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Marcelo Riera: "Queremos mejorar la salud desde la recepción del paciente"

Por redacción
| 04 de abril de 2016
Ministro. Contó que los países desarrollados quieren volver al sistema que inicia con el médico de la familia y los enfermeros.

Se lo ve seguro, tranquilo pero con muchos temas en la cabeza. No era la primera vez que El Diario de la República iba a su despacho para poder entrevistarlo. Pero su reciente asunción como ministro de Salud impulsó una catarata de reuniones con médicos, funcionarios y familias particulares. Así, después de atenderlos, pasar otras citas para la tarde y dejar el celular a un costado del escritorio, Marcelo Riera dio un diagnóstico detallado del sistema sanitario en la provincia y el país. Explicó por qué es necesario que la comunidad vuelva a tomar conciencia de los buenos hábitos y recupere las consultas con los médicos de cabecera. Además, aseguró que la designación de su antecesor, Roberto Schwartz, como rector de la Universidad Nacional de Villa Mercedes (UNViMe), ayudará definitivamente a que San Luis tenga su tan esperada facultad pública de medicina.

 


—¿Cómo está San Luis en salud?

 


—Mirá, en principio el análisis se hace a partir de cuatro escenarios, porque el sistema se mueve a partir de los siguientes elementos: el primero es el recurso humano, que es muy importante porque es el entendido como el proveedor del servicio. El segundo es la financiación, que somos nosotros, como estructura de Gobierno, que tiene a su cargo el Ministerio, en torno al cual se pagan los sueldos por prestaciones y distintas actividades contractuales. El tercero es el órgano contralor, que también es propio del Estado, encargado de fiscalizar y verificar que todo se cumpla en función a la prestación, el pago, etcétera. Y la última ‘pata’ de esta gran mesa es el paciente, que se califica como usuario.

 


—¿De qué manera lo evalúan?

 


—La evaluación se basa en si el paciente está ‘satisfecho’ o ‘insatisfecho’, no sólo por la recepción y percepción del sistema, sino también por el tiempo que se tardó en resolver su necesidad y la forma en la que se trató ese bien más preciado que tiene el ser humano, que es la salud, y que no tiene medición.

 


Bueno, sobre esta mesa nos encontramos con un usuario con niveles muy altos de insatisfacción y percepción. Porque, como es un sistema, tiene que sentirse parte del mismo. Además, observamos que hay enojo ya desde la puerta de asistencia inicial, que es el trato cordial. Éste es un punto clave a mejorar, principalmente porque una buena recepción puede descomprimir de entrada una situación y le permite al paciente vislumbrar un escenario distinto de su enfermedad.

 


—¿Y con la falta de recursos humanos?

 


—Respecto a los prestadores del servicio, hay una crisis mundial. Y los países que más lo sienten son los que estamos en vías de desarrollo. De hecho, la Organización Panamericana de la Salud explica en un informe que hay una crisis muy fuerte de recursos humanos en el sistema sanitario, que responde a las áreas específicas de terapia intensiva, neonatología, algo de pediatría, etcétera.

 


 —¿Cuál es el panorama en Argentina?

 


—En estos últimos años hubo una migración de las carreras universitarias abocadas a las ciencias de la salud, hacia las distintas ingenierías. El proyecto Arsat (empresa estatal  argentina que tiene los derechos para operar y comercializar satélites de comunicaciones) por ejemplo, fue uno de los que se llevó la magia de las casas de estudio, en pos de posicionar más ingenieros.

 


Esto también acompañó la migración de los alumnos hacia facultades de física, matemática, etcétera. Y a su vez, las ciencias de salud se fueron despoblando hacia áreas de menor tiempo de cursado y casi de igual implosión dentro del sistema sanitario: enfermería universitaria son tres años; una tecnicatura en esterilización también son tres y es un título intermedio para llegar a ser farmacéutico. Entonces, se fueron acomodando las estructuras para poner recursos humanos más rápido, pero en estas categorías.

 


—Y el interior es el que más lo sufre.

 


—Claro. Más difícil la tienen las provincias más chicas o las que están más alejadas de las localidades que ofrecen esas carreras. Por ello, a este análisis hay que sumarle que de los estudiantes que llegan a recibirse, el 70% se queda en los grandes centros, como Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, dificultando la atención en los lugares más chicos que, si bien tienen menor población, tienen las mismas necesidades.

