Son testimonio vivo de los daños que provocan las drogas, pero también son una muestra fiel de que despegarse de ellas es posible. Para dejar ese mensaje esperanzador, ocho adictos recuperados de la Comunidad Cenáculo, un centro religioso no terapéutico con sede en Buenos Aires, llegaron a Villa Mercedes para dar charlas en colegios y en el SUM del Poder Judicial con la idea de transmitir la dura vivencias de las adicciones. Hoy a las 11 volverán a contar sus experiencias pero en la ciudad de San Luis, en el Salón Blanco del Palacio de Justicia.
Cenáculo organiza diferentes actividades en las que los mismos ex consumidores cuentan los males que los abrumaban y las acciones que los alejaron de los vicios. El centro tiene sedes en diferentes países y tres en Argentina, todas en suelo bonaerense: dos en Pilar y otra en Mercedes.
"Entré en busca de ayuda por tres años, ya pasó ese tiempo y hace seis que estoy en la Comunidad. Éste es un camino para toda la vida, de elegir el bien y querer cambiar todos los días", describió Javier, uno de los jóvenes que llegó desde una de las casas de Buenos Aires.
Junto con él vinieron otros siete jóvenes, de los cincuenta que integran el centro bonaerense, más el padre Diego, un sacerdote que colabora con ellos y es el guía espiritual. Cada uno arrastra una historia particular pero en la actualidad comparten el momento de recuperación y "paz interior".
El calvario de Javier arrancó a los quince años en Montegrande, la ciudad donde vivía. "Estaba triste, muy mal. El consumo de drogas me sacó todo. Tenía una buena familia donde nadie consumía, pero a mí me despertó una curiosidad, probé una cosita, otra y cuando me di cuenta estaba metido hasta el cuello. Probé sustancias muy fuertes con gente más grande", contó.
Pasó dieciséis años inmerso en la drogadicción. Empezó con marihuana, siguió con cocaína y terminó en la pasta base. Estuvo internado, al borde de la muerte varias veces. Hoy está muy lejos de aquellos momentos. Con 35 años, es uno de los coordinadores de la Comunidad, es un guía para los que recién ingresan y ha viajado a Brasil varias veces a continuar esa labor en los centros asistenciales de San Pablo y Salvador de Bahía con niños que viven en la calle.
"Uno tiene poca voluntad de salir porque quiere cambiar pero también consumir y continuar esa vida fácil que no te lleva a nada. La Comunidad nos propone otro estilo de vida: ganas de superarse, la oración y mucho sacrificio. Me costó mucho estar lejos de mi familia porque era muy dependiente de las drogas", confesó Javier.
El relato crudo y honesto de cada joven fue transmitido a los alumnos de quinto y sexto año del Centro Educativo Nº 10 "Ramiro Podetti" y en el salón del edificio del Poder Judicial.
"El mensaje es positivo. Para quien entró, hay una salida. Es complicado, difícil y ellos lo muestran con su vida. Creemos que hay que armar una red de contención familiar, social para que los chicos no caigan porque el flagelo de las drogas es un camino muy duro", sostuvo Eliana González, una de las coordinadoras de las charlas.
Al finalizar la disertación, los chicos respondieron preguntas. La intención de la actividad fue sembrar un granito de esperanza a quienes le abrieron la puerta a las adicciones y a los familiares que necesitan ayuda. Javier, con aire inspirador, indicó que antes de recuperarse "no tenía paz, ni la satisfacción de un trabajo, de una buena charla, de haber escuchado un chico y haberlo aconsejado, de haber pedido disculpas cuando me equivoqué, de que estoy bien, de amigos que me quieren y me dicen la verdad, son un montón de cosas positivas las que hallé en la Comunidad. Si comparo mi vida de antes con la de hoy, mi vida es plena".
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