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Informe especial: el drama de llevarse materias a rendir

Por redacción
| 11 de diciembre de 2016
Concentrados en el aula. Los profesores dictan clases de apoyo, durante la semana previa a los exámenes de diciembre.

Las caras largas, el asombro, el enojo, la ansiedad y los nervios son los primeros que salen a la galería cuando toca el timbre del recreo más largo del año. Llega diciembre y es común para los profesores y maestros escuchar frases como “para mí recién ahora empiezan las clases”, “me llevé hasta el recreo” o las eternas y ocurrentes plegarias que rezan los chicos para aprobar el año. Algunos adolescentes lo toman como una hazaña, otros como algo gracioso y a la mayoría les preocupa. Para los padres y las autoridades representa momentos de angustia y de incertidumbre: ¿Qué está pasando en la escuela? ¿Por qué los chicos no estudian? ¿Cuánto dinero extra tendré que gastar para que preparen a mi hijo? ¿Podrá aprender en pocos días lo que no estudió durante el año? ¿De quién es la culpa? ¿Hay culpas?

 


Según las cifras del Relevamiento Anual 2015, del Ministerio de Educación de San Luis, el 26% de los chicos se lleva materias a diciembre en todos los niveles, y se  produce principalmente durante el cursado de los tres primeros años de la secundaria.

 


De 2016 aún no hay datos oficiales aunque, de acuerdo a los números que brindan algunos de los docentes consultados, se repite la misma tendencia que el año pasado.

 


Los alumnos, los profesores, los padres, las autoridades y los cambios que se están generando en el mundo educativo, son los pilares que sostienen el futuro y por eso demandan modificaciones y requieren la atención de grandes y chicos.  

 


Silvia Miranda, jefa del Subprograma Generación Net, especificó que “antes en la familia era algo muy fuerte que un chico se llevara una materia. Con el tiempo nos fuimos acostumbrando a esto y a que se contratara a alguien externo para que puedan rendir y avanzar bien, en lugar de que esto funcionara como un apoyo”, y agregó: “En un primer momento, se puede considerar que el chico que no aprende es un desentendimiento de la escuela y se supone también como que es una responsabilidad de la escuela, porque la familia lo manda para que aprenda; aunque tampoco se les exige desde la casa a los chicos para que les vaya bien”.

 


La funcionaria especificó que actualmente en las escuelas, por legislación, dan clases de apoyo para que alumnos rindan en diciembre y en febrero. “Esto tiene dos aristas: el chico que no entendió con determinado docente va a ser difícil que aprenda algo con el mismo profesor. Hubo algo que no anduvo en la relación con el docente para aprender. La familia se ha corrido un poco del rol de exigir a los chicos, pero también la escuela se ha corrido hacia una responsabilidad absoluta de lo que le pasa al chico”, dijo.

 


Miranda explicó que en la otra arista está el padre que se resigna y lleva a los chicos a maestros particulares, y generalmente son docentes que pertenecen al mismo sistema educativo. “Pagan fortunas para que el chico aprenda todo lo que no aprendió durante el año. Quieren asegurarse de que aprueben y es por esto que proliferan los institutos de apoyo escolar. Para muchos docentes que sus alumnos no aprendan o repitan el año es un golpe duro”, aseguró y agregó que también hay docentes que no tienen incorporadas técnicas para llegar a los alumnos y recurren a esto de “que se porten bien para aprobar la materia”.

 


Otro tema importante para la jefa del Subprograma Generación Net es lo que pasa con quienes repiten. “La escuela debería tener una postura autocrítica en este sentido, porque no se hace cargo, expulsa y se desentiende del repitente, pero tiene que hacerse cargo”, afirmó y concluyó en que “hay que trabajar en las técnicas y estrategias para llegar a los alumnos".

 


El proceso de aprendizaje

 


El jefe de Subprograma Nivel Secundario, Enrique Chiesa, considera que durante el proceso de aprendizaje no hay que perder de vista los cuatro pilares fundamentales: saber, hacer, convivir y ser. “No funcionan en un orden, se dan de manera paralela y conjunta, el saber son los conocimientos, lo que establece la ciencia. La verdad absoluta no existe, existen cambios, la evolución en el mundo se da permanentemente. El aprendizaje de hacer es lo que podemos llevar a la práctica. El de convivir hace referencia a conocer diferentes posturas, en ellas tiene que haber un justo diálogo. Para establecer esta ley necesitamos ceder, que es lo que habitualmente no sucede en el aprendizaje. En el ser entran en juego los valores, el hacerse responsable de los actos. Tendría que suceder en todos los espacios de la sociedad”, explicó y agregó que ésta no es una teoría propia, sino que es una reflexión sustentada por la Unesco.

 


Además sugiere a los padres que se involucren en la evaluación de sus hijos. “Soy partidario de que no tendrían que existir fechas concretas de evaluación, sino que debe ser constante. De nada sirve disertar y estar constantemente hablando, sin escuchar al otro y esto no es bajar calidad educativa. El aprendizaje empieza el primer día de clase y termina el último. No porque el chico apruebe, nos debemos relajar. Porque la vida exige procesos de aprendizajes continuos y constantes”.

 


Una de las consignas para 2017 es aceptar el cambio que se está presentando a nivel mundial. Hay que saber estar atentos, escuchar al otro y tener paciencia.

 


Algunas herramientas útiles

 


La escuela tiene un enorme desafío y es muy probable que haya que reformular programas y reacondicionar contenidos. No existe una receta única, pero ya los docentes no pueden dar lecciones de memoria y “repetir como loro”, porque las nuevas generaciones reclaman a gritos otros discursos, otras ideas y otras formas de enseñar. “Entender no implica dominar un concepto, no implica haberlo ejercido, el proceso de aprendizaje implica el ejercicio constante”, especificó Chiesa.

 

Hay muchas opciones para dar clases entretenidas y dinámicas, una de ellas es cambiar los ambientes: salir del aula, organizar espacios de lectura al aire libre, ir a un laboratorio, visitar museos, hacer recorridos. También se pueden utilizar distintas herramientas como las computadoras, que ya están incorporadas a la mochila como la calculadora lo fue en su momento; está comprobado que con el buen uso de los teléfonos celulares en el aula, se logran buenos resultados: se pueden descargar libros, visitar páginas informativas e interactuar con aspectos audiovisuales, entre otras cosas.

 


Puede resultar hasta divertido para un profesor dividir el módulo para realizar distintas actividades, más de dos, y sorprender a los alumnos, separarlos en grupo y darles una actividad que los saque de contexto. “Hay que convertirse en un motor para que los chicos no pierdan ante la desmotivación y el desgano, que es un proceso natural en la adolescencia. En esa empatía nos está faltando tener en cuenta los aspectos psicológicos, fisiológicos y espirituales, en el sentido de estar atentos a los estados de ánimo. Hay adolescentes activos y dinámicos, y otros más introvertidos”, afirmó Chiesa y agregó que “a partir de los 16 años las personas logran comprender, esto no significa que no haya otras personas que lo logren antes, pero implica la estimulación en la casa, de la lectura, de ver y oír opiniones en programas de TV y analizar espacios en los que también se generan debates”.

 


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