14°SAN LUIS - Lunes 29 de Abril de 2024

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"Aprendí de los mejores periodistas"

Por redacción
| 08 de mayo de 2016
Alberto Castillo en El Diario. "Tino" Videla, Luis Giménez, "El Chileno" Farfan, Pedro Chávez, Carlos Bassi, y los hermanos Perez, Julio y rubén.

"Recorríamos la zona sur y el oeste y nada, esos sectores de la ciudad estaban convulsionados y los rumores iban en aumento. En las esquinas se formaban grupitos de personas que esperaban la noche para ver a “la mujer perro”. Los vecinos se habían armado con botellas, palos, piedras y con improvisadas antorchas.

 


El auto se había convertido en un cómodo coche-cama y a la supuesta “mujer perro”, nunca la vimos. Rubens se indignaba porque el “Negro” Gómez Pérez, satírico y con ácido humor, le hacía bromas mientras consumía los famosos Jockey Club.

 


Hasta que una noche nos avisan que a la “mujer perro” la tenían cercada en una casa al lado de la escuela San Juan (sus patios dan a la calle Constitución y Balcarce). Alcé mi equipo fotográfico y nos fuimos en el auto hasta muy cerca de la casa en cuestión. Subí a un viejo árbol colindante a la espera, de vaya a saber qué cosa.

 


"Lo importante era que ‘estaban los del diario’. Llegó la policía y se tomaron las precauciones del caso. Hasta que en un momento dado, alguien gritó; 'A la mujer perro, la atraparon en la calle Tomas Jofré al lado del club Gepu'. Y allí se rompió el encanto, y la pobre familia acosada sintió un gran alivio, no era para menos".

 


“La famosa ‘mujer perro’ no era otra cosa que un par de estudiantes universitarios que con el solo motivo de diversión, asustaban a los vecinos que pasaban por el lugar, poniéndose un lienzo blanco sobre un improvisado muñeco y una linterna, la que daba una imagen fantasmagórica. Ayudó a revelar la incógnita, un agente de policía que de civil, había ido al cine con su novia y casi fue víctima. El policía había dado su condición de tal y los "pícaros" del momento, no tuvieron más que deponer su actitud.

 


Eran épocas muy difíciles, San Luis, no era ni la sombra de lo que es hoy. Había muy pocas industrias, el comercio no estaba tan expandido. La población no era muy grande, la ciudad no pasaba los 60 mil habitantes, y la provincia unos 180 mil. Las fuentes de trabajo pasaban por ser empleado público, de comercio en una cerámica o de El Diario.

 


En 1970 me llamaron del Ejército a cumplir con el Servicio Militar Obligatorio, cuando notifiqué a la empresa, doña Romilda la esposa del dueño Hernando Mario Pérez me dijo: "Andá tranquilo que cuando te den de baja, volvés a trabajar". Yo le reclamaba el medio sueldo que por ley me correspondía, soy único sostén de familia, (vivía con mi madre y mi abuela). También le recordé que tenía el número de sorteo 042 y que incorporaban del 300 en adelante. Nada sirvió. A los quince días, me firmó la Libreta de Enrolamiento el teniente coronel Moreno. Al otro día ya estaba en el diario de vuelta.

 


Nunca cobré el medio sueldo que por ley me correspondía. Un consuelo... al menos me guardó el puesto.

 


Eran épocas en que la migración era una constante. Muchos se iban a trabajar como peones golondrinas en las cosechas a Mendoza o San Juan, algunos volvían, otros optaban por quedarse como empleados rurales. Los que tenían la posibilidad de estudiar o los que se recibían de maestros o farmacéuticos partían al sur del país, en busca de mejores horizontes. San Luis en esos años, era otro país.

 


El Diario de San Luis, era una buena alternativa, y eran muchos los que concurrían en busca de un puesto laboral. La gente nos miraba con cierta deferencia y nosotros nos sentíamos orgullosos. Recuerdo que en el Ocean, de Pringles y San Martín, había un clásico: La mesa 4, Brovarone, “El Piti” Zuppo, Lavandeira, Pascual Racca o Sócrates Cortines eran quienes siempre tenían la “última noticia” y muchos se agrupaban cerca para escuchar los intensos “debates” que se originaban a su alrededor. En realidad, el nombre era simbólico porque alrededor de la mesa se juntaban muchos más, sobre todo “opinólogos o amantes de las charlas y del café.