 


—Bajo este contexto ¿cómo está San Luis?

 


—El número de recursos humanos y el que está en vías de aprendizaje no cubre la demanda. Si bien tenemos un centro privado que sí la ofrece en San Luis, al ser privada, tiene un costo de formación más elevado, porque no sólo hablamos de la cuota, sino también de los libros, el traslado, etcétera.

 


—¿Por todo esto resulta clave la idea del Gobernador de tener una facultad pública de medicina?

 


—La llegada de Schwartz al rectorado de la UnViMe tiene un fuerte rol estratégico, que es el de elevar y potenciar ese proyecto. Así tenemos una alianza estratégica, para que el ministerio y la propia universidad permitan un modelo de triangulación, entre la educación, el propio recurso humano y los hospitales escuelas. Así vamos a tener la garantía de que los nuevos profesionales tengan una continuidad para las residencias.

 


—¿Estamos muy lejos de este sueño? ¿Se podrá conseguir en menos de cuatro años?

 


—Generalmente los plazos los estipula el Ministerio de Educación, porque es quien hace la acreditación de las carreras. Entonces depende de su estructura organizativa. Pero bueno, estamos afianzando este camino y sí, es un objetivo claro de esta nueva gestión.

 


—¿Cómo ves hoy la carrera sanitaria? ¿Tenés pensado aplicarle algún tipo de cambio?

 


—Las fuentes de ingreso al sistema de salud son variables. Una de ellas es la carrera sanitaria, que es un formato que a la provincia le ha dado excelentes resultados.

 


Pero seguro que en un lapso de tiempo, muchas cosas que hace veinte funcionaban muy bien, quizás haya que repensar. En ese proceso estamos; no en la reformulación de la carrera sanitaria, sino en ver cuál es la barrera que impide o limita el ingreso de algún profesional. Es decir, el punto a trabajar es que la oferta sea tentadora.

 


—Pero ¿por qué en Argentina, en general, cobran tan poco?

 


—La profesión sufrió un contexto de quiebre porque antes un médico tenía o debía percibir honorarios semejantes a los de un juez. Pero en el tiempo esto se fue perdiendo, desequilibrando en torno a su posicionamiento. Por ahí, por no abogar por los derechos ya adquiridos, se fue dejando de lado la pelea por la recategorización.

 


—¿Y cuál es el camino a seguir?

 


—Creo que hay que proyectar el escenario de la escala, el de llegar y cumplir un objetivo, que es lo que permite realmente hacer una carrera. Esas líneas son hacia donde tenemos que migrar, para que el profesional pueda alcanzar y trazar nuevas metas.

 


De hecho, lo decía el Gobernador: San Luis tienen que llegar a un momento donde sólo los ministros sean los elegidos, y de ahí para abajo, todos los que ocupen el resto de los puestos, lleguen a partir de los concursos y las condiciones que cada uno reúna.

 


 —¿Somos una sociedad que cada vez cuida menos su salud?

 


—En países en vías de desarrollo como el nuestro, diez años atrás, la población moría principalmente a causa de enfermedades que se transmiten de una persona a otra, como gripe, diarrea, neumonía. Pero con el paso del tiempo, la aparición de las tecnologías para el diagnóstico precoz y la llegada de más antibióticos y vacunas, empezamos a evitarlas. Como consecuencia pasamos una transición epidemiológica, donde bajaron las enfermedades transmisibles y aumentaron considerablemente las no transmisibles.

 


Bueno, en nuestra provincia, la primera causa de muerte son las enfermedades crónicas no transmisibles. Dentro de esto tenemos las que son cardiovasculares, como la cardiopatía isquémica (trastornos en el corazón). Y por otro lado, tenemos las oncológicas, donde están los distintos tipos de tumores, como el cáncer de cuello y mama en las mujeres, o el de próstata en los hombres, o el del tubo digestivo y el colon rectal para ambos.

 


—¿Entonces tenemos que tomar más conciencia para hacernos chequeos mensuales o anuales, de acuerdo a la edad?

 


—Sí. Pero esa transición ya se ejecutó. Por lo tanto, ahora el sistema tiene que pelear con las crónicas no transmisibles. Y para eso hay que potenciar la prevención primaria, como así también mejorar nuestro estilo de vida.

