No hay nada en el mundo que pueda devolverles a su ser querido, pero ningún familiar de alguien que fue víctima de un accidente de tránsito baja los brazos en su afán de ver preso al que atropella y mata. Por eso, con cada choque fatal que se hace público vuelve a instaurarse en la sociedad la polémica sobre la pena que debiera caberles a los conductores imprudentes. El adolescente que atropelló a Oscar Ramón Lanza el miércoles al mediodía tenía carnet de conducir y los papeles de la camioneta en regla, pero si eso favorece su situación ante la Justicia, como contraparte está el hecho de que conducía a una velocidad excesiva por una calle de barrio y que no frenó en una esquina en la que no tenía prioridad de paso.
Lanza tenía 51 años y trabajaba levantando pedidos en comercios de San Luis para la distribuidora de la familia Gugliermo. La muerte lo encontró trabajando, minutos después de las 13, cuando acababa de salir de un negocio en el barrio Ignacio Vidal.
Ayer, una fuente de Accidentología Vial confió que aún no calculan la velocidad que llevaban los vehículos al momento del choque, pero las marcas que el impacto dejó en el cuerpo del preventista indican que la camioneta no pudo ir despacio. “Tenía un fuerte traumatismo de cráneo, otro cervical y fracturas múltiples en el tórax y en ambas piernas. La causa de muerte fue una sumatoria de esos traumatismos”, explicó ayer el médico forense Jorge Giboín, que practicó la autopsia.
El cuerpo de Lanza dio contra la pared de una vivienda en la esquina noreste de calles José Franco y Tilisarao. La víctima, que circulaba por la primera arteria al norte a bordo de una Yamaha Crypton, salió despedido tras el golpe que le dio la trompa de la Amarok, que además terminó aplastando la moto con las ruedas delanteras.
Al margen de que pudo conducir con algún grado de insensatez, el chico estaba registrado y habilitado como conductor según informó la oficial principal Marina Martínez, de Accidentología Vial. “Tenía carnet y la documentación de la camioneta al día”, refirió. “Brindó una declaración informativa en compañía de un progenitor y luego se marchó por orden del Juzgado” de Familia Nº 1, a cargo de Estela Bustos, que tramita la causa.
De la Policía sólo trascendió que el adolescente tiene 17 años y vive con su familia en el barrio Cerros del Sol, pero los investigadores aclararon que no brindan más datos porque la ley protege la identidad de los menores en causas judicializadas.
Con permiso
La Ley de Tránsito y Seguridad Vial de la provincia de San Luis sancionada en 2008, le permite acceder a chicos como el chofer de la Amarok al carnet de conducir con un único requisito extra: el permiso de sus padres certificado por un escribano. “El artículo 11 establece que un chico puede tener permiso para manejar una moto a los 16 siempre y cuando no lleve pasajeros. A los 17 ese derecho se amplia y se le permite acceder a la conducción de rodados categoría B, que incluye autos y camionetas, aunque en ambos casos en necesaria la autorización de los tutores”, explicó la jefa del Programa Seguridad Vial, María Ana Baretto.
Salvo esa excepción, el chico debió cumplir con las exigencias normales para cualquier conductor, incluido un curso y un examen de conducción que certifiquen sus saberes en la materia.
Los efectivos de Accidentología Vial tienen un plazo de 30 días para entregarle a Bustos el sumario del caso, caratulado como “homicidio culposo en accidente de tránsito”, un delito que, en caso de condena, es excarcelable.
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