Cerró el 11º Festival Internacional de Tango "Américo Moroso"

En once años, uno de los grandes méritos del Festival Internacional de Tango de Justo Daract fue la creación primero y la instalación después de un espacio en el que los artistas de un género a veces menospreciado consiguieron una voz. La edición que terminó anoche afianzó ese matriz, con nada más y nada menos que 58 artistas de la provincia que enfrentaron a su público, entre varios cantantes nacionales.
Este año la posibilidad de expresión de los artistas locales se extendió a los plásticos, gracias a una idea de la organización que llenó de color el predio. Cien pintores de la provincia se encargaron de colorear a su modo estatuas de Carlos Gardel que quedarán como patrimonio del festival y recorrerán la provincia. 
La continuidad del festival tanguero formó un público espectador que es cada vez más exigente respecto a la grilla y a la performance de los cantantes y bailarines que suben al Anfiteatro de los Sueños. Ya no alcanza sólo con que los músicos de afuera vengan y hagan una presentación sólo para cumplir. Ahora, el foráneo  debe esforzarse para ganarse el aplauso. Con los cantantes locales, suele haber un poco más de paciencia.
Si bien las gestiones gubernamentales han cambiado a lo largo de los años, la organización mantuvo una línea que hizo posible la existencia del festival por más de una década. Hubo, eso sí, algunas ediciones en donde el eje tanguero de los espectáculos se corrió a otros estilos musicales, con distinta suerte.
La implementación definitiva del tango en el Festival de Tango permitió descubrir una gran cantidad de artistas puntanos dedicados al género, que se traduce en la cifra expuesta en el primer párrafo.
El sábado, en la segunda noche, por caso, once solistas entraron en el horario provincial y adelantaron una grilla que tuvo un gran nivel en sus números nacionales y que le hizo lugar a la presentación de Américo Moroso (a quien estuvo dedicado el festival) y su orquesta. Generoso, el músico invitó a diversos cantantes para que lo acompañen.
El resto se fue en la historia viva del Sexteto Mayor, que consiguió el respeto de un público que no se movió de sus asientos; la calidez de la voz de María Graña, apta también para el folclore y el bolero, quien a los 62 años sigue cantando “Luna tucumana” como si tuviera 20; la buena perfomance de la orquesta típica que dirige el violín de Erica Di Salvo y la voz certificada de Raúl Lavié acompañado del Ensamble Provincial y un concierto breve parecido al que dio la semana pasada en Villa Mercedes.
Un párrafo aparte merece la orquesta Fernández Fierro, una banda de músicos revulsivos arriba y abajo del escenario que estuvo por tercera vez en el festival daractense y, cerca de las cuatro de la mañana, dejó en claro por qué su propuesta es aceptada tanto por los puristas como por los renovadores.