Pablo Ignacio Rojo tenía una suerte de ritual, que se extinguió el lunes 14 de setiembre de 2015 al anochecer, cuando descubrió que su amigo, el jubilado José Esteban Barroso, de 80 años, estaba muerto. El anciano iba todas las mañanas a la casa de Barroso, para charlar un rato, compartir unos mates. Ese lunes fue y halló la vivienda cerrada. Igual llamó a la puerta: nadie atendió. Volvió a la tarde. Halló la casa igual, por lo que decidió entrar por la puerta del fondo. Encontró a Barroso sentado en el piso, sin movimiento, y fue a avisar a otros conocidos, para pedirles ayuda. A Barroso lo habían asesinado para robarle, en su casa en Fraga, establecieron los investigadores.
Rojo fue uno de los testigos que declararon ayer (viernes), en la primera audiencia del juicio a José Luis Alfonzo, señalado como el homicida de Barroso. El joven está acusado de “Homicidio Criminis Causa”, es decir, de haberlo matado a golpes para ocultar otro delito, el robo. La fiscal de instrucción 2, Sonia Fernández, solicitó en su momento, en la requisitoria de elevación de la causa a juicio oral, que fuera condenado a prisión perpetua.
Antes que Rojo, se sentaron ante la Cámara del Crimen 1 Francisco Gabriel Barroso y Elsa Graciela Barroso, hijos de la víctima, y luego del anciano, el subcomisario Sebastián Magallanes, quien en ese momento era jefe de la Subcomisaría 14ª de Fraga.
Barroso era jubilado municipal y residía en una sencilla casa ubicada en la calle Belgrano. Había enviudado en 2004. Si bien vivía solo, sus parientes, que también residen en la localidad, solían ir a verlo.
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