La mayor extensión productiva de nogales de la provincia de San Luis se encuentra en Cortaderas. A escasos dos kilómetros del pueblo, al que primero hay que atravesar para luego seguir por un camino de tierra que sale justo detrás de la plaza principal, está Frutos del Conlara SA., la empresa que siempre soñó Carlos Chávez Asensio y que finalmente pudo concretar hace unos siete años. El hombre nació en Villa Mercedes, pero desarrolló gran parte de su vida adulta en Buenos Aires, hasta que volvió a la provincia para convertirse en un productor agropecuario.
“Este campo lo compró mi abuelo, que era un capitán de navío bien de los de antes, en el año 1927. Pero siempre fue un monte nativo con vegetación autóctona, nunca se había hecho nada a pesar de su excelente ubicación. Imaginate lo que sería Cortaderas por aquellos años, no había nada”, cuenta este ingeniero en producción agropecuaria, que trasluce decisión y firmeza con cada palabra que pronuncia. Chávez Asensio optó por no quedarse con la tierra yerma que heredó de su familia, invirtió y se la jugó por una producción de nogales, una variante de la agricultura que tiene poco desarrollo en San Luis, pero buena salida exportadora y, en los últimos años, también excelentes precios en el mercado interno. “Pedí los permisos correspondientes para desmontar y comencé con esta aventura, pero no resultó fácil, todo lo contrario, atravesamos muchos problemas”, aseguró mientras invitaba a almorzar a la revista El Campo en el hermoso casco de la estancia El Cortijo, donde fijó su residencia desde que decidió que este rincón del Valle del Conlara iba a ser su lugar en el mundo.
La bacteria que atacó a los nogales fue la Benneria Rubifacia, que llegó con ellos del vivero. Recién se dieron cuenta cuatro años después.
Los problemas a los que refiere fueron varios, pero el principal vino con el origen de la empresa: la compra de los primeros nogales. “Vinieron con una enfermedad desde el vivero, una bacteriosis, pero lo peor no fue eso, sino que recién yo me enteré cuando llevábamos cuatro años con la plantación en marcha”, recuerda el empresario nacido en Buenos Aires y recibido en la Universidad Católica Argentina. Él prefiere no ahondar en aquellos años aciagos, pero desliza que la tardanza fue provocada por el ingeniero agrónomo que tenía en aquel entonces.
“En lugar de venir y contarme lo que estaba pasando, prefirió ocultarlo y ver si lo podía solucionar sin que yo me enterara. Fue peor, perdimos mucho tiempo”, lamenta a la distancia.
Lo que había atacado los nogales era una enfermedad conocida como Brenneria Rubrifaciens, que se caracteriza por presentar grietas en ramas y troncos, que avanzan lentamente hacia la parte apical (extremo) del árbol, afectando cada vez más ramas. Las grietas son de color rojizo o marrón oscuro y así permanece desde finales de primavera hasta principios de otoño.
Allí entró en escena Marta Fernández, la ingeniera agrónoma actual que tiene Chávez Asensio, una catamarqueña enjundiosa y profundamente conocedora de la fisiología de los nogales. Viene de una provincia que es de las mayores productoras, junto con La Rioja y San Juan, pero además de una familia con raíces en el campo y una explotación agrícola casera, lo que también la hizo aprender mucho de olivos. “Nos conocimos medio de casualidad, pero todas las recomendaciones apuntaban a ella como la que podía recuperar mis nogales”, reconoce el dueño de El Cortijo.
“Cuando me mandó las fotos de cómo estaban los nogales me di cuenta de que estaba en problemas. Tenían una enfermedad que ataca de arriba hacia abajo, por eso los árboles no crecían, ni tenían fuerza. Cuando llegué a San Luis opté por atacar el problema de raíz. Hubo que podar todo a fondo, casi que empezar de nuevo. Pero era la única manera de salvar la plantación”, agrega Fernández, quien parece tener una respuesta para cada pregunta sobre nogales u olivos. “Muchas cosas las aprendí de mi abuelo, que tenía métodos caseros para todo. Entonces yo iba a los libros de texto para encontrarle la explicación química o física a lo que él hacía. Y por supuesto que la encontraba, más allá de que él no supiera por qué hacía tal o cual cosa. Era un fenómeno”, dice, con la mente empapada de recuerdos de una infancia y una adolescencia en la cordillera catamarqueña.
