Puede ser verdad. O puede ser una puesta en escena digna de un actor consumado. Lo cierto es que ayer llevaron al inspector Walter Fabián Talquenca a los tribunales de Concarán para que explicara por qué había asesinado al comisario Julio Barrio y a un camionero y herido a otras dieciocho personas, dentro de un boliche de Naschel. Y, con cara compungida, dijo que no sabe porque no se acuerda de nada.
"Sé que el daño que he hecho no lo voy a poder reparar aunque esté quinientos años en la cárcel"
El policía de 43 años podía elegir entre declarar y abstenerse. La indagatoria es un medio de defensa y si el imputado opta por guardar silencio, el juez no puede usar eso en su contra, ni tomarlo como un indicio de culpabilidad. Cuando el panorama se presenta complicado, los defensores suelen aconsejarle al acusado que no hable.
Pero ayer, apenas se entrevistó con el defensor oficial de los tribunales de Concarán, José Luis Guiñazú, Talquenca le manifestó con toda claridad que quería someterse a la indagatoria.
“Me dijo ‘quiero declarar para contar esto y que me ayuden a entender lo que pasó, porque sinceramente no me acuerdo de nada’”, reveló Guiñazú.
Un rato después, cuando compareció ante la jueza Penal de Concarán, Patricia Besso, y el fiscal Carlos Leloutre, el policía homicida aseguró que en su memoria hay un gran bache que se extiende entre un momento en el que estaba con su esposa dentro del boliche “Natacha” y otro en el que sus camaradas lo llevaban en una camioneta, esposado, al hospital de Naschel. Le habían pegado un tiro en el pie derecho para desarmarlo, porque después de disparar a mansalva contra los custodios y los clientes de la discoteca, había ido a la Comisaría 24ª con la pistola en la mano, como para atacar a los oficiales.
Según el acusado, tras un nuevo agujero negro en su memoria, el siguiente recuerdo que conserva es que una enfermera lo curaba en una salita del hospital.
El policía que presta servicio en el destacamento de San José del Morro y vive en Naschel hace por lo menos cinco años contó que el viernes a la noche fueron con su pareja, Laura Pereyra, y sus dos hijos (un varón y una nena) a comer una picada en el club del pueblo. Después, como él estaba de franco, decidieron llevar los chicos a la casa para ir al pub “Aura” y a “Natacha”. Tomaron algo en el pub y se cruzaron a la disco, ubicada casi a media cuadra por la misma calle San Martín, sobre la vereda opuesta.
Talquenca relató que cuando entraron saludó al comisario Julio Barrio y a otros policías que estaban de custodia, “con los que tenía una relación de compañeros de trabajo”. “Dijo que nunca tuvo problemas con ningún compañero ni con personas del pueblo”, señaló el defensor.
La pareja dio unas vueltas por el boliche, estuvieron en la pista y fueron a la barra. El policía aseguró que no salen en forma asidua. Y que cuando lo hacen, él toma poco alcohol porque sufre de acidez. Pero no se droga ni está medicado, dijo. Laura tomó gaseosa y él, dos vasos de “whiskola”, whisky con cola.
“Talquenca dice que después de eso, no se acuerda de nada más, no tiene idea de lo que ha hecho, perdió totalmente la conciencia”, señaló el defensor Guiñazú.
¿Un empujón, un botellazo?
La esposa del inspector y al menos otro testigo dijeron a los investigadores que en la pista de “Natacha” el policía se empujó con otro hombre, producto del roce provocado por el amontonamiento de gente. Ese incidente habría alterado el ánimo de Talquenca, que salió del boliche con su mujer. En la calle hablaron, ella decidió volver a pie a su casa y él fue hasta su Renault 12 a buscar su pistola Bersa Pro 9 milímetros.
Pese a la negativa de Laura Pereyra y sus padres a dar entrevistas a la prensa, cuando el periodista televisivo Jorge Castro le insistió a la madre que le diera una posible explicación a la reacción de su yerno, le contestó: “¿Por qué no averiguan del botellazo que le pegaron adentro del boliche?”. A regañadientes, la pareja del policía le corroboró que esa agresión había existido. Pero no quiso decir más.
Sin embargo, cuando el defensor se lo preguntó antes de la audiencia, y después, cuando lo interrogaron sobre lo mismo la jueza y el fiscal, Talquenca contestó que no recuerda haber protagonizado ningún encontronazo. Y que con su esposa no tuvo ninguna pelea esa noche.
Ayer le vieron una pequeña herida cortante sobre una ceja. Le preguntaron qué se la provocó y contestó que no tiene idea.
“Dice –reveló el defensor– que no se explica qué pasó, porque él no es una persona violenta. Que nunca tuvo problemas con nadie. De hecho, dijo que se enteró de todo por los comentarios” que le hicieron los policías al detenerlo.
“¿Usted cree que Talquenca simula cuando dice que no se acuerda de nada?”, le preguntó un periodista de El Diario al defensor. “Es muy difícil que lo pueda decir yo u otro profesional del derecho. Eso lo va a determinar el perito que le haga los estudios psiquiátricos y psicológicos”, contestó Guiñazú.
“No sé cuál habrá sido la impresión del fiscal y la jueza. Mi impresión personal es que decía la verdad”, señaló.


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