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Luz y fuerza

Parte de una camada gloriosa del rock uruguayo, deudores de una tradición inigualable surgida de ese paisito, el grupo liderado por un argentino trasladó a las canciones las partes de su vida tras superar algunas mesetas creativas y una ausencia dolorosa.

Por Miguel Garro
| 30 de marzo de 2022

Una noche de mitad de semana —supongamos, un miércoles—, al calor del pleno invierno, en el salón trasero de un pequeño bar de la calle Colón, un grupo de uruguayos sorprende (o no tanto) a unos doscientos puntanos a quienes les gustan la música y los desafíos. Los espectadores estaban ahí porque algo habían escuchado acerca de esos cuerpos celestes que emanaban canciones pegadizas y que con su nombre, que aún no se abreviaba con una sigla de cuatro consonantes mayúsculas, expresaban una advertencia que era un favor y una broma.

 

El bar se llamaba Muró y su espacio para recitales quedó desbordado con No Te Va Gustar aquella noche fría de hace unos 15 años en la que los montevideanos tocaron por primera vez en la provincia. En un hecho poco usual para la provincia por entonces, al día siguiente tuvieron que agregar una segunda función, que dio comienzo a un crecimiento que hasta el día de hoy se mantiene encendido.

 

Víctor Sosa, de Diego Sosa Manager Group, la productora local que hizo la conexión para traer a los uruguayos en aquella ocasión, avizoraba, con ojo de empresario despierto, el éxito que iba a tener la agrupación. “Es una banda —decía por entonces— que hay que trabajar de a poco; primero con estos pequeños lugares y en algunos años pueden terminar en un estadio”. El mismo promotor que pocos años después, con Tan Biónica, también en las postrimerías de Muró, predijo un ascenso similar.

 

La proyección de NTVG en San Luis y en todo el país fue muy similar a cómo la imaginó el productor puntano. Del pequeño bar del centro saltó a otro más grande de calle Rivadavia, donde tocaron en un patio; luego, al Círculo de Suboficiales de la Policía; después, a la Sociedad Española; luego, en Espacio Mitre de Villa Mercedes, y, finalmente, cuando la popularidad se difundió en todo el país, llegaron al Ave Fénix. Allí tocarán nuevamente el próximo 8 de abril.

 

La espiral de público que armaron los uruguayos —liderados por el argentino Emiliano Brancciari— se materializó al ritmo de los 11 discos que editaron, aunque desde “El tiempo otra vez avanza” y “Suenan las alarmas” el grupo experimentó una meseta de convocatoria y, posiblemente, de creatividad, que esperan atravesar con “Luz”, el nuevo disco que presentarán en San Luis.

 

Compuesto por doce canciones, el material tiene en su portada a los nueve integrantes de la banda en el atardecer de una playa uruguaya con sus siluetas a trasluz. El concepto de grupo, de banda, es innegociable para NTVG, a tal punto que la pugna es porque todos sus integrantes aparezcan en la portada de los álbumes, en las fotos de prensa y en las otras acciones de promoción.

 

Será el tiempo el que determine la respuesta de la gente a “Luz”, pero la primera escucha indica que el álbum tiene todo lo que un disco de la banda debería tener: ritmos variados, murgas rockeras, declaraciones de principios, una canción con nombre de mujer para una chica distinta y una lista de reproches. Como para demostrar el abanico generacional y estilístico en el que se desenvuelve el grupo, los únicos dos invitados para el trabajo son Ricardo Mollo y Nicki Nicole en “Venganza”, el durísimo relato de los sentimientos de la víctima de una violación para con su agresor.

 

La temática de las canciones fue siempre un elemento al que la banda le prestó una atención especial. Directas, sencillas, autorreferenciales, pasionales, siempre tuvieron detrás (o adelante) una historia que contar, a veces sobre una situación amorosa, a veces sobre la realidad social, a veces sobre su lugar en el mundo como artistas.

 

“Hablamos de todo lo que nos rodea, cuando escribimos lo hacemos de cosas muy personales. No hacemos terapia cuando componemos, sino que el autor de la letra la hace de acuerdo a lo que le sucede y hay una instancia en que la canción empieza a hablar por sí misma y hay cosas que la banda aporta. Ahí es donde nace el intercambio y hablamos los temas”, refirió a Cooltura el guitarrista del grupo, Pablo Coniberti.

