Con lágrimas en los ojos pero con el reconocimiento de haber entregado hasta lo último de su esfuerzo, con un planteo inteligente en el que tuvo las opciones para ganarlo, la Selección argentina se despidió del Mundial de Brasil quedando a un paso de la gloria al caer en tiempo suplementario frente a Alemania, que consiguió el cuarto título de su historia.
Y como en Italia 1990, con el polémico penal que el árbitro Codesal concedió a Alemania, la Argentina sufrió por una infracción clarísima que Neuer le hizo a Higuain en el inicio del segundo tiempo y que el italiano Nicola Rizzoli no sancionó.
En el estadio Maracaná de Río de Janeiro, Mario Gotze se transformó en el verdugo del equipo de Alejandro Sabella, que en el único movimiento en que quedó descompensado tácticamente debió ver como el joven Gotze controló de pecho y sacó un zurdazo de volea que venció a Sergio Romero.
Argentina había sido más durante el desarrollo del partido, acompañado por el contagioso cántico de los hinchas que pudieron entrar y sabiendo que detrás tenían el apoyo de más de 40 millones que sufrían con ellos.
Pero todo eso no alcanzó. Este tipo de partidos no están hechos para perdonar a los rivales y como cada vez que pasa, se repite la máxima que goles que se erran en un arco, se sufren en el propio.
La jugada de Gonzalo Higuain en el primer tiempo cuando tuvo todo el tiempo del mundo cara a cara con el impecable Manuel Neuer quedará en la cabeza de "Pipa" durante mucho tiempo.
Y como en Italia 1990, con el polémico penal que el árbitro Codesal concedió a Alemania, la Argentina sufrió por una infracción clarísima que Neuer le hizo a Higuain en el inicio del segundo tiempo y que el italiano Nicola Rizzoli no sancionó.
No merecía este final. Sobre todo porque lo justificó en la cancha. Tuvo los argumentos, hizo el trabajo que tenía que hacer pero no lo definió.
Argentina quedó a las puertas de la gloria futbolística por segunda vez en 24 años. Otra vez Alemania, y el árbitro, se lo robaron.
NA.


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