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La violencia y la esperanza

Por redacción
| 16 de mayo de 2015

Durante el programa Planeta Xilium, se abordaron ayer los hechos ocurridos en el partido de Boca y River. A continuación algunas de las consideraciones vertidas por el conductor, Alberto Rodríguez Saá.

 


 Me encanta que salgamos de la condición de hincha, de espectadores de un espectáculo deportivo de River – Boca y analicemos con objetividad en ver lo que pasó.

 


Estábamos viendo un partido de fútbol, no era un “se acabó el mundo”. Era un día en que el país se había conmovido por la muerte de un jugador en un partido de fútbol, una muerte que fue un accidente, un foul que se convirtió en una tragedia. Con muy buen criterio la Asociación de Fútbol Argentino declaró  un duelo nacional en el mundo del deporte y suspendió todos los partidos de fútbol del fin de semana, para que se medite.

 


Vimos después del entretiempo salir a River y a Leonardo Ponzio salir restregándose los ojos, junto a Vangioni, Funes Mori y Kranevitter, Martínez y Driussi afectados por el gas pimienta que tiraron en la manga.

 


El jugador Daniel Osvaldo, que estuvo en Europa y al que Maradona llamó, se acercó a los jugadores creyendo que estaban exagerando, pero al ver el estado en el que se encontraban les dijo que decidieran si seguían o no.

 


Estuvieron dos horas y media hasta que se retiraron los jugadores, pero más de una hora, hasta que el árbitro Herrera decidió suspender el partido. El árbitro en un partido de fútbol es el dueño del espectáculo, tiene atribuciones, hasta de sancionar a un técnico si el equipo se demora en entrar a la cancha y expulsarlo.

 


El hecho que ocurrió con los jugadores en la manga también lo debió resolver él, aunque es un hecho imprevisto, algo que no pasó nunca, debió llenar el vacío de lo que dice la Constitución y resolver lo que pasó. Ésta es la función del árbitro y no supo ubicarse en la función de máxima autoridad del partido. Debió tomar la decisión que consideraba adecuada en tiempo y forma, porque minuto a minuto se fue agravando.

 


La entrada el presidente de River a la cancha no fue correcta y fue justificable por la gravedad de la situación. De todas maneras en el acto molestó al técnico de Boca, Arruabarrena, y el árbitro decidió sacarlo, como corresponde, fuera de la cancha.

 


Hay un antecedente, del que tiene la culpa la Conmebol, que en Brasil aceptó, en un partido en el que Tigre de Buenos Aires llegó a la instancia final y en cuyo segundo tiempo la tribuna del equipo brasileño impidió salir a la cancha a los argentinos, con amenazas. El árbitro esperó cinco minutos, ni se preocupó porque no salían y le dio por ganado el partido al equipo brasileño. Este antecedente quedó en la Copa Libertadores y es terrible, porque ayer parecía que la acción de tirar gases e impedir la salida de River, iba buscando ese antecedente: que no saliera a la cancha y entonces se daba por ganado.

 


Gallardo hizo lo correcto, los sacó a todos y Arruabarrena quería que el partido siguiera, que si no seguía no era por responsabilidad de Boca.

 


Le pasó a Estudiantes de San Luis, creo que fue en Santiago del Estero, que no los dejaron entrar a la cancha y con un buen criterio lograron que se suspendiera el partido y que se jugara después.

 


Hubiera sido más fácil el jueves hacer una pequeña junta médica y ver el caso de los jugadores lesionados y decir si seguían jugando o no.

 


Otro hecho fue un dron que apareció en la cancha. ¿Cómo lo metieron? ¿Y el daño que puede hacer?

 


Una hora después apareció en cámara la incautación de las remeras. Un fiscal ordenó el secuestro de las camisetas que fueron manchadas con el gas pimienta. Pero es tal la desconfianza que se tiene en la Justicia que la gente de River entregó 4 camisetas y se quedaron con una, para que no se falsee la prueba. En cualquier lugar del mundo aparece la Justicia y se siente un alivio, acá se siente desconfianza.

 


Cuando fue la hora de que los jugadores debían retirarse de la cancha fue una especie de comedia, de payasada, de quién se iba primero, ¿qué seguridad tenían los de River? Estaban ambos equipos y no se iban. Había dos tipos en el público, uno que se quedó en silencio madurado de qué se trataba y que cuando el partido se suspendió, se retiró. Más o menos el 90% se fue ordenado. La “12”, una parte de la hinchada de Boca, se quedó, con una posición agresiva. Cada vez que intentó salir River, tiraban botellas.

 


El técnico Gallardo pidió a la gente de Boca que salieran juntos, era importante salir de la cancha porque harían así que la hinchada saliera. Arruabarrena fue el único que los acompañó.

 


Cuando salieron los jugadores de River, el plantel de Boca aplaudió a la hinchada que se había quedado tirando piedras. Eso fue trágico.

 


Como a las dos de la mañana salió el colectivo de River y se fue a un sanatorio donde quedaron internados los perjudicados. La Policía Federal hace un operativo externo hasta que entran a la cancha. Dentro del estadio se hace cargo de la seguridad el club Boca Juniors.

 


Vimos en un partido todos los antecedentes violentos juntos, más todas las novedades de la violencia en el fútbol que aparecieron en la cancha de Boca.