 


Hay un estudio canadiense del 2007 que ya decía que todos vamos a ser hipertensos en algún momento de nuestra vida, y que la diferencia dependía de qué hacía cada uno para retrasar su aparición. Por eso, si yo no hago ningún tipo de actividad, probablemente voy a ser hipertenso a partir de los 30, 35, 40 años. En cambio, si me cuido, seguramente voy a superar los 50, 60, 70 años.

 


—Por eso el sedentarismo es el gran enemigo del hombre

 


—Básicamente, dentro de las enfermedades crónicas no transmisibles, peleamos contra la obesidad, la hipertensión arterial y la diabetes. Éstas van de la mano. Por ejemplo, un paciente hipertenso tiene mayor riesgo de infartarse, de que su corazón falle y genere un accidente cerebrovascular (ACV).

 


—Y el exceso de sal en las comidas también aporta lo suyo

 


—La sal, la mala alimentación y la falta de ejercitación. Pero fijate que en esta transición, la tasa demográfica está en pleno crecimiento, por un aumento de la expectativa de vida. No obstante, este régimen cotidiano que llevamos hoy en día acompañó la aparición de los "fast food", por ejemplo. Y si uno compara la hamburguesa de una reconocida fábrica mundial, ahora es más chica que antes, pero con el doble de calorías.

 


Por ello la encuesta internacional de factores de riesgo midió que los índices de colesterol son peores que hace diez años.

 


—¿No será que cada vez confiamos y nos 'agarramos' más de los avances tecnológicos y los fármacos, para eliminar cualquier problema, en lugar de tratar de evitarlos?

 


—Nos falta recuperar la autorresponsabilidad, porque el escenario más importante es cómo uno se condiciona hacia distintos modelos de enfermedad. Si uno mira a nuestros abuelos, quienes no tenían grandes medicamentos y tecnologías, vivieron con una conciencia de vida diaria muy prolija.

 


Se lo ve seguro, tranquilo pero con muchos temas en la cabeza. No era la primera vez que El Diario de la República iba a su despacho para poder entrevistarlo. Pero su reciente asunción como ministro de Salud impulsó una catarata de reuniones con médicos, funcionarios y familias particulares. Así, después de atenderlos, pasar otras citas para la tarde y dejar el celular a un costado del escritorio, Marcelo Riera dio un diagnóstico detallado del sistema sanitario en la provincia y el país. Explicó por qué es necesario que la comunidad vuelva a tomar conciencia de los buenos hábitos y recupere las consultas con los médicos de cabecera. Además, aseguró que la designación de su antecesor, Roberto Schwartz, como rector de la Universidad Nacional de Villa Mercedes (UNViMe), ayudará definitivamente a que San Luis tenga su tan esperada facultad pública de medicina.

 


—¿Cómo está San Luis en salud?

 


—Mirá, en principio el análisis se hace a partir de cuatro escenarios, porque el sistema se mueve a partir de los siguientes elementos: el primero es el recurso humano, que es muy importante porque es el entendido como el proveedor del servicio. El segundo es la financiación, que somos nosotros, como estructura de Gobierno, que tiene a su cargo el Ministerio, en torno al cual se pagan los sueldos por prestaciones y distintas actividades contractuales. El tercero es el órgano contralor, que también es propio del Estado, encargado de fiscalizar y verificar que todo se cumpla en función a la prestación, el pago, etcétera. Y la última ‘pata’ de esta gran mesa es el paciente, que se califica como usuario.

 


—¿De qué manera lo evalúan?

 


—La evaluación se basa en si el paciente está ‘satisfecho’ o ‘insatisfecho’, no sólo por la recepción y percepción del sistema, sino también por el tiempo que se tardó en resolver su necesidad y la forma en la que se trató ese bien más preciado que tiene el ser humano, que es la salud, y que no tiene medición.

 


Bueno, sobre esta mesa nos encontramos con un usuario con niveles muy altos de insatisfacción y percepción. Porque, como es un sistema, tiene que sentirse parte del mismo. Además, observamos que hay enojo ya desde la puerta de asistencia inicial, que es el trato cordial. Éste es un punto clave a mejorar, principalmente porque una buena recepción puede descomprimir de entrada una situación y le permite al paciente vislumbrar un escenario distinto de su enfermedad.

 


—¿Y con la falta de recursos humanos?

