Debió mudarse por los daños de una obra inconclusa en el GEPU

La mudanza suele estar aparejada por un sentimiento agradable, de crecimiento personal pero siempre hay una excepción a la regla y eso es lo que siente Pablo Correa. El vecino, cuya casa colinda con la obra del GEPU, debió mudarse porque se le generó un pozo en el patio de su vivienda y teme por la estructura del edificio.

El agujero en el patio tiene un metro y medio, y “se pasó a la obra” de al lado, comentó el damnificado. Si uno se para en su terreno puede observar, por debajo de la pared medianera, lo que depara el destino para la retrasada obra del club deportivo.

La vivienda está sobre calle Rivadavia y el fondo del margen izquierdo colinda con GEPU. El tramo del patio que va de la casa hacia el fondo es en gran parte de cemento. Pero donde estuvo el daño, es de tierra.

“Hubo muchas lluvias. No lo puedo compactar con tierra porque si lo llenás, se vuelve a formar el hueco. Del otro lado no tengo nada compactado entonces el agua pasa derecho”, comentó Correa y señaló que los arreglos no fueron de lo mejor, ya que si bien los responsables le pagaron la medianera, lo hicieron a las “apuradas” y el muro de contención para evitar lo que sucedió hoy, no existió. Aunque el patio esté ahí, visible para cualquier persona que pueda apreciarlo, el damnificado sostuvo que para él no lo tiene hace casi tres años. Lo borró de su mente.

El vecino aseguró que ya al menos otras tres casas a la redonda de ese terreno están deshabitadas. Entre su ex hogar y el club, hay un negocio alquilado a una aseguradora, pero dijo que desconoce si tuvo inconvenientes parecidos.

“No puedo vivir así. Tengo inseguridad, olores y mugre. La humedad se mete por cualquier lado y no sé dónde puede ir. ¿Y qué puede pasar? No puedo salir al patio, volvimos al comienzo. Estar así es de terror”, aseguró. Correa está casado y tiene tres hijos. Por eso su temor y la decisión de irse al barrio Puertas del Sol.

El hombre, que heredó esa vivienda, tuvo que privarse de la comodidad que ofrece el centro de la ciudad. Puso su casa en venta hace dos años pero sabe que la tiene difícil: “Más de uno ha ido a verla pero me dicen ‘¿Y ésto?’. Es lo primero que preguntan. Ya no sé qué decirles. Digo lo poco que conozco de lo que pasa". Es consciente que en su terreno se podría construir un edificio, pero si desean dejar todo como está, las chances de poder venderlo son prácticamente nulas.

A mitad del año pasado, tras la intervención de la Municipalidad, logró que le levantaran una medianera. Además, el Juzgado de Faltas libró un oficio para que la empresa constructora tome una serie de medidas para evitar lo que sucedió finalmente. “Todo sigue igual o peor”, dijo enojado.

Correa reconoció que hace dos meses habló con el presidente del club, en malos términos, y si bien dijo que estuvo mal, ya no sabe cómo reaccionar ante esta situación. “Se dice que lo quieren vender pero parece que nadie lo quiere agarrar. Esto es una obra clandestina y ya la Municipalidad había dicho hace un año que no tenía los papeles en regla. La carpeta municipal no fue aprobada, no sé cómo hicieron para llegar tan lejos”, se preguntó.

En febrero del año pasado, el juez de Faltas Municipal, Alejandro Ferrari, aprobó la reanudación de las tareas en el terreno que el Club Gimnasia cedió al Fideicomiso GEPU 1, donde estaba proyectado levantar un edificio de seis pisos con cuarenta y dos departamentos.

Correa no pudo llevar esta situación a un Juzgado porque dice no contar con los fondos necesarios. Por el momento envió cartas documento. Espera una solución, la intervención de nuevo de la Intendencia o algo. Quiere estar más tranquilo.