 

Las grabaciones de los discos del grupo suelen convertirse en verdaderos retiros espirituales en donde se terminan de armar las canciones en el mismo pentagrama en donde se fortalece la convivencia grupal. Ese es, según dijo Pablo, uno de los grandes secretos por los que la banda sigue en pie, camino a los 30 años de trayectoria.

 

“Muchas veces, durante la gira o en las grabaciones, pasan cosas lindas y cosas feas, y el único hombro que hay para compartirlas es el de un compañero. Eso hizo que nos fortaleciéramos como grupo humano”, dijo el músico, quien entró a la banda en 2009, para darle al exitoso “Por lo menos hoy” un sonido más guitarrero. Hasta entonces, el único encargado del instrumento era Brancciari, quien también estaba a cargo de la voz.

 

El grupo se formó en 1994 y desde entonces solo Emiliano y Gonzalo Castex (auténtico hombre orquesta, comodín fundador) permanecen. El resto se fue acoplando con el tiempo y las bajas, lo que hace aún más meritoria la consolidación de una banda que tiene a nueve personas arriba del escenario y más de 20 en los colectivos con los que recorren el país.

 

En estado de gira casi permanente, NTVG supo expandir sus alcances justamente por su decisión de visitar con cierta frecuencia grandes capitales y ciudades de mediana capacidad, una estrategia que si otros grupos adoptaran como propia sumarían seguidores genuinos y directos. De hecho, cuando la pandemia cerró fronteras, recitales y hogares, la banda estaba en el sur argentino, dispuesta a mostrar “Otras canciones”, su primer disco antológico —grabado en vivo-—, para el que invitaron a amigos como Jorge Drexler, Catalina García, Julieta Venegas, Hugo Fattoruso y Draco Rosa.

 

Las casi tres décadas de canciones y convivencia fueron acompañadas por todo lo que rodea la vida misma. De todas las implicancias, los miembros destacan hechos tan enfrentados como la paternidad (la mayoría de los integrantes tiene hijos nacidos en paralelo a su trabajo en la banda) y la muerte de Marcel Curuchet, el tecladista que tuvo un accidente en Nueva York, en julio de 2012, mientras NTVG estaba de gira con Los Auténticos Decadentes. La trágica desaparición del pianista hizo que la banda, acaso inconscientemente, refiriera a dos músicos históricos del Uruguay, parte de una camada anterior, entre los nuevos exponentes y los clásicos como Eduardo Mateo, Eduardo Darnaunchans y Gustavo Pena. El reemplazo directo de Marcel fue Francisco Nasser (hijo del enorme Jorge Nasser, símbolo de la milonga rockera en el Río de la Plata), quien al día de hoy se mantiene en la banda. Y para homenajear al excompañero en la gira posterior, incorporaron a la lista de temas “Te abracé en la noche”, una hermosa canción de despedida de Fernando Cabrera. La ausencia de Curuchet afectó la dinámica musical del grupo, pero sobre todo el factor humano. “Seguimos hablando de Hablamos de todo lo que nos rodea, cuando escribimos lo hacemos de cosas muy personales" él de alguna u otra forma, generalmente desde el humor, porque era muy divertido. Nos acordamos de él así. Las cosas que antes nos preocupaban ahora no nos preocupan tanto”.

 

También el tiempo será el encargado de determinar el lugar que ocupa NTVG en la música uruguaya y en la continental. Deudores de una tradición montevideana que tiene a varios grupos pertenecientes a una generación anterior como Buenos Muchachos, Níquel, Buitres, Los Estómagos y La Trampa, el grupo de Brancciari y compañía comparte camada e inquietudes con otras bandas del paisito que hicieron el camino más largo hacia Argentina, primer peldaño de la escalada continental. El Cuarteto de Nos, La Vela Puerca, Once Tiros y La Hermana Menor son algunos de esos congéneres que, en los dos primeros casos, consiguieron un pasaje cómodo hacia Buenos Aires. Los otros dos no tuvieron la repercusión merecida por desidia, desinterés, principios o disoluciones, aunque la calidad musical y la oferta las emparenta en una camada que todavía tiene mucho para dar.

 

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