Adriana Durigutti tiene el speech ideal para comenzar su función. Y es autorreferencial: “No estoy acá por casualidad. Mi papá se llama Adolfo y mi tío Alberto, mi papá cumple años el 25 de julio y le dicen 'El Negro' (coincidencias con el Adolfo), así que no estoy en Fetiche por mi talento. ¡Es karma!”. Con esa sonrisa la actriz comenzó la explicación de su presentación esta noche en el escenario cultural del complejo Los Cedros, en Estancia Grande.
Cena+Show con el Stand Up de Adriana Durigutti y la música de Saúl Bustos y los Xanluisxéntricos. Entrada: 250 pesos.
Para la función Adriana avisó que tiene de todo para contar, y que será justo después de cenar para que al reír el público no se atore con la comida, ni que los mozos corran entre las mesas. Sólo pide que tengan un vaso con agua cerca.
El humor va a ser auténtico y lo más cercano a lo cotidiano, ajustada a un guión pero no libre de improvisación. “Por lo general empiezo a contar una historia y la termino, hay una continuidad dramática que está buena porque te está divirtiendo”.
En ese tipo de presentaciones no falta el desinhibido que comenta frases y participa a los gritos. Para ellos, Adriana tiene una solución: “Lo usás y lo frenás porque tampoco es cuestión que termine arriba del escenario, aunque algunas veces pasó”, recordó. El límite del invitado son los comentarios sexistas o de tinte extraño.
El comediante debe estar atento porque también analiza la manera en que se ríen y los gestos de sus seguidores. Porque tras un reclamo desde el escenario, puede ver que una señora le pega un codazo al marido: “Ahí la hacés cómplice y te reís con eso”, dijo la monologuista, con oficio.
Todo será para que sume al show. “Eso es lo lindo del stand up, el vínculo que hacés con el público en vivo y en directo y en el ya, no hay cuarta pared ni personaje, sos vos en carne propia con el otro”.
“El artista en sí es ego”, reconoció Adriana y agregó que hay mucho de amor propio en el solista que elige pararse sólo para hacer reír, a diferencia de un elenco con el que puede estar acompañado. “El ego tiene que estar, cuando se trata del humor hay una dosis de payaso, de desarmarte, de no ser una persona importante sino una graciosa. Entonces hay un ego pero amigable”.
La actriz dejó claro que ego no significa esquivar el bulto, ya que ella es una comediante que va del chiste intelectual, de basarse en el guión y hace reír con lo que dice, pero no tiembla al momento de hacer gestos ni tirarse al piso: “Hago todo, soy absolutamente física y gestual, hago todo lo que hay que hacer para que se rían y para divertirme yo”, explicó sincera. Y necesita graficarlo con el gesto, la mirada, con el cuerpo.
A tal punto es así que prohibe que la gente saque fotos durante sus shows. No por pretenciosa, sino porque sabe que va a salir mal por sus gestos y morisquetas.
Así como es ahora desenvuelta y graciosa, Durigutti tuvo un pasado dramático sobre las tablas con las obras “La violenta Violeta Parra”, “La cantata al pueblo puntano de la Independencia” y “Memorial del poeta asesinado”, sobre Federico García Lorca. Tuvo que dejar porque su apuesta fue trabajar para mantenerse.
Durante 12 años Adriana fue empleada de un banco al que entraba a las 6 de la mañana y del que se iba a las 6 de la tarde. “No me quedaba tiempo para nada” reconoció hasta que con “El olor del miedo”, una obra que representó con el grupo La tía Tota, recibió un premio a Mejor Actriz y vio que podía vivir como artista.
Para ella es habitual ir a un lado y pegar el volantazo, porque así como hizo una obra sobre García Lorca hace shows especiales para una amiga que vende productos en un sex shop que le pide que vaya a las reuniones para divertir a las compradoras. “Ésa es la plasticidad que debe tener el artista”.
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