Unos 120 abuelos vivieron un mediodía diferente en el encuentro "Amigos de la Tercera Edad"

Es el día del año más esperado, casi como para los jóvenes la llegada del 21 de setiembre. Son mayores, abuelos que viven en las residencias de la ciudad y saben que en algún momento tendrán ese gran almuerzo, que lo disfrutan como una fiesta y que es producto de la solidaridad y colaboración de personas e instituciones.
Más de un centenar de abuelos de distintas entidades vivieron lo que desde hace siete años se denomina “Encuentro amigos de la tercera edad”. La propuesta, que surgió como voluntad de un hombre de campo de donar una vaquillona para agasajarlos, tuvo una nueva edición en el salón Recreo San Francisco.
“Los abuelos esperan todo el año esta oportunidad, con muchas ganas. Esta idea que surgió de don Hugo Daniele (el hombre que dona la vaquillona), ya es un clásico que integra nuestro calendario anual de eventos. El Municipio pone ómnibus y los pasamos a buscar por cada residencia, ellos vienen con el personal que los asiste y los acompaña todos los días. Logramos que vengan unos 120 abuelos esta vez, es una gran fiesta”, expresó Mirtha Curchod, jefa del Programa Adultos Mayores.
Al almuerzo asistieron abuelos de las residencias Madre Teresa, María Trinidad, Mi Refugio, En Casa, Virgen de Lourdes, San Camilo, Jardín de la Tercera Edad y Quinta de Graciela y San Roque, que son parte del total de 14 instituciones que existen en la ciudad. 
Hubo empanadas fritas, carne asada con ensalada y helado de postre. Después de la sobremesa llegó el show en vivo de “Los Amigos de la Música” y varios mayores aprovecharon para soltarse, bailar y continuar la diversión.
“Es siempre un día hermoso, ellos necesitan de participación, recreación, estar incluidos, disfrutar con otros pares de una jornada agradable. Por eso esto es tan especial para ellos”, apuntó Curchod.
Además del hombre de campo que dona el animal, también colaboraron el padre Juan Carlos Sánchez Clavero de la parroquia San Roque, las mujeres misioneras de la Virgen de Schöenstatt y todo el personal de la Subsecretaría de Desarrollo Social.
“Es la tercera vez que vengo, esto me encanta. Viví mucho tiempo solo y la soledad no es buena, hay que buscar siempre amigos, familia, reuniones, ser sociable. Esto es lo que uno necesita, disfrutar de jornadas así”, exclamó con la felicidad a flor de piel Raúl Aguilar, nacido en Concarán que tiene 77 años, supo andar con la guitarra recorriendo la provincia y hoy escribe poemas y pasa su vejez en una de las residencias villamercedinas.