 


La vida interna del diario no era fácil, en los primeros años del '70, miles de veces no teníamos plomo, para fundir y hacer las “líneas”, Juan “Gomito” Gómez -hombre callado y taciturno si lo había- llegaba por las tardes y sin decir nada se ponía a barrer, hasta la basura del plomo ponía a fundir para hacer las pescadillas que se cuelgan en la boca de los hornos de las linotipos. Juan Garro el jefe de taller y su sobrino Isauro “Cigarrito” Garro, se preocupaban por el papel para hacer el diario, los costos eran elevados y muchas veces llegábamos “tocando el cielo con las manos”. Las bobinas eran grandes y de miles de metros, el diario era de los que se denominan “sábanas” por su tamaño. Imprimir era una odisea.

 


A veces el papel era ordinario y otras, medio satinado lo que hacía que la bobina fuera para cualquier lado. Trajeron papel de Chile pero de origen finlandés, no tenía el gramaje que la rotoplana necesitaba. Hubo que hacerle unos ajustes pero no dio resultado. El tiraje del diario, escasamente pasaba los mil ejemplares. A veces se hacían 700, pero era para que los canillitas se enfurecieran. Y tenían razón.

 


Vino a San Luis -como jefe de Redacción- Javier Echenique, ex gobernador de Oruro en Bolivia y primo de Hugo Banzer Suárez,una persona muy culta y callada, una vez volcó un ómnibus de TAC y Echenique tituló en la tapa: "Volcó Bus de TAC" fuimos el hazmerreír del pueblo y la furia de don Mario era incontenible.

 


Don Julio, hermano del dueño, se encargaba de hacer los clichés, utilizaba un plástico grueso, (nolan) a veces no había plata para comprar, entonces utilizaba el plástico de los protectores de las pantalla de los televisores. Todo servía, todo valía, por eso decía anteriormente que era medio artesanal y que cada uno aportaba lo suyo.

 


Llegamos a tener cinco linotipos, solo funcionaban tres y de las tres, una tenía todas las matrices en el magazin. A las demás siempre les faltaba algo, (las bandas espaciadoras o las matrices que eran de bronce, se entiende ¿no?) los teclados, de 90 elementos nunca estaban completos y las quejas eran permanentes. Pero salíamos a la calle.

 


Entre 1974 y 1979 la situación económica empeoró, era grave, el diario pagaba altos sueldos, hotel, comida y transporte al personal contratado en otras provincias de tal manera que dejamos de recibir nuestros haberes, nos daban vales, unos servían para Chef Joseph. Chef Josephine era para ropa de mujer, también había para Il Bambino Supermercado de Guastadisegni, Marsella compañía (Colón y Pringles). La amistad que tenía en esos años el director del diario con Bartolomé Albarracín, secretario general de Foecyt, sirvió para que nos canjearan, jean y mocasines amarillos, estábamos uniformados.

 


Fueron años difíciles, no había dinero para los insumos... y los sueldos comenzaron a ser una utopía. Los vales pasaron a ser historia y pasamos a cobrar anticipos de 50 pesos por semana, algunos cobraban más. Eran los preferidos de los dueños del diario,  mucha gente trabajaba en el Boletín Oficial y sus haberes eran pagados religiosamente, pero increíblemente a ellos siempre les tenían una moneda más.

 


Eso desencadenó un descontento que fue en aumento hasta que varios de nosotros pasamos a hacer ollas populares en el taller, para que no cerraran definitivamente el diario (Saín, Los hermanos Garro, Montes, “Cigarrito” Garro, Mario La Torre entre otros, nos dábamos inyecciones de ánimo en medio de la incertidumbre y hacíamos largas vigilias para que Editorial Nahuel, no cerrara sus puertas).

