“Nosotros somos responsables de transmitir esta fe de la resurrección de Cristo a las próximas generaciones. Necesitamos que salgamos a evangelizar”, instó el nuncio apostólico, Emil Paul Tscherrig, a quienes colmaron la Iglesia Catedral durante la solemne misa pontifical con la que la Diócesis de San Luis celebró sus ochenta años de fundación.
La Diócesis de San Luis cumplió 80 años el domingo 20, pero no pudo festejar ese día porque cayó Domingo de Pascuas.
El embajador del Vaticano aseguró que el mensaje de la Santa Sede es el mismo en todos lados. Por eso, dijo que “Cristo nos llama a ser misioneros en San Luis, en Argentina y en el mundo”. Pero además, solicitó tener “un corazón abierto” y seguir “una profunda vida cristiana”.
En un templo repleto de fieles y autoridades, el arzobispo titular de Suiza se robó el protagonismo con su prédica, su cara de bonachón, su predisposición a bendecir y a escuchar a quienes se le acercaban, su agradecimiento permanente por la invitación y su persistente referencia a invocar el mensaje del papa Francisco. “La Iglesia necesita imperiosamente de la fuerza de la oración”, parafraseó al sumo pontífice argentino para adicionar otro pedido a los puntanos.
Fueron dieciséis minutos de homilía, que sólo estuvieron amenizados por esporádicos llantos de bebés. Allí recordó la bula papal de Pío XI, que creó la Diócesis en 1934. También repasó los nombres de los cinco obispos que precedieron al actual, Pedro Daniel Martínez y hasta invocó a las imágenes de los patronos Nuestra Señora del Rosario del Trono y San Luis Rey de Francia.
“El Santo Padre les envía sus felicitaciones”, expuso Tscherrig, quien encabezó la misa con el acompañamiento del anfitrión Martínez; de monseñor Jorge Luis Lona, quien fue prelado de San Luis entre 2001 y 2011; el arzobispo de Mendoza, Carlos María Franzini; y todos los sacerdotes locales. Aunque no todos tuvieron el privilegio de compartir con él el altar. Hubo diecisiete que debieron ubicarse debajo, en los asientos de ambos laterales. Sin embargo, contaron con premio consuelo y los hicieron subir para concelebrar en la parte final.
La comunidad religiosa local tuvo una activa participación en el festejo central de la Diócesis. Una monja, un seminarista, y tres laicos que representan a distintas instituciones eclesiásticas leyeron las intenciones. Mientras que otros dieciocho feligreses desfilaron por la nave central para hacer la clásica ofrenda del vino y el pan ante el nuncio, que tuvo un gesto: bajó del altar a recibir y saludar a Elia Fourcade de Petrinovich, presidenta de la Junta Diocesana de Misiones y habitual columnista de El Diario, quien se apoyaba en un bastón y tenía dificultades para subir los escalones.
La solemne celebración generó mucho trabajo del seminarista que estuvo a cargo del incienso y del coro Santa Cecilia. También de quienes asistieron, que debieron agarrar muy seguido un cancionero elaborado especialmente para la ocasión a fin de no perderse con las canciones, que en su mayoría se interpretaron en latín. Hasta la oración más tradicional de la Iglesia, el Padre nuestro, lo rezaron en esa lengua romana.
Tscherrig descendió otras dos veces del altar. Ambas junto a los otros monseñores, Martínez, Lona y Franzini. La primera lo hizo con un ramo de olivos y agua bendita, que esparció entre los fieles. La segunda, para dar la comunión.
El júbilo por la presencia del nuncio y el cumpleaños de la Diócesis se extendió hasta las inmediaciones de la Catedral. En la explanada ubicaron unas doscientas treinta sillas y en los extremos dos pantallas gigantes que reproducían la transmisión en vivo de Canal 13.
"Para todos los enfermos"
Antes de concluir la misa, el representante del Papa en Argentina se tomó una licencia. Volvió a agradecer a las autoridades que lo invitaron especialmente a participar de los festejos de la Iglesia local y a conocer San Luis, sus principales templos y sus profundas raíces católicas. Aprovechó el momento de la bendición final para extenderla a todos los que no pudieron asistir, a los jóvenes porque "son el futuro" de la Patria y la religión, y a los enfermos. Y dejó un encargue: rezar todos los días por el papa Francisco.
Con esa simpleza se fue del templo matriz de la provincia, acompañado por un cordón de seguridad, que no le impidió recibir el cariño de quienes se le acercaron a expresar su problema o pedir su intercesión, en medio del canto del Regina Celi y del himno a San Luis Rey.


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