 


—Respecto a los prestadores del servicio, hay una crisis mundial. Y los países que más lo sienten son los que estamos en vías de desarrollo. De hecho, la Organización Panamericana de la Salud explica en un informe que hay una crisis muy fuerte de recursos humanos en el sistema sanitario, que responde a las áreas específicas de terapia intensiva, neonatología, algo de pediatría, etcétera.

 


 —¿Cuál es el panorama en Argentina?

 


—En estos últimos años hubo una migración de las carreras universitarias abocadas a las ciencias de la salud, hacia las distintas ingenierías. El proyecto Arsat (empresa estatal  argentina que tiene los derechos para operar y comercializar satélites de comunicaciones) por ejemplo, fue uno de los que se llevó la magia de las casas de estudio, en pos de posicionar más ingenieros.

 


Esto también acompañó la migración de los alumnos hacia facultades de física, matemática, etcétera. Y a su vez, las ciencias de salud se fueron despoblando hacia áreas de menor tiempo de cursado y casi de igual implosión dentro del sistema sanitario: enfermería universitaria son tres años; una tecnicatura en esterilización también son tres y es un título intermedio para llegar a ser farmacéutico. Entonces, se fueron acomodando las estructuras para poner recursos humanos más rápido, pero en estas categorías.

 


—Y el interior es el que más lo sufre.

 


—Claro. Más difícil la tienen las provincias más chicas o las que están más alejadas de las localidades que ofrecen esas carreras. Por ello, a este análisis hay que sumarle que de los estudiantes que llegan a recibirse, el 70% se queda en los grandes centros, como Buenos Aires, Córdoba, Rosario, Mendoza, dificultando la atención en los lugares más chicos que, si bien tienen menor población, tienen las mismas necesidades.

 


—Bajo este contexto ¿cómo está San Luis?

 


—El número de recursos humanos y el que está en vías de aprendizaje no cubre la demanda. Si bien tenemos un centro privado que sí la ofrece en San Luis, al ser privada, tiene un costo de formación más elevado, porque no sólo hablamos de la cuota, sino también de los libros, el traslado, etcétera.

 


—¿Por todo esto resulta clave la idea del Gobernador de tener una facultad pública de medicina?

 


—La llegada de Schwartz al rectorado de la UnViMe tiene un fuerte rol estratégico, que es el de elevar y potenciar ese proyecto. Así tenemos una alianza estratégica, para que el ministerio y la propia universidad permitan un modelo de triangulación, entre la educación, el propio recurso humano y los hospitales escuelas. Así vamos a tener la garantía de que los nuevos profesionales tengan una continuidad para las residencias.

 


—¿Estamos muy lejos de este sueño? ¿Se podrá conseguir en menos de cuatro años?

 


—Generalmente los plazos los estipula el Ministerio de Educación, porque es quien hace la acreditación de las carreras. Entonces depende de su estructura organizativa. Pero bueno, estamos afianzando este camino y sí, es un objetivo claro de esta nueva gestión.

 


—¿Cómo ves hoy la carrera sanitaria? ¿Tenés pensado aplicarle algún tipo de cambio?

 


—Las fuentes de ingreso al sistema de salud son variables. Una de ellas es la carrera sanitaria, que es un formato que a la provincia le ha dado excelentes resultados.

 


Pero seguro que en un lapso de tiempo, muchas cosas que hace veinte funcionaban muy bien, quizás haya que repensar. En ese proceso estamos; no en la reformulación de la carrera sanitaria, sino en ver cuál es la barrera que impide o limita el ingreso de algún profesional. Es decir, el punto a trabajar es que la oferta sea tentadora.

 


 —Pero ¿por qué en Argentina, en general, cobran tan poco?

 


—La profesión sufrió un contexto de quiebre porque antes un médico tenía o debía percibir honorarios semejantes a los de un juez. Pero en el tiempo esto se fue perdiendo, desequilibrando en torno a su posicionamiento. Por ahí, por no abogar por los derechos ya adquiridos, se fue dejando de lado la pelea por la recategorización.

 


—¿Y cuál es el camino a seguir?

 


—Creo que hay que proyectar el escenario de la escala, el de llegar y cumplir un objetivo, que es lo que permite realmente hacer una carrera. Esas líneas son hacia donde tenemos que migrar, para que el profesional pueda alcanzar y trazar nuevas metas.

