Dos delincuentes armados se las ingeniaron para sortear todos los dispositivos de seguridad del country “Los Caldenes”, ubicado junto al aeropuerto de Villa Reynolds, y llegar hasta la casa de un comerciante, al que sorprendieron mientras dormía, a la madrugada. Lo maniataron junto a su esposa y su madre y le robaron cinco mil dólares, joyas de oro y dos celulares.
El atraco fue ayer, a las cuatro de la madrugada. Los delincuentes fueron a la fija. Sabían que Alejandro Lungarini, de 48 años, tenía dinero en su casa, ubicada en la calle Ruiseñor 745, dentro del club de campo ubicado a la vera del bulevar Jorge Newbery –continuación de la ruta provincial 24–, seis kilómetros al sureste de Villa Mercedes.
En la vivienda sólo estaban el dueño, su esposa y su madre. La Policía trata de determinar por dónde y cómo entraron los delincuentes al predio de ciento ocho hectáreas que abarca “Los Caldenes”, un emprendimiento urbanístico en el que ya residen cien familias de manera permanente, según la página web del country.
El complejo está cerrado con un cerco perimetral de más de dos metros de altura y además tiene puestos de vigilancia en la entrada y en diversos puntos del perímetro, informó el oficial principal Juan Pablo Barrera, que estaba de jefe de turno en el Centro de Operaciones de la Policía ayer, cuando llegó el alerta del asalto.
Las viviendas no tienen cercos individuales o medianeras y entre una y otra, sólo media un extenso parque.
El teléfono de emergencias 101 recibió el aviso a las 4:15, aproximadamente.
Los ladrones entraron a la casa después de forzar una puerta balcón de la parte trasera. Eran dos y estaban armados. Sorprendieron a las tres víctimas en los dormitorios y las maniataron con lo que encontraron dentro de la casa.
La idea de que los delincuentes contaban con información precisa surge del hecho de que mientras amenazaban a Lungarini, le exigían que les diera dinero y le insistían “dame la guita, dame la guita, sabemos que tenés guita”.
Una vez que obtuvieron el botín, volvieron a salir como habían entrado. Una vez que pudo desatarse, Lungarini llamó a la Policía.
Ayer a la tarde la víctima estaba haciendo la denuncia formal en la Comisaría 31ª, informó la oficial principal Norma Nieto, que estaba de jefe de turno en Operaciones.
“Los vigiladores no notaron nada desde el puesto de la entrada y no vieron a nadie merodeando”, contó Barrera.
Ayer, la Seccional 31ª preveía hacer una recorrida para ver si encontraban en el cerco alguna rotura o al menos una huella de por dónde entraron los delincuentes, que actuaron a cara descubierta.
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