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El sur apuesta a las pasturas para aplacar la falta de forraje

Después de las semillas, ahora los beneficiarios reciben otra gran ayuda: la capacitación. Los técnicos recorren Dupuy con pautas para aprovechar el llorón y la digitaria, y resistir la sequía.

Por Juan Luna
| 15 de abril de 2018
El agrónomo. Alejandro Vergés expuso las diferencias entre las especies y les dio varios consejos a los productores.

En tiempos en los que la sequía apremia, los pastos escasean y el invierno amenaza, el Plan Pasturas del Gobierno de la Provincia se vuelve una ayuda más que oportuna para los pequeños productores del sur puntano. Sobre todo porque además de los beneficios materiales, ahora recibieron otro bien invalorable: el asesoramiento.

 

La revista El Campo participó de una de las cuatro capacitaciones que el Ministerio de Medio Ambiente, Campo y Producción dictó por diferentes localidades del Departamento Dupuy para los beneficiarios del plan. En las charlas, los técnicos ofrecieron algunas pautas sobre el manejo de la digitaria y el llorón, las dos megatérmicas utilizadas, y dieron algunos consejos más para hacerle frente a la falta de forraje en los campos de cría.

 

El pasado viernes tocó en Buena Esperanza, pero ya habían visitado Martín de Loyola y Unión, mientras preparaban el cierre del ciclo en Arizona. El elegante y pintoresco salón que tiene el Centro Ganadero de la localidad fue el escenario del encuentro. En esa zona, que también recoge a algunos criadores de Batavia y Fortín El Patria, se encuentran 12 de los 95 beneficiarios que accedieron a la primera etapa en octubre del año pasado.

 

El requisito que puso el Gobierno para seleccionar ese grupo fue que el plantel de cada uno tuviera entre 30 y 250 vientres, avalados mediante un certificado de stock emitido por Senasa, como una forma de asegurarse de que los beneficios llegaran a los más vulnerables del circuito ganadero.

 

 

Noventa y cinco productores accedieron al Plan. El ciclo de charlas se dividió en cuatro zonas para alcanzar a todas las localidades de Dupuy.

 

 

A cada uno de ellos, el Estado les entregó bolsas de semillas suficientes para cubrir quince hectáreas de terreno con especies megatérmicas. Además, recibieron un kit de materiales para armar boyeros para cerrar el lote e impedir que los animales pisen el cultivo antes de que esté en condiciones de ser pastoreado. El paquete incluye electrificadores, testers, varillas, aisladores y cables. También les dieron 320 kilos de maíz como un recurso más para suplementar el forraje.

 

"Por instrucción del ministro Sergio Freixes, identificamos el problema de la alimentación como una de las principales limitantes para la actividad de cría. Para muchos de estos productores, éste ha sido su primer contacto con este tipo de pasturas, por eso la idea de estas 15 hectáreas es incentivar y fomentar el uso en los establecimientos, que las vean cómo funcionan y se planteen la posibilidad de seguir haciéndolas", explicó Agustín Martínez, jefe del área de Desarrollo Productivo.

 

Pero después de ayudarlos con la labranza y la siembra, trabajos que culminaron en noviembre de 2017, el acompañamiento siguió. "Este ciclo de capacitaciones viene a cubrir una demanda de información y es la forma de no dejar al productor solo con un lote implantado, sino que nos ponemos a su disposición para seguir trabajando en distintos temas y problemas", amplió.

 

 

Pastos con beneficios

 

Con sus habituales boinas y bombachas, los productores llegaron con timidez, pero en el transcurso se fueron soltando y se animaron a hacer preguntas.

 

La mayoría son hombres de más experiencia práctica que libros, de esos que llevan las vacas y la tierra en las venas y hacen de su campo un verdadero hogar. Pero aún así tienen producciones de baja escala y poca tecnificación en los rodeos. Por lo general usan servicios continuos y les cuesta realizar apotreramientos para dividir y manejar las categorías de hacienda. La falta de recursos económicos es un freno para dar un salto de calidad y eficiencia.

 

Los técnicos les entregaron una cartilla con las 'Bases para la ganadería de cría bovina', un compendio que incluye las pautas principales sobre la producción de terneros, el manejo de los servicios, del parto, del destete, la sanidad y la reposición, e incluso otras tecnologías como inseminación artificial y el uso de reproductores de raza. La idea es que ese material sirva como un disparador de dudas e inquietudes que lleven a organizar nuevas capacitaciones más adelante.

 

El encargado de romper el hielo fue Alejandro Vergés, uno de los especialistas en Producción Agropecuaria que trabajan en el Ministerio. Con el apoyo de diapositivas, comenzó con una caracterización de las dos especies que los productores recibieron: pasto llorón (Eragrostis curvula) y digitaria (Digitaria eriantha).

 

De las 1.425 hectáreas que se sembraron en el "Plan Pasturas Sur", un 85% fueron implantadas con llorón y el 15% restante con digitaria, en una elección que dependió de los tipos de suelos de los lotes y de las virtudes que cada gramínea les podía aportar.

 

Ambos son cultivos perennes, es decir que su ciclo de vida se prolonga por varios años. De hecho, con una buena rotación y un pastoreo adecuado, pueden llegar a dar forraje durante dos décadas. Además, aumentan la receptividad ya que resisten una gran cantidad de vacunos por superficie.

 

A la lista de coincidencias, el ingeniero agrónomo agregó que las dos tienen una excelente respuesta a la fertilización y que ayudan a mejorar los valores nutritivos de los animales que las consumen.

 

Son especies originarias de África, pero que ya están adaptadas y naturalizadas en Argentina. Las dos toleran condiciones ambientales duras, por eso suelen ser una alternativa para remediar suelos degradados.

