El sueño de galopar hasta Jesús María

Todo jinete tiene un anhelo que lo lleva a aferrarse fuerte a su caballo y a resistir, sin caer, ante los embates de la vida. Llegar a Jesús María, entrar en el predio del “José Hernández”, subir al potro y mantenerse firme hasta que suene la campana para finalmente escuchar al payador improvisar unos versos con aires de victoria. Ese es el sueño que desvela a los que aman ese duro oficio de la doma que, más que un deporte, es un estilo de vida. 

La delegación de San Luis tiene mucha juventud, pero también experiencia porque todos los muchachos se criaron en el campo.

“Ir a Jesús María es lo mismo que para un futbolista llegar a la Selección Argentina y jugar un Mundial”, graficó con contundencia Juan Báez. “Para los montadores llegar ahí es un sueño”, agregó Emanuel Collado. Ellos dos, junto a Maximiliano Alcaraz y Martín Rodríguez, son quienes cumplirán ese ansiado propósito y tendrán el privilegio de montar en la próxima edición del Festival Nacional e Internacional de Doma y Folclore de la ciudad cordobesa, donde asumirán un difícil compromiso: representar a la provincia de San Luis en la fiesta gaucha más importante del país y del continente.
El evento pone a competir a los mejores jinetes de Argentina y de algunos países vecinos. Cada provincia y cada nación invitada lleva su delegación compuesta por tres jinetes, uno por categoría, y un suplente que puede reemplazar eventualmente a cualquiera de ellos en casos de fuerza mayor. El domingo 20 de diciembre, las puertas de la Sociedad Rural Río Quinto en Villa Mercedes se abrieron para recibir a cerca de cien jóvenes que se disputaron los codiciados lugares. “La Fortuna” fue el escenario de una larga contienda que definió a los tres ganadores y a un suplente: Juan se coronó en Crina Limpia, Maxi en Grupa Surera y Martín se llevó el triunfo en Basto con encimera. Ellos tres viajarán a la ciudad cordobesa para participar del certamen en cada una de las categorías, mientras que Emanuel los acompañará como alternativa.
Este año el festival alcanzará la cifra de 51 ediciones ininterrumpidas. La grilla comenzó el jueves y culmina el 18, y si bien los espectáculos musicales suelen ser un gran atractivo, muchas miradas estarán puestas en el césped del anfiteatro. Allí, a lo largo de los doce días, los sanluiseños pondrán todos sus esfuerzos para mostrar sus destrezas e igualar o superar al noveno puesto que la delegación obtuvo en 2015. Para lograrlo contarán con un guía experimentado, Omar Rodríguez, quien ganó en dos oportunidades el certamen, se dedica a organizar la clasificación y a conducir a los ganadores hasta el festival. “La coneja”, como apodan a Rodríguez, apuesta a las nuevas generaciones para disputarle los primeros lugares a las provincias históricamente más fuertes del certamen, y confía en que estos chicos pueden retornar con sonrisas de triunfo.

