“Me dijo "mamá, me voy". Le pregunté a dónde. No me dijo. Le pedí que no se metiera en problemas. Me abrazó y se largó a llorar. Desde ese día, no volví a verlo (…) Ya han pasado unos diez meses”. Ese fragmento resume el último recuerdo que Gilda Carina Alaniz tiene de su hijo, Cristian Giménez, prófugo por el asesinato de la comerciante Edelia Bianny Ortiz de Balbo, ocurrido durante un asalto en su domicilio, el 19 de noviembre pasado.
La despedida ocurrió, según estimó la testigo ayer, “una semana o dos” después del homicidio de la anciana de 79 años. Días más tarde, los investigadores de la división Homicidios fueron a su casa y le dijeron que buscaban a su hijo por el crimen. “Me puse muy mal, muy nerviosa –admitió ante el tribunal–. No creí que mi hijo hubiera llegado a tanto”. Probablemente recordó las lágrimas de él, y empezó a darle crédito a las palabras de los policías.
Alaniz vive en Chaco casi Córdoba, en San Luis capital, según les explicó a los jueces de la Cámara del Crimen 2. Si algo quedó en claro durante su relato es que la relación con Cristian, a quien apodan “El Panadero”, no ha sido fácil, por su conducta. Quizás esta se explica, en parte, por la adicción del joven a las drogas. “Sabía que había fumado o tomado algo porque le sentía olor raro, y los ojos se le ponían rojos”, describió.
Tras el robo en lo de Edelia, su hijo reapareció en el domicilio materno. Fue con “La Puki”, su cómplice adolescente. El otro, Miguel “El Miguelón” Castro, el único acusado que es juzgado en este juicio oral, no estuvo en lo de Alaniz.
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