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Hiroshima y Nagasaki: a 70 años del genocidio nuclear

Por redacción
| 06 de agosto de 2015

Hoy y el 9 de agosto se cumplen setenta años del bombardeo atómico realizado por Estados Unidos sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki,  las dos únicas bombas atómicas lanzadas con uso militar no experimental de la historia mundial.

 


La muerte de más doscientas mil personas y los miles de sobrevivientes con graves secuelas mortales, que se extendieron también en las generaciones posteriores, hicieron recordar al mundo durante años el nivel de destrucción al que pueden llegar las armas nucleares.

 


Los pilotos de EE.UU. que lanzaron los ataques se convirtieron en héroes nacionales; hasta el día de hoy muchos estadounidenses siguen sin saber la gravedad de la tragedia que sufrió Japón.

 


Los ataques atómicos provocaron la rendición de Japón el 15 de agosto de 1945. La capitulación de los japoneses fue anunciada al mundo por el presidente de EE.UU., Henry S. Truman.

 


Hibakusha ("persona bombardeada") fue el término con que los japoneses designaron a los sobrevivientes. Oficialmente hubo más de trescientos sesenta mil hibakusha de los cuales la mayoría, antes o después, sufrieron desfiguraciones físicas y otras enfermedades, como cáncer y deterioro genético.

 



Hiroshima. 8:15 del 6 de agosto de 1945

 


La ciudad de Hiroshima, ubicada en Hon-shu, la isla principal del Japón, fue la primera en sufrir la devastación de un ataque nuclear, hasta entonces desconocida. Ese día, cerca de las siete, los japoneses detectaron la presencia de aeronaves estadounidenses dirigiéndose al sur del archipiélago; una hora más tarde, los radares de Hiroshima revelaron la cercanía de tres aviones enemigos. Las autoridades militares se tranquilizaron: tan pocos aviones no podrían realizar un ataque aéreo masivo. Como medida precautoria, las alarmas y radios locales emitieron una señal de alerta para que la población se dirigiera a los refugios antiaéreos.

 


A las 8:15 de la mañana, el bombardero B-29 "Enola Gay", al mando del piloto Paul W. Tibblets, lanzó sobre Hiroshima a "Little Boy", el nombre en clave de la bomba que contenía 60 kilogramos de uranio. Un ruido ensordecedor marcó el instante de la explosión, seguido de un resplandor que iluminó el cielo.

 


En ese día de verano amaneció minutos después de las 5. Estados Unidos podría haber tirado la bomba a las 6, con perfecta visibilidad. Pero esperó a que el centro de la ciudad se llenara de entre cien mil y ciento cincuenta civiles, que desde las 7 ó 7:30 comenzaban sus trabajos.

 


La bomba lanzada por el "Enola Gay" estalló a una altura de 580 metros sobre el centro de Hiroshima. La temperatura sobre la superficie alcanzó los tres mil grados y todo ardió alrededor de cuatro kilómetros. Unas ochenta mil personas  murieron al instante, según el gobierno japonés.

 


Por la radiación, dos horas después murieron sesenta mil personas más (la cifra aumentó con los días y meses). Unas setenta mil resultaron gravemente heridas; el 80% de la ciudad desapareció.

 



Nagasaki. 11:02 del 9 de agosto de 1945

 


Después de la explosión sobre Hiroshima, los estadounidenses esperaban la rendición inmediata de Japón. Pero esto no sucedió. El alto mando japonés dio por hecho que los Estados Unidos sólo tenían una bomba atómica y, ya que el daño estaba hecho, se mantuvieron en armas.

 


Esta actitud fue prevista por los estadounidenses y, para demostrar que tenían más bombas y de mayor fuerza destructiva, arrojaron una segunda.

 


El 9 de agosto, a las 11:02, el espectáculo de la aniquilación nuclear se repitió en Nagasaki, situada en Kyushu, una de las islas menores de Japón.

 


El bombardero B-29 "Bock's Car" lanzó sobre esa ciudad industrial a "Fat Man", una bomba con 6,4 kilos de plutonio, con la capacidad de liberar el doble de energía que la bomba de uranio.

 


Explotó a la altura prefijada:  470 metros sobre el suelo. Generó temperaturas de casi cuatro mil grados centígrados.

 


De los doscientos cuarenta mil habitantes de la ciudad, setenta y cinco mil murieron en el acto y sesenta mil resultaron heridas (según el gobierno japonés); muchas de ellas perecieron días después por enfermedades originadas por la radiación.

