Durante cuánto tiempo un gobierno puede sostener su gestión en una apelación permanente a quienes gobernaron previamente? ¿durante cuánto tiempo el vacío de decisiones y acciones positivas y concretas se sostiene en la descalificación y el denuesto a otras expresiones políticas? ¿cuánto tiempo se pueden agitar fantasmas en base a situaciones del pasado? ¿para cuánto alcanza tanta ligereza y tanta flojedad de ideas y de argumentos? ¿cuántos días se requieren para comprender que la campaña electoral terminó y es necesario gobernar de verdad sin vivir recordando el pasado? ¿o para algunos la campaña no terminó? Y los inunda el gesto demagógico de vivir negociando y pretendiendo adhesiones sin asumir en plenitud las responsabilidades de gobierno.
Incluso valdría la pena hacerles notar que hay quienes ya empezaron la próxima campaña. No se puede encubrir tanta incapacidad con una referencia permanente a lo que hizo otro. Sobre todo, si el otro hizo la mismísima sede actual del gobierno, el Hospital Ramón Carrillo, La Pedrera, el Teatro que hoy enorgullece a San Luis, cientos de escuelas, viviendas, autopistas, cloacas, caminos, y tantas otras obras.
Si además llevó adelante múltiples políticas de gobierno que siguen enorgulleciendo a San Luis. Si además, como está probado, no dejó deuda, si dejó los mejores salarios del país. Si puso un Estado presente al servicio de la gente. Se pretende argumentar la novedad, el desconocimiento, la sorpresa, la mentira.
Si el ciudadano cordobés que hoy ocupa la primera magistratura de San Luis ya fue gobernador de la provincia. Se sentó exactamente en el mismo sillón hace menos de diez años. Si muchos de sus funcionarios, ya fueron funcionarios, y se supone que aprendieron de sus propios errores. Incluso esa experiencia y ese supuesto conocimiento utilizaron durante la campaña electoral para sostener su postulación.
No hay margen para tanta sorpresa. El gobierno con el que pretenden compararse, en 2015 se tomó escasos tres meses de rigurosa austeridad para poner en marcha la provincia y despegar definitivamente hacia el futuro, pese al duro legado que recibió. Y nunca más los mencionó. Ni siquiera el clima de denuncia permanente que pretenden instalar y difundir, incluso pagando pauta nacional, los exime de la responsabilidad que deben asumir de una buena vez.
En lugar de “tanto ruido y pocas nueces”, si tienen algo que denunciar, que denuncien de una buena vez y que actúe la justicia como debe actuar. Ya no alcanzan los escándalos informativos.
Por ejemplo: paralizaron la provincia porque encontraron un colectivo que nunca estuvo oculto, viven haciendo referencia permanente al pasado, y siempre todo para atrás. Cuando se despabilen, que ojalá sea pronto, los va a encontrar el año de gestión sin una sola acción concreta, seria, valedera, útil.
Los problemas son demasiado graves como para pretender taparlos con artilugios, con patrañas, con polémicas que se resuelven solas y que requieren eficacia en la gestión. No se pueden proponer rigurosas políticas de austeridad y simultáneamente viajar Estados Unidos a ver la Copa América. Por lo menos hay que tener la decencia de callarse la boca.
No se puede criticar el nepotismo y emplear absolutamente a toda la familia. Si no consiguen mejores aliados, vale la pena que se hagan aliados del silencio. Lo que por lo menos libraría al pueblo puntano de espectáculos francamente tristes.
Tampoco vale apelar a que el gobierno nacional no envía a San Luis fondos frescos que remedien lo que el gobierno provincial no sabe generar. Desde el feliz retorno de la democracia hasta hoy, la provincia jamás vivió de los recursos extraordinarios que le enviara la Nación. Con honrosas y escasas excepciones, ha sucedido lo contrario.
La monumental obra de gobierno se hizo con creatividad, esfuerzo y corazón del pueblo y del gobierno puntano. Está dicho, escrito, probado y sobran argumentos al respecto. Es muy simple, no es fácil. Lo que hay que hacer es gobernar con sabiduría, con generosidad y con prudencia. Detectar y entender los problemas y generar soluciones. Hay que pasar de tanta adolescencia política a una madurez que tenga como objetivo prioritario la solución de los problemas del pueblo.


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