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La historia de El Faro de Nogolí, la estancia fundada en 1926

Fue construido por José Moneta, un militar retirado. Hizo canales y una pileta para alimentar una usina. Generaba electricidad para su campo. Iluminaba la mesilla, el sector norte del pueblo y el cordón saliente de los cerros.

Por Johnny Díaz
| 13 de febrero de 2022
Sucesor. "Cuando con mi señora leímos el libro, Recuerdo de un marino, entendimos perfectamente a Moneta cuando construyó el faro", dijo Marson. Fotos: Martín Gómez

En la zona de Nogolí existe una estancia denominada El Faro, una construcción que tiene muchos años y refleja un poco el poderío de quienes fueron sus primeros dueños porque tenía su propia generadora de electricidad. Toda una gran novedad para el primer cuarto del siglo pasado si se tiene en cuenta que en el pueblo se alumbraban con candiles, velas o sol de noche y tampoco tenía alumbrado público.

 

Dice la historia que en 1926 llegó a Nogolí el contraalmirante naval José Moneta con la intención de comprar unas hectáreas de campo. Arribaba atraído por los comentarios de la belleza del lugar y su clima.

 

El hombre venido del mar era asmático y por prescripción médica debía radicarse en algún lugar de clima seco, por lo que le habían recomendado a San Luis. Moneta conocía el lugar cuando pasaba camino a La Rioja, donde había sido nombrado interventor federal en 1930.

 

Después de recorrer varias provincias, Moneta y su esposa, Margarita Ceballos, se afincaron en Nogolí. No fue fácil la adaptación de la familia. De vivir toda una vida en el mar a hacerlo en un lugar seco e inhóspito les resultaba totalmente complicado.

 

Moneta pasaba largas horas recorriendo su nuevo hogar, conociendo su campo, la topografía del terreno y la fauna. En su cabeza rondaban los recuerdos de infinitas travesías en aguas saladas y lejos de tierra firme. Así, comenzó a elaborar la idea de construir algo que tuviera que ver con todos aquellos momentos, puesto que la mayor parte de su vida fue arriba de los barcos. 

 

Y gracias a estas torres de señalización luminosa en alta mar, que muchas veces le sirvieron de guía cuando el peligro amenazaba, Moneta decidió erigir un faro como un homenaje a su vida reciente.

 

Así, cuentan que puso en marcha su proyecto y construyó un faro a semejanza a los visto en sus travesías. Concretó la obra en medio de las sierras, frente a uno de los ventanales de su casa. Por lo que al acercarse a ella, podía transportarse a sus días de marino. Por todo ello llamó a su estancia El Faro.

 

Una de las grandes novedades que ofrecía la estancia era que tenía luz propia. Se edificó una pileta que llamaban El Laguito, se alimentaba con el agua que llegaba por canales construidos desde el río a la casa y servía para la usina. Vecinos recuerdan que durante muchos años la luz que emitía el faro iluminaba la mesilla, parte norte del pueblo y el cordón saliente de los cerros.

 

"Fue una obra innovadora para la época puesto que la luz eléctrica llego a Nogolí cerca de los años ochenta", dice el investigador Gabriel Calderón.

 

José Moneta, en su libro “Recuerdo de un marino” publicado en 1939 y reeditado en el 2013 por el Instituto de Publicaciones Navales del Centro Naval Argentino, dice: “En San Luis al pie de las sierras donde construí mi casa, erigí un faro que da el nombre. A su lado hay una represa entre las piedras que forman un pintoresco lago en el que navegan pequeños yates a vela de juguete".

 

"Una buena diferencia de nivel se aprovecha para hacer funcionar una turbina hidráulica que da iluminación eléctrica a la casa y al faro cuya luz gira periódicamente alumbrando a las sierras y el llano. Pero los pumas, que atisban las cabras en los corrales cercanos, ya no le temen y lo mismo para las liebres que audazmente vienen a comernos las plantas del jardín", agrega el exmarino.

 

"Próxima a la torre de la farola, como en el retiro de muchos viejos marinos, contemplo el surcar de los barquitos en el agua del lago, o de noche, cuento los segundos de la revolución del haz de luz. En esta tranquilidad, lejos de todo bullicio, descargo toda amargura o sinsabor, procuro llenarme con simpatías y cariños para estar en las mejores condiciones el día que me toque zarpar para el último viaje", señala finalmente.