El trabajo fue arduo porque el campo tiene 44 hectáreas de nogales, de las cuales 40, las que están más alejadas del casco, en un lote que está pasando el arroyo Cortaderas, presentaban problemas. Hicieron una profunda poda y Fernández además realizó injertos para cambiar del pie Juglans Nigra (es el famoso nogal negro americano) que tenían los árboles por el Junglans Australis, más conocido en nuestro país como Criollo. “Los Juglans Nigra dan plantas sin vigor y éstas necesitaban crecer fuertes”, argumentó. Hoy, a tres años de aquella intervención, se diferencian claramente ambos pies y los árboles presentan unas franjas blancas pintadas con látex que resguardan las heridas.
El campo tiene plantada la variedad Chandler de nuez, con polinizador Cisco y Franquette. La nuez Chandler es grande y lisa; tiene forma ovalada y una cáscara bien sellada. Le deben el nombre a un profesor de la Universidad de Davis, en California, y son conocidas en el mundo entero y muy apreciadas por los compradores por sus frutos de color muy claro y de gran calidad. Se recolectan en la parte media o tardía de la temporada, y proporcionan uno de los mayores rendimientos de fruto de todas las variedades de nueces.
Unos 12 mil árboles, de distintos tamaños, están perfectamente alineados en franjas separadas cada siete metros, mientras que entre una y otra planta hay cinco metros. Decidido a que la explotación salga adelante, Chávez Asensio repuso cerca de 4.000 ejemplares durante el año pasado, una apuesta que posiblemente sea premiada por el Gobierno de San Luis, ya que está tramitando un reintegro a través de la Ley Frutícola.
En las cuatro hectáreas que rodean al casco de El Cortijo también hay nogales, un poco más desarrollados que sus vecinos, pero también una extensión de 4.500 metros cuadrados en la que crecen cerezos, duraznos, perales, vides y manzanos. “Por ahora tenemos pocos y los usamos para consumo interno, pero veremos cómo se dan las cosas en los próximos años. Estamos construyendo un tanque australiano para que no les falte agua durante el año”, cuenta el productor, que también está probando la variedad de olivo Changlot Real a partir de una recomendación de la ingeniera Fernández.
Todo parece ordenado y en su lugar en la finca, lo que denota que Chávez Asensio tiene una personalidad muy especial. Pastos bien cortados, vírgenes distribuidas adentro y afuera de la casona, ausencia de elementos desperdigados y perfecta disposición de los frutales, cada uno con su cartelito informando año de plantación y variedad. Otro divertimento del dueño de casa es un haras de caballos de la variedad Appaloosa, que le dan un toque muy especial al paisaje serrano ya que son animales blancos con pintas negras y llevan una gran historia detrás, ya que aparecían en pinturas rupestres de hace más de 20 mil años, como las halladas en Peche-Merle, Francia.
Los responsables de Frutos del Conlara llevan un control mensual de lluvias y están pensando en poner un termo hidrómetro para medir además temperaturas medias, humedad relativa y lluvias con más detalle. Y claro, penan por algunas carencias, como la mala señal de internet y los picos de tensión que acaban con bombitas, televisores, heladeras y motores cuando son demasiado fuertes, lo que provoca que Chávez Asensio se acuerde –no en buenos términos- de todos los técnicos de Edesal que pasaron por su territorio. “Compré un grupo electrógeno para poder pulverizar, porque es una tarea delicada, que hay que hacerla determinado día y a una hora específica, entonces no puedo estar dependiendo de si tengo o no energía eléctrica.
Es una zona con vientos, puede haber deriva”, explica el hombre, que no duda en poner la mano en el bolsillo para mejorar lo que sea en el establecimiento.
Por eso tiene una inmensa represa de 110 por 110 metros, a la que recubrió de arcilla en el fondo y las paredes para evitar filtraciones y tener el agua suficiente (carga 40 millones de litros en sus 4,50 metros de profundidad) para abastecer sus plantaciones con riego por goteo. Está abastecida por una acequia que acerca entre 60 y 80 mil litros por hora. Y también hizo una perforación de 260 metros que le permite contar con el vital elemento aún en las épocas en las que la lluvia desaparece de San Luis.
