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El Ejército abrió sus puertas para recordar su vocación de servicio

Decenas de familias participaron de actividades y juegos que se convirtieron en una tradición puntana.

Por redacción
| 27 de mayo de 2022
Ejercicios. Un soldado le muestra a un niño cómo comunicarse, en una simulación para observar al "enemigo". Foto: Inés Cobarrubia.

San Luis participó desde hace varias generaciones en batallas que ayudaron a configurar el país. Fue esta provincia la que aportó granaderos que acompañaron la gesta sanmartiniana. Y hace 40 años, también hubo soldados puntanos que formaron parte de la guerra de Malvinas. Solo para tomar un ejemplo, 26 hombres del Grupo de Artillería 7 participaron del conflicto armado en el Atlántico Sur. Ayer, ese GA7, conformado actualmente por jóvenes mujeres y hombres puntanos, recibieron a decenas de familias en los cuarteles de la capital ubicados sobre calle Héroes de Malvinas, para mostrar su equipamiento, demostrar sus habilidades y jugar con los más pequeños en ejercicios de entrenamiento. Pero sobre todo para recordar su vocación para la defensa del país.

 

“Somos una institución fundada en valores permanentes, que son la fe en Dios, el amor a la Patria y la pasión por la libertad”, enumeró a El Diario el teniente coronel Pablo Restelli, jefe del grupo de artillería, que dirigió la actividad que se realizó para conmemorar el aniversario de la institución y la Semana de Mayo.

 

“Lo nuestro es una vocación, es un servicio, la máxima satisfacción que tenemos es el deber cumplido, es una de las tantas formas de servir a la Patria. Y es a veces con una situación extrema: tanto cariño le tenés a la Patria, a un camarada o a la misma sociedad que el día de mañana entregás la vida”, reflexionó el superior.

 

 

 

Había un contraste evidente entre la violencia que implica un conflicto armado y la alegría que mostraban ayer los niños más pequeños al sentarse en un cañón, bajar por una tirolesa o participar de las carreras de obstáculos. Tras cuatro décadas sin participar abiertamente de un conflicto bélico y dejar atrás su involucramiento en dictaduras militares, hoy la institución adopta otro rol, enfocado a tareas como el refuerzo en emergencias ante desastres naturales.

 

“Durante la pandemia estuvimos listos para cualquier llamado de la Provincia y de la Nación. El Ejército participa en apoyo a la comunidad en actividades de protección civil, desastres naturales, apoyo logístico y rescate", enumeró. Sin embargo, Restelli advirtió que “esto es como un seguro médico: independientemente de que haya un conflicto o no, uno tiene que estar preparado, en forma permanente. Si el día de mañana, Dios no quiera, hay un conflicto, no nos va a avisar con tiempo”. Actualmente, el GA7 cuenta con 300 conscriptos y el próximo lunes sumará 100 voluntarios.

 

Se percibía cierto orgullo por parte de los soldados, quienes mostraron los diversos equipamientos y armamento que usan en sus ejercicios periódicos. Una unidad realizó una simulación de un puesto observatorio con dos niños, a quienes les colocaron cascos. En ese puesto, los oficiales explicaron y mostraron los binoculares de grado militar, e indicaron de qué manera comunicarse por radio.

 

En otro de los puestos desplegaron un cañón de 155 milímetros, al que los más pequeños se subían. Un soldado reprodujo videos de los entrenamientos que realizan en Salinas del Bebedero. Explicó con gran grado de detalle que el cañón es atornillado al suelo, despliega sus tres patas y una placa posterior para que no se mueva excesivamente tras cada disparo. Y cómo hay un “encargado de sección pieza” que da la orden para descargar a uno o varios cañones a la vez, mientras un soldado tira de la cuerda del gatillo y otro apunta.

 

 

 

En la plaza tras el edificio central también hicieron un ejercicio de combate, en el que simularon el despliegue de un cañón y la defensa y el rescate de heridos. Con balas no letales, que solo emitieron ruido y bombas de estruendo, los soldados gritaron y levantaron con oficio a sus compañeros caídos, a la vez que remolcaban de regreso el cañón. Alrededor, niños, padres y madres observaron y aplaudieron al unísono por el despliegue realizado y la coordinación del grupo. También en una carpa había reclutadores atentos a algunos adolescentes que visitaron el lugar.

 

“A los chicos les encantan las actividades. La última vez que vinimos fue en 2019. Le falta más difusión, me enteré del boca a boca. Me parece espectacular cambiar la vista, mirar a los militares de otra forma. Es distinto a otras épocas, es un estilo de vida, con su cultura, ética y moral”, apuntó Emanuel, quien había ido junto a su hijo Ignacio. “Me gustaría estar en una guerra”, dijo el niño con timidez. “No, no podría. ¿No ver más a tus hijos?”, apuntó Benjamín, otro chico a su lado. Allí, en aquella reflexión de dos niños, comulgaron las dos caras del Ejército: el servicio y la posibilidad de violencia, pero también de sacrificio.

 

 

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