 


El ministro de Guerra japonés, Korechika Anami, comunicó inmediatamente que el Japón pelearía hasta perder a su último hombre. Pero por esas horas,  dramáticas, los oficiales del Ejército y la Armada enfrentaban el pesimismo del emperador Hirohito, que se mostraba dispuesto a firmar la rendición.

 


Cinco días después, los japoneses se rindieron incondicionalmente ante las fuerzas aliadas. Con ello, la Segunda Guerra Mundial, que empezó en 1939, se dio por terminada.

 

 


 



Tormentas de fuego

 


Las bombas nucleares devastaron Hiroshima y Nagasaki. Aunque los efectos del bombardeo sobre cada ciudad no fueron iguales: la situación geográfica de ellas influyó sobre el grado de destrucción. En Hiroshima, emplazada sobre un valle, las olas de fuego y radiación se expandieron más rápidamente y a mayor distancia que en Nagasaki, cuya orografía montañosa contuvo la expansión de la destrucción.

 


En esta zona no permaneció en pie ni una sola edificación y se quemaron además las estructuras de acero de los edificios de concreto. Las ondas expansivas de la explosión hicieron estallar vidrios de ventanas ubicadas incluso a 8 kilómetros. Los árboles fueron arrancados desde la raíz y quemados por el calor.

 


En algunas superficies, como los muros de algunos edificios, quedaron plasmadas las "sombras" de carbón de las personas que fueron desintegradas repentinamente por el brutal estallido.

 


El fuego se apoderó de las ciudades, especialmente de Hiroshima, donde se formó una "tormenta de fuego" con vientos de hasta sesenta kilómetros por hora. Había incendios por todos lados. Miles de personas y animales murieron quemados, o bien sufrieron graves quemaduras e incluso heridas por los fragmentos de vidrio y otros materiales que salieron disparados en todas direcciones.

 



Balance de víctimas

 


Los daños fueron indescriptibles, pero la verdadera tragedia fue la pérdida de vidas humanas. Hiroshima, con una población de trescientos cincuenta mil habitantes, perdió instantáneamente a ciento cuarenta mil; en los siguientes cinco años murieron setenta mil más a causa de la radiación, de acuerdo al gobierno nipón. En Nagasaki, donde había doscientos setenta mil habitantes, murieron setenta y cinco mil (cifra que subió antes del fin de 1945) y miles más durante los siguientes años. Se calcula que en total murieron cerca de 250 mil personas, según cifras oficiales brindadas por Japón.

 


Para la BBC, en Hiroshima murieron noventa mil personas al instante, más cincuenta y cinco mil con el correr de los años por la radiación; en Nagasaki, cuarenta mil y treinta y cinco mil en los años siguientes. 

 

 


La justificación del genocidio

 


Tanto Truman como el aparato militar y gubernamental alegaron que el uso de la bomba atómica ayudó a salvar miles de vidas, que se hubieran perdido si la Segunda Guerra hubiera continuado durante más tiempo.

 


Otro argumento fue que los alemanes estaban desarrollando una bomba atómica que hubiera sido usada contra los aliados, si éstos no se hubieran adelantado a usarla en contra de Japón. También dijeron que las bombas atacaron exclusivamente blancos militares, dado que Nagasaki era una ciudad industrial donde había una acerera y una fábrica de torpedos.

 


La memoria de Pearl Harbor sirvió de justificación. El 7 de diciembre de 1941, los japoneses habían tomado por sorpresa a los estadounidenses, atacando el puerto de Pearl Harbor. Ese día se hundieron diecinueve barcos y murieron cerca de dos mil cuatrocientos soldados y marineros.

 


Historiadores dicen que los japoneses no se hubieran rendido nunca. Y que hubieran muerto millones de civiles si Estados Unidos hubiera tenido que invadir Japón por medios convencionales.

 


Para apoyar este argumento, señalaron que el gobierno japonés sólo accedió a rendirse después de que estalló la segunda bomba nuclear en Nagasaki. Eso les hizo creer que habría una lluvia de bombas nucleares sobre todas sus poblaciones civiles. Se dice que EE.UU. no tenía una tercera bomba nuclear lista luego de Nagasaki, debido a la dificultad en preparar el material radiactivo; pero había una tercera ya en curso, sólo faltaba el suficiente material fisionable.

 


Además, para el gobierno de Washington, hacer volar dos ciudades japonesas parecía la única  justificación para la increíble suma de dos mil millones de dólares gastados el "Proyecto Manhattan".

 


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