Hubo otros? ¿Qué diferencias encuentra entre aquellos hechos y los actuales?
—En los comicios para gobernador de Córdoba de 1962, Illia se convierte en el primer político que derrota al peronismo en elecciones libres, y ese hito lo catapulta a la presidencia un año más tarde. Con respecto a las diferencias, me sucede últimamente pensar cómo hubiera actuado el presidente Illia frente a tal o cuál situación. Diría sin temor a equivocarme que hubiese sido un excelente piloto de tormenta en esta pandemia. Porque contra lo que se cree, no fue un médico rural, sino un investigador de primer orden que junto a Salvador Mazza cambió la teoría vigente hasta los años 30 respecto de la lucha contra el mal de Chagas. Él hubiera elegido las vacunas por cuestiones estrictamente médicas y no geopolíticas, como cuando defendió la calidad y el componente de costos de 30.000 medicamentos con el apoyo de profesores de Farmacología de la Universidad de Buenos Aires. Allí descubrió que la gran mayoría de los remedios no respetaba la fórmula que aparecía en los prospectos y que los mismos se vendían con un sobreprecio del 1.000%. En aquél caso, el congelamiento se produjo por una ley del Congreso Nacional. Asimismo, seguramente hubiese luchado por tener las escuelas abiertas durante el mayor tiempo posible con los protocolos sanitarios del caso. El presupuesto del año 2022 destinado para este rubro clave no llega al 6%. Otro gran contraste entre el país que soñó Illia y el actual.

 

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