Eran las 20:20 en la estación de servicio de El Chorrillero en la Autopista de las Serranías Puntanas. Un memorioso, fanático del automovilismo, comentaba que la última vez que un autobomba esperó a un piloto fue en 1994. "Creo no equivocarme, pero fue Gabriel Velazco, campeón de la Clase A1 del Rally Nacional". Nadie lo contradijo.
"Soñé toda mi vida con este día. Hoy lo pude hacer realidad", dijo Hanna con la catedral de fondo y lágrimas en los ojos.
Muy cerca estaban Jorge Salinas y "Nacho" Calderón, dos vecinos cincuentones de Bº Libertad, que espontáneamente, como muchos, se acercaron a recibir "a un pibe bárbaro, humilde, que nos representa como puntanos", decían. "Lloré cuando salió campeón, toda mi familia es fanática. Para mis hijos es un ídolo", contó uno de ellos. También estaba la hermana de Hanna, Tiziana, con la sobrina del piloto en brazos, de tan solo tres meses. "Esto es emocionante para la familia. Viví la carrera con una amiga y mi bebé. Festejé cuando abandonó Mohamed, y lloré mucho cuando terminó", confesó.
Y como olvidarse de la barra de los lunes, ellos también fueron a recibir a uno de sus integrantes, ahora en boca de todos. Tomó la palabra el cocinero del grupo, Manuel Arce: "Somos entre veinte y veinticinco amigos que nos juntamos a comer. Es un pibe bárbaro". Al ser consultado por el menú para el festejo, aclaró: "Lo elige el campeón, la propuesta es carne a la masa o carne con cuero. Vamos a tener que comprar bastante, porque comen como lima nueva los muchachos, sobre todo el Hanna".
20:40. Llegó el campeón a puro bocinazo. Se sorprendió con la escena. Todos esos autos, toda esa gente, el autobomba, la Policía, lo esperaban a él.
Su novia, Mariana, era la más ansiosa por llegar, al menos así lo expresó: "Fue el viaje más largo de mi vida. Me volvieron loca con mensajes. ¿Cuándo llega?, ¿En dónde están? Cada tres minutos. Eso sí, sé que aún no cayó de lo que logró".
Hanna se subió al autobomba y comenzó a recorrer la ciudad por las arterias principales. Fue un mimo al alma cada bocinazo, cada grito de aliento de los vecinos que salieron a la vereda a reconocerlo. Llegó a la catedral y sonaron algunas bombas. La gente se acercó y comenzó a gritar el: "¡Dale campeón, dale campeón!"
"Es una felicidad enorme. Este triunfo es de toda la provincia de San Luis. Yo sospechaba que algo habían preparado acá, pero no me imaginé tanto", dijo Betina, su mamá, entre lágrimas mirando a la catedral .
Faltaba su palabra, la del pibe del momento: "Soñé toda mi vida con este día. Hoy lo pude hacer realidad. Estoy muy emocionado por este recibimiento". Y como no estarlo, si sos el campeón.


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