Fernando Ruiz Díaz y Marcelo Pelleriti en la Caja de los Trebejos

Aun en un concierto presentado como íntimo y acústico, Fernando Ruiz Díaz no consigue ni desenchufarse ni dejar de imaginar que está en un estadio ante miles de personas. Su estado de gracia consiste en que la música traspase las pieles y transite libremente por algo que podría ser el espíritu de quienes lo escuchan. Tal vez, la palabra clave para describir un recital suyo sea “energía”.

El ex líder de Catupecu Machu llegó a la provincia para la segunda edición de Winerock Sessions y combinar dos gustos personales a los que les pone sello propio: la música y el vino. En la planta alta de La Caja de los Trebejos, con el lago rodeando su mantra, el cantante brindó, junto a Marcelo Pelleriti (inventor del ciclo en Mendoza y guitarrista de notable sensibilidad) un show difícil de clasificar. Potente, beodo, intrépido, locuaz.

Puede que el vino haya causado sus efectos y haya sumado histrionismo y ese extra que siempre se necesita para que el arte fluya de modo más natural. Pero de por sí Ruiz Díaz es un artista que no conoce otra manera de expresarse que no sea por medio de la entrega total, de la transpiración etílica y de mostrarse lo más sincero posible.

Molesto al principio del show por los flashes de los celulares y de los fotógrafos, y porque el público se cruzaba por el escenario, una vez que esas dos situaciones quedaron saldadas, las tensiones se calmaron y Fernando pudo recorrer parte de su carrera y demostrar sus influencias. El inicio tuvo temas de Vanthra (su banda actual, que tiene el mismo nombre que eligió para su vino, aún antes de bautizar así a su grupo) con “El desierto de Dios” y “Más y más”, de cálida recepción por parte del público puntano.

Desde las siete de la tarde, parte de los espectadores degustaron una serie de bebidas de alta calidad y se prepararon para escuchar a Ruiz Díaz, quien subió al escenario poco después de las 22 y se bajó un rato antes de la una, tras tocar solo 12 canciones. El resto del tiempo se la pasó con sentencias varias que abarcaron el buen sabor del vino puntano, la miseria de la política nacional, las anécdotas vividas junto a Pelleriti y las redes sociales, un tema que le abrió paso a la frase más contundente de la noche: “Está de moda ser pelotudo”.

Acaso sea Fernando el mejor seleccionador de covers del rock nacional. Buena parte de su éxito se debe a que sabe dónde poner el ojo y los acordes para sacar su mejor versión de un clásico ajeno. En recital puntano al esperado “Plan B: Anhelo de satisfacción”, le sumó “Mañana en el Abasto” (“el último gran tango que se escribió”, según dijo), con reminiscencias a “Heroin”, también de Sumo, y “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”; “Hurst”, de Nine Inch Nails, y “Viernes 3 am”, para el que invitó a Luca Pelleriti —hijo de Marcelo— y Gabriel Améndola, quienes habían sido los encargados de abrir la noche con una selección de covers.

Como a Fernando le gustó el formato cuarteto improvisó una base sobre la que, muy a su estilo, vibró de “El rock del pedazo” a “Los mejores amigos” —del fondo de catálogo de La Portuaria— y de allí nuevamente a Sumo con “Mi bandera”, preludio para hacer un breve paso de trap.

Por supuesto que Catupecu también fue parte de la celebración vitivinícola. Tras “Cuadro dentro de cuadros”, el segundo tema de la noche, y una emotiva versión de “Entero o a pedazos” que el público coreó de punta a punta y de pie como lo indica la letra, Fer y Marcelo se despidieron con un tridente inobjetable compuesto por “En los sueños”, “Magia veneno” y “A veces vuelvo”, que hizo que el público levantara las copas, recupere con alguna dificultad la verticalidad y destrabe la lengua para acompañar en el canto.

Redacción/MGE