 


¿Por qué pasan estas cosas en el fútbol? Una vez charlando con Grondona, que fue un hombre que revolucionó el fútbol y le dio mucha participación al interior, le pregunté: “¿Qué va hacer usted con la violencia en el fútbol?”. “Y  qué tengo que ver yo con la violencia en el fútbol?”, me dijo sonriente, casi paternalmente. Él vio que me sorprendió y respondió: “Alberto, la violencia no está en el fútbol. La violencia viene de afuera, también se expresa en el fútbol”. Me pareció muy sabio lo que dijo.

 


Empecé a mirar el tema desde otra perspectiva. La violencia en el fútbol de la Argentina se ha convertido en novedad casi semanalmente, cada fin de semana. En otros lados se da casualmente o aparece cuando se dan ciertas condiciones.

 


La violencia está en la calle, en los desocupados, en la gente que no tiene empleo, en el crecimiento del narcotráfico, en los chicos que no estudian, no trabajan. ¿Saben dónde está la violencia también? En la injusticia de todos los días con los jubilados, con el maltrato a nuestros padres, a nuestros abuelos. Empecemos por ahí, si la jubilación es un beneficio que tiene el 82% móvil y esto no se cumple…

 


Todo esto tiene una gran incidencia en la violencia, porque si sos trabajador formal no tenés esperanza en la jubilación, no pensás que vas a llegar a la jubilación, que es una etapa, la mejor que te puede ofrecer la sociedad, después de que has cumplido el ciclo de trabajar hasta la tercera edad.

 


Si no tenés esperanza en eso, te da lo mismo jubilarte o no, y si te da lo mismo, te conviene más el trabajo informal. Ganar dinero aunque sea esporádicamente, trabajar de trapito, acomodar los autos en la calle. O conviene más cualquier otro negocio, ser cuentapropista, vender artesanías como mantero, que son dignos, pero no es un trabajo formal.

 


La sociedad va perdiendo la esperanza. ¿Qué es la esperanza? Es creer que mañana va a ser mejor, que el año que viene será mejor. Si se pierde la esperanza, da lo mismo y da lo mismo la violencia o no. Estás con bronca contra el futuro, con el día de mañana, con la sociedad y eso se expresa con violencia.

 


La violencia la tiene el desocupado, el subempleado, el que tiene un trabajo informal, quien no tiene esperanza. Y la clase política se preocupa en matarte la esperanza.

 


La inflación te quita la esperanza, si sabés que si hay inflación tu sueldo no va a valer nada el año que viene. Te ponés mal, no podés ahorrar. Si ganás, estás especulando cómo sacarte la plata de encima para que tenga un valor. No se te va a ocurrir guardar los 300 pesos que pudiste ahorrar, tenerlos para irte de vacaciones el año que viene, si no van a valer nada.

 


Ésta es la cuestión. Cuando no hay esperanza y mañana es igual, es como que no hay nada que perder.

 


¿Cómo hicieron los ingleses, que tenían las barras más bravas del mundo, los Hooligans? Primero los desvincularon de los clubes y todos se preocuparon de que no eran dirigentes. Acá llegan a presidente del club, apoyan a los políticos.

 


Macri se convirtió en político porque fue presidente de Boca, empezó a correr con el populismo y llegó a lo que llegó con las barras bravas.

 


Los que controlaban las movilizaciones y llegaban a la violencia en las épocas de De la Rúa, en la época de Adolfo, eran políticos con barras bravas. Lo sabe todo el mundo. El barrabrava entró a una jerarquía institucional. Manejan la presidencia de los clubes y ahí comienzan a manejar sus finanzas, comienza a entrar en el negocio del lavado de dinero. Es así, hay que decirlo. Así sucede.

 


¿Qué hicieron los ingleses? Barras bravas afuera. ¿Querés entrar a ver el partido? Pagá. Convirtieron todos los estadios con plateas, con gente que gana un salario digno y cualquiera puede pagar una entrada de fútbol más cara, porque tiene salario digno.

 


Miren lo que pasó en Brasil, en el Mundial. ¿Y quiénes estaban en la cancha? La gente de clase media; el público de Brasil, que es el más popular del mundo, no vio el Mundial. Lo vio la clase media brasileña, porque no hay salarios dignos.

 


Hay que desvincular las barras bravas, tener esperanza, jubilaciones, un buen sistema de salud, si la educación funciona, no hay violencia. Están todos ocupados, el trabajo es un ordenador social.

 


Hay una situación de violencia en las calles que se traduce en el fútbol. Hay que desvincular las barras bravas de los clubes. Porque ése que hacía de custodia, de seguridad, es un barrabrava disfrazado de custodio. Y no puede ser custodio.

 


El partido posiblemente se defina en un escritorio. Esto mata el fútbol y mata todo.

 


La Argentina ha hecho un papelón internacional, el mundo nos está viendo.

 


Acá en San Luis también estamos llegando a los mismos niveles, despacito. Primero los metemos en la institución, después le empezamos a dar el manejo de la cantina, la venta de choripán, el estacionamiento afuera, qué objetos llevan, las piedras, los alicates para cortar los alambrados, la seguridad del club….

 


En la época de Alberto J. Armando, presidente de Boca, y Antonio Liberti, en River, había alta competencia y no pasaba esto. Esto comenzó cuando el país empezó a desbarrancar cada vez más, matamos las esperanzas y últimamente parece que ésa fuera la consigna.

 


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