 


De hecho, lo decía el Gobernador: San Luis tienen que llegar a un momento donde sólo los ministros sean los elegidos, y de ahí para abajo, todos los que ocupen el resto de los puestos, lleguen a partir de los concursos y las condiciones que cada uno reúna.

 


 —¿Somos una sociedad que cada vez cuida menos su salud?

 


—En países en vías de desarrollo como el nuestro, diez años atrás, la población moría principalmente a causa de enfermedades que se transmiten de una persona a otra, como gripe, diarrea, neumonía. Pero con el paso del tiempo, la aparición de las tecnologías para el diagnóstico precoz y la llegada de más antibióticos y vacunas, empezamos a evitarlas. Como consecuencia pasamos una transición epidemiológica, donde bajaron las enfermedades transmisibles y aumentaron considerablemente las no transmisibles.

 


Bueno, en nuestra provincia, la primera causa de muerte son las enfermedades crónicas no transmisibles. Dentro de esto tenemos las que son cardiovasculares, como la cardiopatía isquémica (trastornos en el corazón). Y por otro lado, tenemos las oncológicas, donde están los distintos tipos de tumores, como el cáncer de cuello y mama en las mujeres, o el de próstata en los hombres, o el del tubo digestivo y el colon rectal para ambos.

 


—¿Entonces tenemos que tomar más conciencia para hacernos chequeos mensuales o anuales, de acuerdo a la edad?

 


—Sí. Pero esa transición ya se ejecutó. Por lo tanto, ahora el sistema tiene que pelear con las crónicas no transmisibles. Y para eso hay que potenciar la prevención primaria, como así también mejorar nuestro estilo de vida.

 


Hay un estudio canadiense del 2007 que ya decía que todos vamos a ser hipertensos en algún momento de nuestra vida, y que la diferencia dependía de qué hacía cada uno para retrasar su aparición. Por eso, si yo no hago ningún tipo de actividad, probablemente voy a ser hipertenso a partir de los 30, 35, 40 años. En cambio, si me cuido, seguramente voy a superar los 50, 60, 70 años.

 


—Por eso el sedentarismo es el gran enemigo del hombre

 


—Básicamente, dentro de las enfermedades crónicas no transmisibles, peleamos contra la obesidad, la hipertensión arterial y la diabetes. Éstas van de la mano. Por ejemplo, un paciente hipertenso tiene mayor riesgo de infartarse, de que su corazón falle y genere un accidente cerebrovascular (ACV).

 


—Y el exceso de sal en las comidas también aporta lo suyo

 


—La sal, la mala alimentación y la falta de ejercitación. Pero fijate que en esta transición, la tasa demográfica está en pleno crecimiento, por un aumento de la expectativa de vida. No obstante, este régimen cotidiano que llevamos hoy en día acompañó la aparición de los "fast food", por ejemplo. Y si uno compara la hamburguesa de una reconocida fábrica mundial, ahora es más chica que antes, pero con el doble de calorías.

 


Por ello la encuesta internacional de factores de riesgo midió que los índices de colesterol son peores que hace diez años.

 


—¿No será que cada vez confiamos y nos 'agarramos' más de los avances tecnológicos y los fármacos, para eliminar cualquier problema, en lugar de tratar de evitarlos?

 


—Nos falta recuperar la autorresponsabilidad, porque el escenario más importante es cómo uno se condiciona hacia distintos modelos de enfermedad. Si uno mira a nuestros abuelos, quienes no tenían grandes medicamentos y tecnologías, vivieron con una conciencia de vida diaria muy prolija.

 


Por eso también, desde nuestro lado, tenemos que rehumanizar el sistema sanitario, para que el diagnóstico no sea reemplazado por un método complementario. Mucha gente ya directamente pide una tomografía para saber qué tiene. Y no, tiene que volver la figura del médico de cabecera, del doctor de la familia que conoce la historia de cada paciente.

 


Tal es así que en los países del primer mundo están volviendo a esto. Por un lado a recuperar la fe, como un elemento de poder creer en algo. Y por el otro, a cumplir con cada uno de los pasos del sistema: un enfermero es muy valioso en esta cadena, porque es el que va derivando a los pacientes de acuerdo a su grado de necesidad. Tenemos que apoyarnos y usar cada una de las áreas, porque el sistema sanitario es uno solo; puede estar disgregado entre quienes lo financian –prepagas, obras sociales-, pero eso es otra cosa. Lo que tenemos que garantizar es una fuerte accesibilidad y de calidad.

