Frutales para recuperar la memoria productiva

Son varios los aspectos del hotel del Sindicato de Mecánicos del Transporte Automotor (SMATA) de Luján que impactan a primera vista. El ancho camino de ingreso con bulevar incluido, la prolijidad de los jardines, la edificación típica del primer peronismo del cuerpo principal (por algo el hotel se llama "17 de Octubre"), la enorme pileta con solárium y, si uno se adentra hacia los terrenos que están detrás, camino al piedemonte de las Sierras Grandes, nada es más llamativo que el cuidado que le pone el personal al sector frutícola, donde crecen unos cítricos enormes que le dan un color y un aroma característico a todo ese entorno natural.

Ése es el lugar en el mundo de José Battaglia, el "Tano" para quienes lo conocen y lo aprecian, un hombre que sabe tanto de árboles frutales que sus empleados lo llaman "ingeniero", aunque no tenga ese título. Él lo cuenta con una sonrisa pícara y no dice nada, aunque muy lejos está de querer "chapear", todo lo contrario, José es un hombre de trabajo, apasionado como buen italiano, y sobre todo muy efectivo para el hotel, donde se desempeña desde hace más de cuatro décadas (llegó en 1972), por lo que ya es parte del paisaje.

Cuando este enviado de la revista El Campo llegó al predio ubicado en los fondos del pueblo, justo antes de llegar a la Reserva Natural Las Higueritas y al dique Luján, Battaglia y su gente estaban trabajando la tierra sobre una vieja cancha de fútbol. Todavía resistían enhiestos los arcos con caños de metal, pero ya no había áreas, ni rayas de cal. Sólo pozos cavados con palas de punta, listos para recibir nuevos árboles frutales.

Allí se hará realidad un convenio firmado entre el sindicato y el Gobierno, que busca rescatar la memoria productiva de una región que fue sinónimo de frutales y hoy apenas si mantiene algunos fuera del hermoso parque del hotel.

“Los vecinos han ido perdiendo la costumbre de mantener sus naranjos, pomelos y mandarinos, se fueron secando porque ya no viven más las generaciones que los habían visto crecer. A los jóvenes no les importa tener fruta al alcance de la mano parece…”, lamenta Battaglia, quien está empeñado en que eso no ocurra en SMATA y, de paso, “provocar un efecto contagio en la población, que vean que se puede y repliquen lo que está haciendo el sindicato”.

Mediante este acuerdo, 600 plantas cedidas por el Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción que esperan en el vivero provincial mixto Improfop, terminarán creciendo en dos hectáreas del hotel, que servirán como parcelas demostrativas de ensayo. “Probaremos distintas variedades y la que se adapte mejor, quedará”, explica el hombre que ya peina canas pero tiene el entusiasmo de un pibe. Hace señas ampulosas para que se acerque un camión cargado de arbolitos, reposiciona a un par de operarios que no saben bien cómo seguir y él mismo carga con la pala, una planta o lo que haga falta con una vitalidad envidiable.

Lo que buscan tanto SMATA como el Gobierno es un desarrollo regional amplio de la fruticultura y la horticultura. Al igual que en Sol Puntano o Villa Mercedes, donde ya está en marcha el plan Parcelas Hortícolas, necesitan de materia prima para proveer a los bolsones de verduras del plan Mercado Puntano, y así bajar los costos a través de una logística más acotada, que evite los largos fletes y la compra de mercadería en otras provincias. “¿Para qué esperar a que lleguen naranjas de Entre Ríos si las podemos hacer acá?”, se pregunta Battaglia.

Y claro, hay que refinar la producción. Luján, que incluso organiza la Fiesta Nacional de la Naranja desde hace años, tenía cultivos de semilla, no industriales. La tecnología cambió esa visión de la fruticultura, hoy hay que hacer naranjas para jugo y para consumir frescas, con otras técnicas, como lo está haciendo SMATA en la actualidad, apostando a distintas variedades y manteniendo la calidad.

“Empezamos con algo propio, para nuestros afiliados y pasajeros, pero al ver el entusiasmo del Gobierno dijimos, ¿por qué no aprovechar el envión? Entonces apuntamos más alto, con la ayuda que nos pueda dar el Estado”, resume José, quien está armando parcelas con ensayos de cultivos que nunca estuvieron allí, algo que le servirá como experiencia propia y también para que el Gobierno lo tenga de referencia si es que quiere acumular información sobre cómo se comportan algunas variedades en el norte.

Recorrer los distintos lotes con frutales lleva un largo rato de caminata, de la que también participaron los ingenieros agrónomos Ramiro Goncálvez y Carlos Guinle, quienes están allí para sumar la plantación al relevamiento que servirá para confeccionar un mapa frutícola provincial, indispensable herramienta de seducción para nuevos inversores interesados en producir en San Luis.