En época de cosecha esas precipitaciones son una amenaza, porque el campo está flanqueado por dos arroyos, el Cortaderas y el Sepultura, que se alimenta del Benítez. Suelen estar secos, pero cuando baja el agua de Los Comechingones queda un lote aislado del otro y los camiones no pueden salir con el cargamento de frutos. “Hay que dar una vuelta tremenda, de más de 5 kilómetros por detrás del pueblo y casi hasta Villa Larca, para poder salir al asfalto”, cuenta.
Otra amenaza son los coleópteros, la carpocapsa (Cydia Pomonella) y la mosca del Mediterráneo, que todo el tiempo ponen en jaque a la sanidad de los cultivos. Ponen trampas e invierten mucho dinero en productos, pero no pueden bajar la guardia. “Estamos rodeados de bosque nativo, que son un reservorio de moscas fenomenal, el año pasado me costó 500 mil pesos en remedios mantener a raya a los bichos que atacan a los nogales”, asegura el productor. La carpocapsa es muy peligrosa porque el insecto, que pertenece al grupo de polillas, produce daños irreversibles sobre la fruta debido a que las larvas (estado juvenil del insecto) se alimentan en el interior de la misma, alcanzando las semillas. La mosca, en tanto, si ataca al fruto cuando recién está surgiendo, provoca su desprendimiento y la consecuente pérdida de rinde.
“Con buen manejo en todos los aspectos, a esta explotación le faltan tres años para entrar en producción plena”, anuncia Fernández, quien completó el concepto: “En el tercer año cada planta debe dar entre medio y un kilo, y en el séptimo debemos llegar a los 22 kilos por planta. El año pasado apenas cosechamos 500 kilos, más que nada para descargar las plantas, pero además venimos saliendo de un proceso bravo”. La zona tiene algunos limitantes además de la energía eléctrica, ya que falta gas natural y el granizo suele golpear duro en el verano. El de la nuez es un mercado muy exigente, que requiere de frutos perfectos, sin manchas, si no hay que recurrir al pelado para colocar la producción en el exterior. “Hoy, con los precios internos, conviene vender la nuez en Argentina, ya que están pagando bien y cada vez hay más consumo. Afuera tenemos problemas con las inspecciones y el tipo de cambio está atrasado”, analiza el productor.
Frutos del Conlara es una excelente fuente laboral para una zona donde el trabajo no abunda más allá de los servicios turísticos. “Tenemos 12 empleados fijos y en época de cosecha podemos llegar a los 50. Cuesta conseguir mano de obra calificada y también gente que quiera venir y sacrificarse en el campo”, advierte Chávez Asensio, quien tenía 800 cabras Boer de excelente genética con las que abastecía a los restoranes de Merlo de la mejor carne, pero fue un emprendimiento que dejó de lado justamente por falta de personal capacitado. Ahora, como le gustan las cabras, está probando una triple cruza entre la Criolla y la Anglo Nubian (para darle más tamaño) y luego agrega algo de sangre Boer para lograr un animal con doble propósito, carnicero y lechero. Pero lo hace sólo por gusto y pasión por las actividades agropecuarias.
Un feedlot para diversificar
La cría está enfocada a los bovinos. “Tengo 200 madres Angus coloradas y 6 reproductores, por ahora saco algunos terneros para la venta. Si en el futuro tengo un poco más de tiempo me gustaría armar un pequeño feedlot y hacer engorde. Por los caballos ya tengo algunas hectáreas de sorgo, avena y pasturas, más dos silos para guardar los granos. El gran problema son los jabalíes, que rompen todo y no está permitido cazarlos”, lamenta. También algunos pumas merodean el campo y le han matado algún que otro borrego, incluso vio a uno desde la ventana del comedor cómo terminaba con la vida de una cabra que pastaba en el fondo de la finca.
La tecnología es otra de sus pasiones. Está pensando en comprar un Shaker, un moderno aparato con un brazo metálico que toma al nogal del tronco y lo sacude de tal manera que hace que caigan todas las nueces. Para él sería un avance, para los peones, la pérdida de una fuente de trabajo durante la cosecha. “Chile está sacando sus parrales de uva de mesa, una fruta reconocida en todo el mundo por su calidad, para poner nogales y almendros. Es una cuestión laboral: la uva requiere de 450 personas durante la vendimia, con estos cultivos te arreglás con 50, es todo mucho más mecanizado”, agrega la ingeniera a cargo del campo.
Cuestiones de la modernidad…


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