 


—Volvamos a la realidad de San Luis. ¿Cómo piensa mejorar la prestación entre las quejas contra PAMI y el sanatorio Ramos Mejía, y el desborde del Policlínico?

 


—Tenemos que armar alianzas, porque PAMI tiene un sistema capitado a través del cual le genera a una unidad sanatorial un determinado número de pacientes y sobre eso tiene que pagar.

 


El tema es que la población siempre crece, además del aumento en la expectativa de vida. Entonces, estamos en una época donde cada vez necesitamos más asistencia para los adultos mayores.

 


—Y de ahí nace el proyecto del Gobernador, de crear hospitales específicos para jubilados

 


—Correcto. Porque ellos tienen otro grupo de enfermedades que los lleva a necesitar una atención especial.

 


—¿Pero la mirada del Gobierno apunta a crear sus propios centros o a mejorar y atraer inversiones para este sector?

 


—Priorizamos los nuevos hospitales, además de alentar al sector privado. Porque tenemos que aprender a mirar el sistema de manera integral, y no como público o privado. No es así. Y una señal de esto ya la dio esta gestión, abriendo el despacho a las distintas asoiaciones médicas, científicas, etcétera; para que ellos se sientan parte de esta problemática y de las soluciones, porque si no quedamos siempre en la negociación del valor por la prestación de una obra social. Y la relación termina ahí.

 


—¿Cómo está la relación con PAMI?

 


—El Policlínico le recibe numerosos pacientes que forman parte de su estructura capitada. Y la deuda asciende a los 25 millones de pesos.

 


—¿Cómo funcionarían esos nuevos hospitales?

 


—El abuelo que tiene PAMI podrá ser asistido en cualquiera de las unidades de resolución de adultos mayores, como lo será, en primer lugar, el futuro hospital del Parque La Pedrera, en Villa Mercedes.

 


—¿Cómo van a cubrir la demanda de especialistas?

 


—Estamos trabajando con distintas unidades sanatoriales, principalmente de Córdoba, Mendoza y Buenos Aires, para la formación -en adultos mayores- de nuestros médicos. Es decir, queremos formarlos a través, no de residencias, sino de posgrados.

 


—¿Por qué no tentar a médicos de afuera para que se instalen definitivamente en la provincia?

 


—Bueno, tenemos el plan Radicar Salud. De hecho, en poco tiempo se están por entregar viviendas de ese programa. Además, el gremio de la Asociación de Profesionales y Técnicos de la Salud (APTS) ya ha planteado la adquisición y finalización de 32 loteos en Villa Mercedes y cerca de 450 más en San Luis capital. Entonces, si además de garantizar el salario, tienen también asegurada una vivienda, sostenemos una oferta más que interesente.

 


—Además de Villa Mercedes, ¿qué otras localidades van a ser las sedes de los hospitales de jubilados?

 


—Las cabeceras son Quines, Villa de Merlo y Buena Esperanza, más el de Villa Mercedes y San Luis. Así, nucleamos todos los corredores con distancias cortas, y conglomerando la asistencia de casi el 97% de los abuelos.

 


—¿Qué pasó con el hospital que ya estaban levantando en Merlo?

 


—Más allá de la gestión que está realizando el Ministerio de Obras Públicas e Infraestructura, ése sería el hospital oficial de Merlo, y sobre el viejo, luego de una serie de refacciones, funcionará el de los adultos mayores. Lo mismo estamos pensando para Quines. Vamos a ver la factibilidad del viejo centro, para que ahí opere el de los jubilados.

 


—¿Tienen también un programa para mejorar el resto de las salitas y centros de salud del interior?

 


—El plan tiene tres etapas: primero, analizar cada infraestructura. Segundo, hacer una adecuación de medicamentos e insumos y tecnologí, para todas las unidades, de la periferia hacia el centro. Y por último, aumentar los recursos humanos.

 


—Por último, ¿qué sentís, como médico, cuando la gente critica con fuerza la prestación en general?

 


—Dolor. Nos duele mucho a todos, pero no tanto por la crítica, sino por la situación en sí.

 


Si bien uno trata de pensar y trabajar con frialdad, no significa que no lloremos las pérdidas. Me ha tocado rescatarlos como perderlos, y es muy doloroso, porque a uno le queda una fuerte sensación de fracaso.

 


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