Nos vamos de Vespasiano. Nos invade la nostalgia. Aquí El Diario de la República ancló sus ilusiones, expectativas y realidades.
Este municipio de Minas Gerais, que abarca un área de 70 kilómetros cuadrados, me trae gratísimos recuerdos. Me lleva a Salsipuedes, bello pueblo de Córdoba, donde viven mi cuñada Alejandra, mis sobrinos Matías, Antonella y Macarena; donde vivía Lalo, mi entrañable, recordado y queridísimo hermano mayor.
Sus calles empinadas, ideales para trabajar los gemelos… y la recompensa de luego bajarlas descansando los cuádriceps.
El verde de la tupida vegetación y las casas, en las laderas, construidas a “cococho”.
La gente fenomenal. Desde los dueños del Hotel Lord a cada uno de sus empleados… María Aparecedida, la señora de Claudio Santana, la familia de nuestra historia de las “Dos caras de la Copa”, tan humildes como fantásticos. María nos lavó la ropa en nuestra estadía y con Claudio, ya un amigo, pasamos largos ratos de charlas y de emociones hasta las lágrimas –ahora mismo estoy llorando por haber conocido gente tan espectacular-.
Cada dueño de cada panadería, de cada negocio… todos los choferes de micro (José, de la línea 5815, una noche que yo debía viajar a San Pablo, habló con los pasajeros y desvió su recorrido al menos dos kilómetros para dejarme en las puertas de la estación de ómnibus, porque era “de noche y la zona es peligrosa” -me dijo-)… de los taxistas… de la gente que caminó conmigo una, dos y hasta tres cuadras para indicarme qué línea de bus tomar…
Me voy de Vespasiano, que tiene más de cien mil habitantes, pero corazón de pueblo, y aunque aquí no haya centros turísticos (todo se concentra en Belo Horizonte, a 20 kilómetros), Vespasiano, en mi vida y en la de cada escrito para las páginas de El Diario de la República, ya es un sentimiento.


Más Noticias