SAN LUIS - Martes 16 de Abril de 2024

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Un equipo técnico ayuda a los padres a ejercer mejor el oficio

Es la ex "Escuela para padres", ahora denominada "Área de Fortalecimiento Familiar".

Por redacción
| 10 de diciembre de 2017
Psicólogos. Javier Correa y Marcela Becerra tienen mucha actividad en la tarea de ayudar a robustecer los vínculos familiares. Foto: Alejandro Lorda.

Comparten, como muchos otros, la idea de que no existe una receta ni manual que enseñe a ser mamá o papá. Por eso, lo que hace diez años comenzó a funcionar bajo el nombre de “Escuela para padres” hoy pasó a ser el Área de Fortalecimiento Familiar (AFF), partiendo de la base que los conflictos no sólo se depositan en las figuras paternas sino en las relaciones estructurales de toda la familia, donde todos son parte o se ven atravesados por un problema que los afecta. Marcela Becerra, jefa del Programa de Desarrollo Humano y Protección Social, y Javier Correa, al frente de Fortalecimiento Familiar, cuentan cómo es trabajar con una idea de familia y de rol paterno que ha cambiado drásticamente la última década y que continúa haciéndolo a diario.

 

Los dos son licenciados en Psicología, y eso se nota no sólo en su discurso sino también en cómo encaran el trabajo con un grupo numeroso y con miembros que pertenecen a todos los estratos sociales, pero comparten casi el mismo problema de base: no poder controlar a sus hijos.

 

El AFF funciona en el edificio que el Gobierno tiene en calle Ayacucho y depende del Ministerio de Desarrollo Social. Becerra cuenta que casi el 90% de los asistentes van a parar allí por un oficio judicial. “Lamentablemente, cundo ya nos oficiaron es porque algo pasó, porque explotó por otro lado y dio origen a una causa”, dice.

 

Que los responsables de los Juzgados de Familia y Menores los envíen para una especie de “rehabilitación” es un proceso que “se fue dando solo, que no estuvo sistematizado desde el principio”. “La gente incluso tiene que llevar un certificado de alta al Poder Judicial, firmado por el licenciado Correa, para que eso conste en la causa”, comenta la funcionaria.

 

Pero ni a ella ni a Correa les gusta considerar lo que hacen como un mero trámite o como un espacio terapéutico. “Es un espacio psicoeducativo. No para estigmatizar las patologías o problemáticas de base que pueden aparecer, porque si lo hiciéramos terapéutico terminaríamos haciendo un diagnóstico y esa no es la idea. La idea es trabajar una cuestión más integral, saber qué ocurre a nivel de funcionamiento de la estructura familiar y lograr que aquello que es disfuncional no lo sea más”, señala Correa, quien coordina las entrevistas de admisión, que llama fase 1, el grupo de ayuda, la fase 2, y las altas, fase 3.

 

¿Cómo termina alguien en la ex “Escuela para padres”? En el 90% de los casos, enviado por un juzgado que considera que debe hacerse un ajuste en la o las figuras paternas, de cara a situaciones vividas por sus hijos o de las que ellos mismos son partícipes; enviados por algún centro de salud u otro organismo porque “alguien ha detectado que algo no funciona”, dice Correa; o por demanda espontánea, “de gente que acude voluntariamente a nosotros para tratar de resolver algún conflicto familiar para evitar la judicialización. Lo que más quisiéramos es invertir la tendencia actual y fomentar esta demanda espontánea antes que los oficios”, anhela Becerra.

 

 

No los pueden controlar

 

Los entrevistados coinciden en que la mayoría de las personas que asisten o son enviados a AFF se enfrentan a la problemática de no poder poner límites o controlar a sus hijos, sin que eso tenga que ver con las leyes vigentes o la modificación del Código Civil.

 

“Hoy en día los niños y adolescentes son sujeto de derecho y se los toma como tal. Sí. Pero los chicos, conozcan o no las leyes, tienen muy claro que es lo que quieren y que a ellos se los tiene que respetar. Uno lo observa en los espacios áulicos, donde quieren imponerse, pero eso se da porque estamos ante un paradigma totalmente distinto”, opina el psicólogo.

 

“Lo que quiero decir es que estas reformas del Código fueron en virtud de observar las características de los padres de hoy y de los niños de hoy, totalmente diferentes a las de antes, porque la era es diferente. El padre está perdido y no sabe cómo acompañar a su hijo por todos los cambios que hay y por el acceso a la información que tienen en una era digital. Está siendo más permisivo, pero eso no debiera hacerlo en el sentido de dejarle hacer lo que quiera, sino en comprender en qué piensa, en que es alguien que reflexiona, que tiene fantasías diferentes y que planea realidades que no coinciden con las suyas”, agrega el licenciado.

 

La falta de límites se traduce en hechos delictivos, adicciones, violencia en el seno familiar, carencias de todo tipo, fugas y rebeldías cotidianas. Pero la imposibilidad de los padres para imponerse es lo que tiene un origen mucho más complejo y es lo que surge generalmente en el grupo de AFF.

 

“Encontrás historias donde la mamá, porque la mayoría de las que asisten al grupo son madres y no padres, está atravesada por situaciones de violencia. O porque en su infancia creció en una estructura familiar con problemáticas fuertes, sobre todo que tienen que ver con alcoholismo. Con familias disfuncionales, ensambladas y demás. Entonces, cuando se encuentra con el rol de mamá está como perdida, porque no fue educada en la posibilidad de hacer y ser”, explica Correa.

 

Además del detalle de que la mayoría de las asistentes son mujeres (“porque el padre muchas veces no aparece o no existe”, aclara Correa), sobresale el dato de que hay familias de todo tipo. “Con un gran soporte económico y con muchas carencias. No podemos decir que vienen más de determinados circuitos o un común denominador en los recursos que tienen. Acá no hay diferenciación tampoco, y trabajar así nos permite que cada uno se vea reflejado en el otro a pesar de sus diferencias”, destaca.

 

La iniciativa tiene resultados dispares pero siempre buenos, por lo que Becerra y Correa ya piensan en conformar un espacio específico para adolescentes, aunque hoy en día ya hay varios que participan del grupo para padres. “Este espacio psicoeducaivo brinda orientación, contención y atención, haciendo hincapié en el vínculo y en la relación de padre e hijos. Por eso la necesidad de amplitud, de conformar un grupo exclusivo para chicos”, explica Marcela.

 

 

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