 


Nos ayudaban don Arrúa del almacén “El Pampero” que aportaba pan y mortadela o algún otro fiambre, don Arrúa, estaba donde hoy funciona la Caja Nacional de Ahorro. Blanquita, una enfermera que trabajaba de noche en el sanatorio Ramos Mejía, (nos daba algunas papas, zapallos, batatas, zanahorias etc. etc.) y nosotros a ella, dos o tres ejemplares del diario. (Una vez nos comimos una gallina clueca).

 


 Héctor Gerardo secretario general de Uthgra y dueño de la pizzería “Los Amigos” junto a Gabriel “El Gordo” Martínez, empanadas, pizzas o algún pollo. Íbamos en bicicleta hasta avenida Lafinur y Pringles. Eso se terminó cuando vinieron dirigentes del Sindicato Gráfico encabezados por su secretario general Jorge Arturo “Refucilo” Videla, (padre del actual concejal de Juana Koslay “Toti” Videla), él se interiorizó e interesó de todo el personal del diario y muchas veces nos dio de comer en su sindicato.

 


Al diario lo editábamos un par de compañeros, con escasa cantidad de papel, tinta y plomo. El diario tenía cuatro pasos fundamentales y todos manuales.

 


Los títulos se hacían en un compositor y con matrices de distintos cuerpos, para separar una palabra de la otra había separadores pero como éramos tan pobres usábamos maderitas finas o cartón. El material periodístico pasaba directamente a un linotipista que hacía maravillas para poder escribir sin errores y con las matrices que había (siempre faltaban las “r” o las “a”).

 


Después iba a corrección en papel húmedo para que se hiciera legible. La correctora lo secaba con una pequeña estufa para marcar los errores de tipeo, de allí a la mesa de armado cuya base era de acero. Allí había una especie de bastidor  -en este caso- rectangular, y se comenzaba el armado de arriba hacia abajo, previa limpieza del material y lectura del diagrama o “mono”.

 


Verdaderamente eran épocas muy difíciles, hasta que don Mario trajo socios e incorporaron el sistema de IBM, para nosotros era “corte y pegue”. Fue una forma de desembarazarse de mucho personal.

 


No duró mucho y la suerte del diario parecía estar echada. Se redujo notablemente el personal, no éramos ni veinte personas, por un tiempo volvimos al plomo en un formato distinto, era un diario tabloide  de 16 páginas.

 


A esta altura de los acontecimientos habíamos perdido casi todo, hasta la venta del diario en el interior, solo quedaba Villa Mercedes que se mantenía como un estandarte. Cada día que pasaba se vendían menos diarios, (se llegó a tirar unos 700 ejemplares para la ciudad de San Luis y otra cantidad similar para Villa Mercedes).

 


En una época cerrábamos con cadenas la puerta principal (no tenía llave) para que no entrara nadie. Teníamos miedo que de noche, vinieran los dueños con algunos amigos y cerraran definitivamente la empresa. Era como que nos encerrábamos para sacar el diario al otro día y así sucesivamente. A veces nos asustaban con que nos “cag.....” a palos pero adentro estaba el trabajo, la honestidad y la gente que defendía a muerte la fuente de trabajo. Nunca pasó nada pero es lindo que se sepa. Hasta que en 1984, don Mario Pérez lo vendió a sus actuales dueños. Fue y es otra cosa.

 


Previo a esto, Nahuel Publicidad había vendido el diario a don Francisco Salvador Montes, dueño de El Diario de Cuyo de San Juan. (Enrique Capredoni era el director).

 


No funcionó, y en un corto tiempo, el diario volvió a manos de Mario Hernando Pérez, se dijo que en una de las cláusulas de la venta especificaba que si los ingresos eran menores a los egresos, se deshacía la operación. Y así tiene que haber sido, Los Montes desaparecieron de San Luis.

 


Hoy todo es totalmente distinto. La tecnología superó cualquier proyecto. He querido reflejar hechos, miserias, logros, épocas de bonanza, personajes e historias, de los primeros años.

 


Quise recordar compañeros de trabajo que ya no están entre nosotros y los que estarán en algún lado. Pero ésta, es la historia de lo que me tocó vivir por aquellos años.

 


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