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¿Por qué se cuestiona tanto a la FIFA?

La elección de Qatar como sede del Mundial, las costumbres del país organizador, el cambio de fecha y el VAR (siempre el VAR) ponen otra vez en tela de juicio a una de las agrupaciones más poderosas del mundo.

Por redacción
| 12 de diciembre de 2022
Foto: Internet.

Con la satisfacción de la clasificación todavía caliente, Lionel Scaloni —DT cerebral, medido y cauteloso— se quejó en la conferencia de prensa tras el partido que la Selección Argentina le ganó por 2 a 0 a Polonia. “Es la una de la mañana y estamos todavía acá. Fuimos primeros en el grupo y tenemos que jugar dentro de menos de 48 horas”, fue la frase que resonó en los numerosos medios que cubren el Mundial de Qatar. Casi como una exhalación resignada, el entrenador le dio un cierre irónico a la idea: “Son los horarios de la FIFA”.

 

Como sucede con todo organismo de poder, la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) es el centro receptor de todas las críticas que circundan en torno a ese mundo cuyo sol es una pelota de cuero que para la competencia, que esta semana entra en su recta final, lleva el nombre de "Al Rihla". Desde la actuación de los árbitros hasta los poco claros alcances del VAR; desde el recorte de los himnos hasta la elección de la canción del Mundial; desde el precio de las entradas y la poca disponibilidad para conseguirlas por la web, a los aires acondicionados en los estadios.

 

Pero sin duda el factor más cuestionado de todos los que tomó la agrupación dirigida por el italiano Gianni Infantino fue la elección de Qatar como sede de su competencia más importante. Sin tradición futbolística, primer eliminado de la Copa y representado por un equipo con nula capacidad ofensiva, el país asiático se ganó el puesto en una elección que fue sospechada —en muchos casos con elementos contundentes— de corrupta.

 

Pero los mayores cuestionamientos de parte de la comunidad internacional no llegaron por la escasa capacidad futbolística de los locales ni por las acusaciones de negocios impuros que llevaron el Mundial a Qatar. La polémica más instalada fue por razones culturales, sociales, religiosas y económicas muy arraigadas en el país rodeado por el Golfo Pérsico.

 

Qatar es un país que vive fundamentalmente del petróleo y tiene la tercera reserva de gas más grande del mundo. También es un país que prohíbe a sus mujeres andar con los hombros, el cabello y las piernas descubiertas y que instaló una tolerancia cero al consumo del alcohol. Y, más relacionado a las prácticas deportivas, es un país que durante todo el año tiene altísimas temperaturas.

 

Por esa razón, la fecha mundialista que históricamente se celebraba a mitad de año se trasladó para finales, lo que derivó a su vez que el campeón se conozca casi con los regalos de Papá Noel, que muchos jugadores llegaran al límite de su físico producto de las exigentes temporadas en sus equipos y todas las otras complicaciones que los periodistas deportivos han enumerado con sorprendente erudición durante estos días.

 

La FIFA se fundó el 21 de mayo de 1904, tiene sede en Suiza y es la regente de las federaciones futbolísticas de sus países asociados, que son 211, 17 más que la ONU. La sola mención de sus últimos tres presidentes (sin contar el interinato del camerunés Issa Hayatou) produce algún escozor entre los seguidores del deporte: el brasilero Joao Havelange, el suizo Joseph Blatter y el mencionado Infantino. A eso hay que sumarle, para darle la sazón argentina al menjunje, que el dirigente nacional que más cerca estuvo históricamente del organismo fue el cuestionado Julio Humberto Grondona, fallecido en 2014. Todo pasa.

 

Uno de los primeros que se animó a alzar la voz contra la Federación fue Diego Armando Maradona, rebelde sin causa e iniciador de la lengua karateca contra el establishment. No es de extrañar que una figura pública que despotricó contra presidentes, El Vaticano, parejas y exparejas, colegas y periodistas, arremetiera también contra la organización que regía de manera impúdica los destinos de su actividad. Para otra ocasión quedará la pregunta de por qué el "Diez" argentino nunca se expresó con los mismos términos contra el narcoterrorismo ni la camorra.

 

Fuera de las decisiones económicas, una de las revoluciones que la FIFA implementó para Qatar fue la utilización del VAR, un sistema que, aparentemente, llegó para quedarse y para generar más discusiones de las que había cuando quien tenía que tomar la determinación era un señor con un silbato en la boca que tenía una tarea siempre arbitraria. Dio la sensación de que durante la competencia el sistema que hizo su debut en Mundiales acarreó más errores que aciertos.

 

El caso emblemático de la primera ronda fue el que vivió la selección uruguaya, evidentemente perjudicada con los penales que le cobraron en contra versus Portugal y Ghana y, aún más, con aquellos que no le dieron en el partido contra los africanos, que determinó su rápida eliminación. Aunque no fue el único. Los dos penales que le dieron al equipo de Scaloni parecieron más no que sí; uno cobrado a Arabia Saudita contra Polonia todavía tiene su pregunta y la jugada previa al segundo gol de Japón contra España entregó una imagen en la que se vio con claridad que la pelota había salido de los límites del campo de juego.

 

Tal vez no sea casual que el fútbol sea el único deporte al que la incorporación de la tecnología lo haya llevado a un terreno más engorroso que justo. El tenis, el vóley, el básquet, el atletismo, la esgrima y hasta el boxeo conviven hoy con repeticiones de las jugadas dudosas y colaboran con los jueces. Las decisiones pueden ser dolorosas para los protagonistas, pero no tienen más que rendirse ante la evidencia. Eso en el fútbol no pasa. En buena medida porque en las otras actividades deportivas las repeticiones se exhiben a todo el estadio, en vivo, y en simultáneo a jueces, jugadores y público. Eso en el fútbol tampoco pasa.

 

Para consultar al VAR, los árbitros futboleros deben llevar al extremo su condición arbitraria y van en absoluta soledad a chequear la jugada. Y lo ven solos antes de tomar la decisión. Mientras el fútbol siga en ese ostracismo y esa oscuridad, las sospechas de corrupción en todos los niveles seguirán latente como la esperanza de ver a la Selección del país campeona del mundo.

 

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