 

Bruno Marson, actual dueño de la estancia, cuenta que en 1991 cumplió su sueño cuando compró las ocho hectáreas que tiene el predio. Nada le fue fácil a este italiano nacido en Vassula, Benetton. Había conocido la zona y las sierras de los Comechingones en su infancia, su tío Emilio Campeol, llegado de Farra di Soligo, Italia, era amplio conocedor del lugar y dueño de un campo colindante comprado a La Gestora, una empresa inmobiliaria, agropecuaria y mercantil que supo tener más de 20 mil hectáreas de campo, pero que estaba vendiendo todo.

 

“Mi familia vivía en Buenos Aires, pero venía de vacaciones y estos paisajes me atraparon definitivamente. Nunca los olvidé pese a que tuve la posibilidad de conocer varios países de Europa, mi sueño estaba en Nogolí, que me había entrado en la piel. Por eso regrese en 1970”, recuerda hoy.

 

Don Bruno dice que trabajaba en Buenos Aires en una firma de productos alimenticios, pero con su señora, María Rosa Ricchini, también italiana, se venían de vacaciones a la casa de su tío en la localidad del Departamento Belgrano. “Tenía la intención de cumplir mi meta, mi sueño: comprar El Faro, que hasta ese momento era inalcanzable”, reconoce.

 

“Después de muchos viajes y de muchos años, mi sueño se cumplió. En 1991 compramos El Faro, dejé de trabajar en Buenos Aires,  nos vinimos a Nogolí, y nos dedicamos a potenciar nuestro sueño. No fue fácil. Mis hijos Miriam y Víctor no querían venir, entonces les dijimos: ‘Nosotros nos vamos a San Luis, ustedes hagan lo que quieran'. Dejamos las propiedades que teníamos para que las administraran y que estudiaran Administración de Empresa. Se recibieron los dos el mismo año, para nosotros fue una gran felicidad”, comenta.

 

Asegura que una vez radicados en la provincia, fue y es otra vida. "Nos entregaron las llaves, pero fue una fantasía, todo estaba atado con alambres, habían saqueado el lugar, hay que tener en cuenta que estuvo abandonado por más de veinte años, ni los vidrios de la capilla dejaron”, puntualiza.

 

“Nos pusimos manos a la obra —relata— sin descuidar el origen y el nombre del predio. Había mucho para hacer, demoramos cinco años en dejar todo en condiciones y aún hoy seguimos trabajando en mejorar y embellecer el lugar. En 1996 habilitamos el predio para un emprendimiento de turismo de montaña”.

 

“Recuerdo que nuestra inversión había sido muy grande y necesitábamos generar ingresos. El 26 de octubre de 1996 comienza la construcción del dique del pueblo, El Faro recibió y alojó a los empleados de la empresa constructora y eso terminó de darnos un empujón muy importante”, admite.

 

Hoy El Faro es un referente del turismo de montaña en la provincia, son muchos los contingentes de Buenos Aires, Córdoba y otras provincias que la visitan atraídos por la belleza natural.

 

“Tenemos habilitada y reformada la vieja pileta que construyó Moneta para almacenar agua, un camping donde se puede pasar el día, cuatro cabañas, dos más en construcción, un parque de árboles autóctonos, parrillas, agua y luz", precisa. Y sigue con la promoción: "También contamos con un lugar para carpas y un sector donde acampan los boy scout de todo el país, son ocho hectáreas en un lugar de hermoso paisaje y cumplimos todos los protocolos vigentes”.

 

Marson sostiene que al leer el libro "Recuerdos de un marino", que el contraalmirante Moneta escribió, entendió "su pensamiento y sus ideas". "Primero me sorprendió lo del nombre y después ver la construcción, supe lo que él quería. A su paso por San Luis, rumbo a La Rioja donde había sido nombrado interventor se enamoró de Nogolí, lo demás es la historia por todos conocida y que con mi esposa nos encargamos de mantenerla viva”, garantiza con un dejo de orgullo.

 

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