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Entre llantos y angustia, Santa Rosa despidió a su comisario

Por redacción
| 16 de marzo de 2014

Ni la fe o el fuerte abrazo de una provincia conmocionada pudieron darle consuelo a los vecinos de Santa Rosa. Tras la noche negra en Naschel, cientos de familiares, amigos y conocidos despidieron a Julio Marcelo Barrio, el comisario asesinado que hoy terminó de convertirse en héroe.

 

"Hasta el último aliento de su vida luchó haciendo honor al juramento que hizo al recibir la insignia de oficial"


Fue una madrugada y mañana muy duras, en las que policías, funcionarios y parientes de gran parte del Valle de Conlara fueron al cuartel de Bomberos Voluntarios de Santa Rosa para acompañar a los Barrio en su interminable dolor.

 


“Te necesito. No es justo mi amor. Así no. Te necesito, volvé, por favor. Así no”, repetía su esposa, Alejandra Leticia Romero, en medio de un estado de shock.

 


Hasta que a las 11 llegó el momento de partir. En una caravana de tristeza y respeto, primero trasladaron sus restos a la iglesia local para que el capellán policial, Pedro Francisco Erazo, encabezara el responso. Mientras, afuera, en medio de la plaza, se multiplicaban los llantos.

 


Veinte minutos después comenzaron a escoltar el coche fúnebre hacia un cementerio también colmado de angustia.

 


“Se fue un hombre que hasta el último aliento de su vida luchó haciendo honor al juramento que hicimos cuando nos entregaron la insignia de oficial, el de defender la vida de nuestros semejantes hasta perder la propia. Todos lo vamos a recordar, porque en los primeros tiempos, cuando llegamos a la escuela llenos de inocencia y expectativa, nos encontramos con un padre de familia. Lo vamos a recordar siempre como ‘el abuelo’, por su experiencia, porque estuvo en el primer cuadro de honor, porque era una persona que compartía, que ponía límites a los más jóvenes y necesitaba llegar al viernes para irse de franco y estar con su familia”, contó el comisario mayor Hernán Soloa.

 


“La provincia –continuó el jefe policial con tono firme y la mano derecha apoyada en el cajón– despide a un héroe que hasta el último aliento de su vida luchó y enfrentó el mal para reprimir esa mano maldita que lo llevó a la tumba. A partir de este momento, y habiéndose escrito en la historia de la provincia una página negra que difícilmente podrá ser olvidada, cada vez que se haga una arenga recordando a cualquiera de nuestros héroes, cuando recordemos el nombre de Julio Barrio se va a escuchar en el firmamento, ¡presente!”. Las palabras de Soloa desencadenaron una mezcla de sentimientos, entre aplausos, gritos y más llantos.

 


La viuda, abrazada al gobernador Claudio Poggi, le pidió que cuide a todos los jóvenes y policías, y que les asegure más equipamiento. Además, reclamó justicia y castigo para el asesino.

 


“A mí me destrozaron la vida. No puedo volver a casa. Mis hijos me dan fuerza, y yo no tengo fuerza para ellos. Éramos el uno para el otro, y me cortaron a la mitad. Veinticinco años, nos faltaba mucho por vivir”, dijo Romero, con la última fuerza que tenía.

 


Finalmente, "El Silencio" ejecutado con la trompeta por el auxiliar Darío Suárez, anunció el momento menos deseado, el del último adiós.

 


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