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Un chico de 15 años confesó ante una juez que mató a un anciano

Por redacción
| 10 de abril de 2014

Cerca de las 13 de ayer, mientras comenzaba el éxodo de los empleados judiciales a sus casas, madre e hijo esperaban el permiso para pasar al Juzgado del Crimen Nº 1. El chico, de 15 años, estaba impaciente: así lo indicaba la imposibilidad de sostener la mirada por más de unos segundos en un punto fijo. Sus ojos saltaban de sus impecables Nike negras al rostro de su madre, a los hombres de saco y corbata que trajinaban el pasillo, a una ventana abierta. Ya estaba allí y no se podía ir, aunque la idea lo asaltara. Sabía que en unos minutos iba a sentarse ante la juez Carina Gregoraschuk y le diría que él había matado a Santos Videla, un jubilado de 80 años que fue encontrado muerto el viernes pasado en su casa, en el barrio San Martín Norte de San Luis.
La confesión no era poca cosa: asumir la autoría de un asesinato. Pero sabía que de ahí se iría como había llegado, libre. Por su edad, es inimputable. Cumple los 16 años el 6 de agosto.
Un minuto antes de las 13, el adolescente –delgado, de piel clara, cabellos oscuros, cortos y prolijos– entró a la oficina. Cerca iban su mamá, de 32 años, y su abogado, el penalista Rodolfo Mercau. Adentro lo esperaban, además de la juez, el psiquiatra Gonzalo Mayor, la psicóloga Miriam Bottino y la defensora de Menores, Rina Mercau. Por su edad, no podría haber hablado si esta última funcionaria no estaba.
“Estoy muy nerviosa –confió la madre del chico cuando salieron–. Dos días después del hecho, cuando supo que el hombre había muerto, él me contó lo que había pasado. Lloraba, no sabía cómo decírmelo, me dijo que estaba arrepentido. Le contesté que la única ayuda que podía darle era ésta, acompañarlo para que se pusiera a disposición de la Justicia. Eso es lo que pienso. Así lo he criado”.
Ella, una madre sin trabajo que está a cargo de cinco hijos, aseguró que nunca lo apoyó en las rebeldías. “Sabe que con la mamá no iba a poder contar. Si hizo algo indebido, no lo voy a apañar. Se lo dije siempre y lo sostengo, y lo voy a sostener siempre”, remarcó.
La joven sabe que el martes 1 de abril a la madrugada su hijo estuvo en el boliche “Morena”, en la calle Chacabuco. Había tomado alcohol y drogas, dijo Mercau. “Tiene un problema de adicción. Consume marihuana, aspira Poxiran, mezcla alcohol con Rivotril –un ansiolítico–. Hace un año que empezó. De un momento a otro, ya estaba metido en eso. Estuvo internado, pero abandonó el tratamiento”, se lamentó la mujer.
La abuela materna del chico tiene domicilio en Bolívar al 1900, y la propiedad de Videla está en la misma calle, al 1700. El joven, su mamá y sus cuatro hermanos menores habían levantado un techo precario en el predio Los Vagones. Pero ahora están en lo de su abuela, en el barrio San Martín Norte.
“Conocíamos a Videla del barrio. Mi hijo sabía ir a pedirle plata. Y ese día fue a pedirle dinero”, contó la joven. El abogado supuso que el chico quería comprar más droga o bebida, y por eso fue a lo del anciano. Mercau y la mujer afirmaron que entró solo a la casa. Los investigadores no están tan seguros de que haya sido así.
Golpeó la puerta. Videla abrió y el joven entró. “Aparentemente, por el estado en el que estaba mi hijo, el señor sacó un revólver. Hubo una discusión y mi hijo tomó un cuchillo que había en la casa, y en el forcejeo lo hirió”, resumió. "Hay un golpe muy grande –que hizo que uno de los pulmones del anciano estallara y le provocara la hemorragia que desencadenó la muerte– que él no lo registra. Puede haber sido por el empujón, en la puerta", agregó el abogado.
“Revolvió un poco en la vivienda, pero aseguró que no se llevó nada de la casa, salvo el cuchillo y el arma, que después tiró. Hoy (por ayer) precisó dónde había arrojado esos elementos, así que supongo que ordenarán alguna medida para secuestrarlos”, estimó Mercau.
El penalista y la mamá del adolescente refirieron que el joven escapó sin saber que le había causado lesiones tan graves al jubilado. “Cuando se enteró, dos días después, no estaba en casa. Él estaba en el centro y me mandó a llamar. Me dijo ‘mamá, tengo que decirte algo, me equivoqué, hice algo feo’. Lloraba, estaba muy mal. No sabía cómo explicarme. Me dijo ‘me parece que hice algo, que maté a alguien’. Le dije que yo hasta acá llegaba, que la única manera en la que podía ayudarlo era llevarlo a la Justicia”, explicó.
El adolescente no tomó bien la idea. “Después me dijo ‘sé que lo que vos me digas es lo que tengo que hacer, pero tengo miedo, estoy muy arrepentido’. No tiene límites para darle algo a una persona, pero sufre la adicción a las drogas. Y consume de todo. He tratado de ayudarlo y él mismo había decidido salir de esto. El año pasado estuvo en Remar –la organización que ayuda a adictos–. Estuvo un tiempo sin consumir, pero abandonó, no terminó el tratamiento”, refirió.

 


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