Hay nogales de la variedad Chandler, la más difundida en el centro del país, cerezos, manzanos que darán frutas Chañar 90, perales William Packard, pelones Caldecci, durazneros Red Top, Cristalinos y June Gold, damascos Royal, membrillos, ciruelos Gota de Oro y Black Amber y próximamente van a incorporar castaños, nueces pecan, avellanos e incluso olivos, que se dan muy bien en la zona (hay un par de explotaciones grandes en Nogolí y San Francisco), para examinar cómo reaccionan a las condiciones de Luján, que presenta una importante amplitud térmica, algunas heladas aunque no muy importantes y un sol muy fuerte durante la temporada de verano.

El terreno ya tiene extendidas las mangueras que servirán para instalar el riego por goteo. La maquinaria está lista, lo mismo que las perforaciones. Hay una de 60 metros de la que sale agua por bombeo a través de un motor de 30 caballos de fuerza; y otra de 105 metros, por lo que la provisión está asegurada. “Tenemos la mejor agua de San Luis”, asegura el encargado de los frutales.

 Un poco más allá, en un predio muy prolijo, crecen las plantas insignia de la zona: los cítricos. Protegidos del viento por una cortina de pinos añejos, hay naranjos (algunos que dan frutas de ombligo y otras variedades), mandarinos, pomelos rosados y blancos con un aroma tentador e incluso unos frutales que suenan a la infancia: bergamotas, una especie de mandarinas gigantes, cuya cáscara se despega fácilmente y son muy dulces, exquisitos.

“Son plantas con más de 20 años, van envejeciendo. Vamos a agregar unas 300 más entre hileras, porque además la inundación de 2015, cuando desbordó el dique Las Higueritas, nos hizo mucho daño en esa parte del predio. Eso sí, siempre y cuando el compañero (lo mira a Guinle) nos asegure la entrada al Plan Frutícola”, dice Battaglia con un guiño, pero apostando seriamente a los reintegros de entre el 40 y el 80 por ciento que otorga la provincia por plantación lograda.

No sería la primera vez, ya ingresaron anteriormente al plan y además SMATA suele trabajar en conjunto con el Gobierno y lo hará una vez más, incluso también a través de la Ley de Fomento al Agregado de Valor con su proyectada fábrica de dulces. La presencia la semana pasada de Adolfo Rodríguez Saá, quien compartió un almuerzo con Ricardo Pignanelli, el secretario nacional del gremio, da un indicio de que siguen siendo aceitadas las relaciones. En la recorrida por el hotel, el candidato a renovar su banca de senador nacional habló sobre la chance concreta de armar un polo frutihortícola en Luján, con el predio como punto estratégico de lanzamiento y mantenimiento de los cultivos.

“Yo trabajé con Adolfo hace muchos años en la parte forestal. Es un apasionado de estas cosas y quedó impactado con lo que vio la semana pasada. No esperaba semejante despliegue de plantas, y encima algunas ya estaban empezando a florecer. Vio un espectáculo hermoso y estoy seguro que nos va a ayudar a multiplicar la producción de frutales y desparramarlos por todo Luján. En los ’80 lo hizo, vino, repartió árboles casa por casa y les habló a los vecinos de las bondades de los cítricos. Pero después todo se fue cayendo porque no lo acompañaron”, recuerda Battaglia, quien cree fundamental acompañar al Municipio para poder volver a llegar a los vecinos.

A los distintos lotes con frutales se accede mediante caminos prolijamente armados con piedritas, todos flanqueados por jacarandaes envueltos en jazmines amarillos, lo que permite una combinación de violeta y amarillo que los hace únicos. De esos añosos árboles cuelgan frutos de la temporada anterior y el silencio hace el resto para que el paisaje sea bucólico.

Más cerca del edificio principal, hay otras variedades que agregan color y aromas. Hay plantas que parecen de otras épocas, como quinotos y nísperos, también algunas higueras. Y por supuesto, otro orgullo del hotel es la huerta, que abastece con verduras frescas a los huéspedes y empleados. En hileras bien regadas y con cartelitos indicadores lucen acelgas, arvejas, habas, repollos, coliflores, remolachas, brócolis, espinacas y rúculas. De acuerdo a la temporada, van sembrando y cosechando durante todo el año. “Vamos a reemplazar los cítricos que hay en ese lote por algunos cerezos, porque dan más sombra. Acá el verano es bravo y se hace sentir”, anticipa Battaglia.

Para combatir los insectos y aportar a los condimentos de las comidas que hace la cocina del "17 de Octubre", un sector tiene aromáticas, infaltables en el ambiente de cualquier huerta que se precie de tal. Poleo de burro, boldo, ciboulette, melisa, romero, peperina, menta, tomillo, orégano y cedrón crecen al amparo de una sombra que cobra valor a medida que el invierno se aleja en el almanaque.