 

Pero tienen algunas diferencias. La digitaria es un poco más “sensible”, necesita de un clima más tropical y requiere de mayores niveles de nitrógeno, fósforo y potasio. “En cuanto a la altura, con más de 800 milímetros anuales sigue funcionando, pero el rendimiento es muy inferior por encima de 1.200 metros sobre el nivel del mar. Dupuy está a unos 400 metros, por lo que en eso no van a tener problemas”, les dijo a los ganaderos.

 

El llorón, por su parte, es una pastura más rústica para tolerar los ambientes hostiles y se adapta fácilmente a los suelos arenosos, siempre que estén bien drenados y no sufran anegamientos. Son plantas que prefieren estar bien asoleadas y no debajo de los montes o en lugares de mucha sombra.

 

 

El pasto llorón y la digitaria son especies africanas que han sido adaptadas al clima argentino. Son resistentes a los ambientes hostiles.

 

 

Uno de los primeros consejos que dio Vergés fue, justamente, prestar atención a los tipos de suelos y a la ubicación del lote al momento de elegir qué especie sembrar, para sacarle su mejor rendimiento y poder complementar el recurso forrajero más utilizado en el sur de la provincia: los pastizales naturales.

 

En una región ganadera por excelencia, los bosques de caldén y chañar son los que predominan en los campos de cría. A ellos se le suman especies como flechillas, pata de gallo, rosetas, poas, pastos escoba, paja blanca, entre otras. Casi todas son estivales y empiezan a escasear en el invierno.

 

Pero tienen una producción de forrajimasa, materia seca que realmente consumen los vacunos, mucho menor a las pasturas implantadas. Si en los bosques naturales pueden producirse entre 100 y 700 kilos por hectárea, en un pasto llorón se pueden contabilizar entre 3.000 y 4.500, por ejemplo.

 

El agrónomo les explicó a los productores dos métodos sencillos para medir la oferta forrajera que hay en sus montes. La primera es la forma visual, que no es otra cosa que calcular "a ojo” cuánto pasto hay disponible y cuánto tiempo durará. Los criadores, que conocen los lotes como la palma de su mano, ya están entrenados en esta práctica.

 

Pero para tener datos un poco más precisos y no quedar a mitad de camino en las estimaciones, recomendó usar un sistema sencillo pero efectivo. Hay que realizar cuadros representativos de un metro por 50 centímetros y arrojarlos aleatoriamente a lo largo del monte. Mientras más se coloquen, mayor será la precisión de la información.

 

Cada rectángulo permitirá medir la cantidad de pasto que hay, qué especies tiene y cuáles son las deseables. Una forma de calcularlo es arrancar un puñado, pesarlo en fresco y luego ponerlo a secar al sol o en un horno. Una vez deshidratado, hay que volver a tomar el peso y eso dará una idea de cuánta materia seca ofrece cada porción de muestra. "Sabiendo la cantidad que tenemos en un marco en seco, lo llevamos a la hectárea y de ahí sacamos la cuenta para toda la superficie del lote", dijo.

 

Conocer la disponibilidad de pasto es clave "para poder calcular cuántas vacas puede aguantar el lote, para no empezar a cargarlo de más y degradarlo", aclaró Vergés.

 

Se estima que una vaca come entre nueve y diez kilos de materia seca por día, aunque eso cambia en función de la edad y del frame del animal. Por eso es fundamental, una vez que se conoce la oferta forrajera, saber cuál es la demanda.

 

Para ello, el técnico del Ministerio explicó el concepto de Equivalente Vaca (EV), que permite sacar las cuentas sin recurrir solamente a la cantidad de cabezas ya que las categorías dentro de un plantel son muy variadas. Un EV se traduce en una vaca de 400 kilos que gesta y cría un ternero hasta los seis meses de edad que se desteta con 170 kilos. Hay una tabla que estipula a cuantos EV equivale cada categoría. Un toro, por ejemplo, es igual a 1,3 EV, mientras que una vaquillona de uno o dos años represente 0,7 EV.

 

De esa forma, en base a la cantidad de hacienda que tiene el productor puede multiplicar los EV por los 9 kilos de consumo diario por los 365 días del calendario. Esa cuenta, aunque parece complicada, permite tener una idea bien precisa de la cantidad de pasto que se necesitará para alimentar al rodeo y, al mismo tiempo, será útil para establecer la carga animal que se puede poner en cada pastura.

 

 

Dieron pautas básicas sobre cada pastura, cómo medir la oferta forrajera, calcular la carga animal por hectárea y la ayuda de la fertilización.

 

 

El llorón, por ejemplo, Vergés señaló que siempre requiere de cargas altas que coman el vegetal bien al ras y puede resistir entre 6 y 7 EV por hectárea. La digitaria, en cambio, aguanta mejor pastoreos menos intensos.

 

Para sacarle el jugo a ambas forrajeras, es necesario dividir el campo en potreros y definir un sistema de rotación entre ellos. Esto es, dejar descansar siempre un lote por año para que se recupere y pueda dar más materia seca al siguiente período.

 

Por último, el ingeniero recomendó no tenerle miedo a la fertilización, algo en lo que los beneficiarios del plan tienen poca experiencia. La urea es una herramienta útil para agregarle proteínas a la dieta, acompañada de una suplementación con maíz para subsanar los nutrientes que las pasturas pierden en el invierno.

 

La última parte de la charla estuvo a cargo del ingeniero forestal Edgar Torres, integrante del programa Biodiversidad, quien habló de la importancia de los bosques nativos y las leyes que regulan su protección.

 

Explicó las tres categorías de conservación vigentes y las obligaciones que tienen los productores, pero también los beneficios a los que pueden aspirar si realizan planes de cuidado. "Es importante el asesoramiento", aconsejó.

 

 

 

 

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