Un galope de potrillos
Los tres jinetes ganadores tienen algo en común: son jóvenes pero llevan mucho tiempo arriba de un caballo. Es que tuvieron una infancia distinta a muchos niños de la ciudad. En vez de divertirse con juguetes o con algún videojuego, ellos disfrutaban treparse al lomo de un “petiso” y salir a galopar por los campos.
Juan Báez, por ejemplo, lleva la pasión por las domas en los genes, un gusto que heredó de una familia con tradición gauchesca. “Es algo que se lleva en la sangre. Luis Báez, mi tío, fue campeón de Jesús María en 1980 y me dio algunos consejos apenas arranqué cuando tenía 18 años, pero después me fui haciendo a las caídas”, contó. Hoy el montador tiene 36 años, proviene de una localidad cordobesa llamada Guatimozín pero se instaló hace doce años en Villa Mercedes para trabajar amansando caballos en una quinta.
Tuvo dos participaciones: en 2011 obtuvo el sexto lugar de toda la competencia y en 2013 se trajo un octavo puesto. Fueron dos buenos desempeños para un certamen complicado, que cuenta con el condimento extra de la presión que ejerce el público y la exposición hacia todo el país a través de la televisión. “Es difícil porque pesan mucho los nervios. Además te ponen las pilchas ellos, te cambian las espuelas y todo. A mí me afectó porque las de ellos son más largas a las que yo estoy acostumbrado. Todo eso sumado a la cantidad de gente que hay, y a que el día a día te cansa las piernas y los brazos”, sostuvo. En sus dos experiencias anteriores terminó muy golpeado y aún así jineteó hasta el último día. “Este año me preparo con todas las expectativas y voy a tratar de llegar lo más lejos posible”, contó.
Estar concentrado, tranquilo y en buena forma física son condiciones indispensables para recibir un puntaje prometedor de parte del jurado. Pero hay otro factor que juega un papel determinante: la suerte. Antes de cada noche, realizan un sorteo que define qué “reservado” le tocará a cada jinete. Es un momento de suma importancia porque son animales que muchas veces los participantes no conocen. “Allá es distinto a lo que uno está acostumbrado acá. Usás distintos caballos y uno está habituado a montar a los que uno ya más o menos conoce. Allá solamente ubicamos a algunos caballos que son los que más se nombran”, contó Martín Rodríguez, una palabra autorizada al haber batallado tres veces como titular y una como suplente de la doma más famosa del país. 
Rodríguez es más sereno a la hora de hablar de lo que genera el festival. Esa tranquilidad radica en saber que en su primera participación, en 2006, logró subirse al podio al obtener el tercer puesto en su categoría. Tiene 32 años y 15 como jinete. Casi la mitad de su vida ha pasado domando un equino. “Nací en Villa Mercedes, pero me crié prácticamente en el campo, a cinco kilómetros de Lavaisse, donde incluso fui a la escuela. Después me la he pasado siempre en el campo”, asegura. Aunque hace poco recibió su casita en el barrio 500 Viviendas, Martín conserva los hábitos de la vida rural. Allí los caballos son compañeros de todos los días que aprendió a montar antes de saber atarse los cordones. “Empecé a ser jinete porque siempre jugaba con los petisos. De a poco empecé a animarme con los caballos y me largué con la doma. Un amigo que estaba más en el tema fue el que me llevó y se fueron dando las cosas de a poquito“, recordó. 
Para él no existe otra pasión que los equinos. “Todo el tiempo estoy con los caballos. No tengo otra actividad en la que no haya uno de por medio. Como por ahí otras personas van a jugar al fútbol, nosotros los fines de semana estamos siempre atentos a ir a alguna doma”. Esa dedicación, confía, será la que lo ayudará en Córdoba. “Estoy bien para ir, pero juega mucho la suerte. Aunque por supuesto, uno trata de dar lo mejor, lo que uno sabe”, dijo. 
La experiencia de Rodríguez tiene su contrapunto en Maximiliano Alcaraz, el más jovencito de los competidores, quien probará sus habilidades en la categoría grupa surera. El muchacho es una de las promesas de la doma sanluiseña y en el ambiente le ven buenas condiciones para hacerse camino entre los grandes. “Con los compañeros ya veníamos viendo que él era uno de los que podía llegar a ir, porque estaba haciendo una buena temporada. Por suerte se le dio”, lo elogió Collado. 
Nació en la ciudad de San Luis pero reside en Villa de la Quebrada, donde colabora con su padre en las tareas del campo. Subió por primera vez a un petiso a los 6 años y a los 9 ya cabalgaba en los potros más grandes. En enero, con apenas 16 años, hará su debut en Jesús María. “Estoy contento de haber llegado. Desde chico la vengo peleando y peleando. Somos varios los que queremos llegar domando todos los fines de semana y gracias a Dios se me cumplió a mí. Es una tradición muy grande y no cualquiera puede montar ahí”, afirmó con una notable madurez para su corta edad. Como es menor, Maxi tiene que llevar una autorización de sus padres para poder competir. Pero sostuvo que ese requisito no representa un problema porque tiene una familia amante de la doma (su abuelo y uno de sus tíos fueron montadores) y lo acompañarán hasta el festival.

El escolta agradecido
A Emanuel Collado le tocará escoltar a los tres titulares en condición de suplente. Es un puesto incómodo porque la posibilidad de mostrarse en el coliseo le llegaría a cuestas de la desgracia de alguno de sus compañeros. Sin embargo, el domador que nació en Zanjitas toma con calma su oportunidad y ya se siente satisfecho de poder viajar a la ciudad cordobesa y disfrutar de todo el ambiente gaucho que supone la fiesta. En la edición pasada, Collado fue titular en la categoría crina limpia, de modo que será el segundo año consecutivo en que estará presente. 
Tiene 28 años y comenzó a involucrarse en el oficio aún en contra de los miedos de su madre. “Empecé hace cuatro años pero a mí siempre me gustó. Mis viejos tienen campo y yo vivía con ellos. Desde muy chiquito empecé a montar a caballo con mi papá, pero mi mamá no me dejaba ir a las jineteadas porque me podía lastimar. Un día me anoté a escondidas y hasta cobré un premio. Desde ahí seguí montando y aunque mi vieja nunca quiso, me fue bien”, relató.
Tanta es la pasión que Jesús María despierta en los domadores que muchos hacen grandes sacrificios para poder estar. Emanuel viajó en 2015 a pesar de que su hijo tenía cinco días de recién nacido. Ahora que su niño cumplirá un año, Collado tiene la posibilidad de volver a pisar la tierra de los mejores montadores. “Haber ido fue lo mejor que me pasó en la vida. Poder ir por segunda vez es algo ya muy grande. La jineteada es una parte de mi vida, por la jineteada dejo todo. Mi señora siempre me apoyó, al igual que mi nene, que le pedía a todos los santitos que me ayudaran a clasificar”. Y los santitos cumplieron...