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Las manos mágicas de Alejandro Aguilera

El guitarrista que tocó con Nicola di Bari y Raúl Lavié, reposa ahora en los brazos de su familia y de la música, tras recorrer el mundo.

Por redacción
| 29 de octubre de 2017
Tocar para vivir. Alejandro y una de sus grandes compañías, la guitarra. Foto: Nicolás Varvara.

Con su guitarra al hombro y su característico pelo largo peinado prolijamente para atrás, Alejandro Aguilera se sentó en la mesa de un bar, sacó la guitarra de su funda y posó para unas fotos sin soltar el instrumento en ningún momento. Esa imagen es, quizá, la que lo acompañó toda la vida: un hombre aferrado a su instrumento, con imposibilidad de soltarlo.

 

Aguilera nació accidentalmente en Córdoba, luego vivió en Catamarca y recién cuando tenía ocho años se radicó en San Luis. “Digo accidentalmente porque mi corazón es puntano”, relató el músico en el inicio de la charla.

 

De chico tuvo contacto con la guitarra. Su hermano, siete años mayor, tocaba el instrumento y él se pasaba horas escuchando.

 

“Cuando felizmente llegamos a San Luis lo primero que hice fue pedirle a mi viejo que me llevara a estudiar guitarra”, recordó Alejandro, quien convenció rápidamente a su padre, César, un empleado de EnTel que en el camino al trabajo pasaba obligadamente por el Conservatorio Galvani, dirigido por Miguel Reinoso. El círculo cerraba perfectamente: Alejandro ingresó a las clases en abril, con el comienzo del ciclo lectivo.

 

“Hasta terminar el año hice el preparatorio y al año siguiente hice primero y segundo año. Mi maestro, Miguel Reinoso, me dijo que podía intentar rendir dos años en uno para ir adelantando", recordó con orgullo.

 

Fue en esa casa donde se recibió de profesor superior de guitarra, teoría y solfeo en 1987. “Un CD de 'René y Daniel' (N de la R: dos eximios guitarristas, tío y sobrino, que hacían con la misma facilidad una chacarera y "La marcha turca", de Mozart)  y verlo tocar a mi maestro fue lo que me confirmó que quería ser guitarrista”, recordó Alejandro.

 

Aguilera fue abanderado en el colegio, se fue a estudiar a Córdoba y aprobó el primer año de abogacía. “La carrera me gustaba, pero el primer fin de año llegué vacío”. Siguió en Córdoba pero estudiando música en la Universidad Nacional de Córdoba. “Mi papá se retiró y puso un locutorio. Yo vine con la esperanza de poder rendir libre y poder ayudar acá. No volví más y no pude seguir estudiando, es una cuenta pendiente”, recordó

 

Como guitarrista Alejandro siempre se desempeñó como músico sesionista. “Era tanta la música que tenía en la cabeza que había que usarla de alguna forma. Probé en las grandes ligas y fue una de las experiencias más grandes que he tenido en mi vida”, destacó Alejandro.

 

Lo que el guitarrista llama "las grandes ligas" es haber trabajado con su guitarra en España, México, Colombia, Ecuador, Venezuela y, por supuesto, Argentina con artistas como Nicola di Bari, Raúl Lavie, Buddy Richard, Manolo Galván, Yaco Monti y José Luis Acosta, entre otros. “No importaba dónde estaba; San Luis siempre estuvo presente. Tengo anécdotas como estar en un taxi en Colombia y que conozcan la provincia porque era la tierra del Juan Funes”, recordó.

 

Después de un paseo por el mundo y muchas anécdotas en la galera, Aguilera tenía que cumplir una promesa a su hija Luciana: pasar con ella su cumpleaños. El retorno era inminente

 

Alejandro fue representante de San Luis en cuatro ediciones “Guitarras del Mundo” y actualmente se desempeña como docente en la Universidad de La Punta.

 

La música, su esposa Valeria, y sus hijos Luciana e Ignacio son sus grandes compañeros.

 

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