15°SAN LUIS - Miércoles 17 de Abril de 2024

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Pasos, cófrades y turismo en la ciudad madre

Considerada una de las celebraciones católicas más importantes de España, las pascuas en el pueblo de Valladolid que le dio nombre a San Luis son una congregación a la que asiste todo el pueblo y que despierta el interés del tan mentado turismo religioso.

Por Miguel Garro
| 16 de abril de 2018
Las procesiones son parte de la identidad del pueblo.

La Semana Santa en España tiene dos ciudades insignia: Sevilla, sede de la celebración en Andalucía con la pompa de flores y velas enormes que dan una majestuosidad impactante; y Medina de Rioseco, la ciudad madre de San Luis, donde, lejos de ser humilde, la atracción se centra en elementos más austeros como la autenticidad y la fe que le dan cuatro siglos de permanencia. Las mismas procesiones que se llevaban a cabo cuatrocientos años atrás son las que se realizan ahora en el pueblo ubicado en la provincia de Valladolid, terreno de una Castilla sin castillos.

 

La tradición es el punto central de la Semana Santa riosecana, la demostración religiosa que incluye a todo el pueblo y a miles de turistas que viajan al pueblo de casas bajas y calles angostas con la única expectativa de ser parte de uno de los encuentros cristianos más férreos de toda España. El año pasado, la Televisión Española transmitió para todo el mundo las alternativas de lo que sucedió en la pequeña ciudad y le dio visibilidad a nivel mundial, algo que ya había sucedido cuando la Secretaría General de Turismo declaró las fechas como de Interés Turístico Internacional.

 

Además del ferviente deseo que los habitantes de la región tienen por ser parte de la mística, las jornadas religiosas se componen de procesiones, rodilladas, conciertos y, sobre todo, una profunda fe que alcanza las lágrimas de quienes lo viven en directo. “Este es un pueblo que tiene su identidad en Semana Santa. Los riosecanos abrimos el corazón y mostramos nuestro trofeo mejor guardado. Y el corazón de los riosecanos está hecho de Semana Santa”, le dijo a Cooltura el alcalde del pueblo, David Esteban Rodríguez, cófrade desde los 10 años y orgulloso participante de todos los actos que se realizan en su comuna. Son los pasos uno de los componentes más característicos de la celebración. Cargarlos a los hombros durante las procesiones con los delicados arreglos y las bellísimas imágenes que representan el Vía Crucis es todo un honor para los habitantes de Rioseco y una responsabilidad que se transmite dentro de las 17 cofradías del pueblo de generación en generación.

 

Observar esas verdaderas obras de arte en la quietud del Museo de Semana Santa que funciona en la Iglesia de la Santa Cruz, una de las sedes de las celebraciones de hace 15 días, es una posibilidad de todo el año y un regocijo especial. Todas las imágenes que salen a las calles hace décadas están allí, al alcance de la mano y de los ojos de quienes visiten el amplio espacio del edificio que está en la calle Mayor de Medina de Rioseco.

 

En los días previos a la seguidilla de procesiones con que se festeja la Semana Santa es común ver por las calles del pueblo a los chicos jugando a ser grandes. Y ser grande en Rioseco es portar los pasos. Entonces los niños arman con dos palos largos y una imagen un símil de los elementos tradicionales y caminan por las calles con las túnicas hechas con retazos.

 


La tradición en Medina de Rioseco, la ciudad madre de San Luis, incluye a todo el pueblo y a miles de turistas con la única expectativa de ser parte de uno de los encuentros cristianos más férreos de toda España. 

La imagen puede parecer fantasmal o de otra época –de hecho lo es- pero las calles del pueblo se inundan de personas con el rostro tapado con capuchas y túnicas de tres colores (blanco, marrón y negro) que encabezan las procesiones. La tradición viene de los gremios de trabajadores que se armaron antes de la invasión francesa y que sostienen todos los años las marchas de silencio.

 

“Las procesiones que se viven aquí son parte de una identidad que se evidencia en estas manifestaciones populares y que se convierten en un hecho social”, sostuvo el alcalde.

 

En 1932, el escritor y filósofo bilbaíno Miguel de Unamuno visitó Medina de Rioseco durante una Semana Santa y escribió en un periódico una crónica que con el paso del tiempo tomó tanta relevancia que el pueblo tomó ese escrito como un hilo conductor, una certeza de que lo que allí estaba relatado es la distinción entre esa Semana Santa y cualquier otra alrededor del mundo. En el museo de la iglesia central hay un fragmento del texto, de una pluma exquisita. Dice así: “Era la misma procesión de antaño. El anciano cree ver la que vio de niño y el niño, aún sin darse de ello cuenta, espera ver la misma cuando llegue a anciano. Si llega. Y no ha pasado más. Ni monarquía, ni dictadura, ni revuelta, ni república. Pasan los pasos y lo llevan los mozos”.

 

Aunque las marchas se hacen durante toda la semana, es la del Jueves Santo la que se considera la central. En las primeras horas de la tarde, las hermandades se buscan unas a otras en las puertas de las casas, donde los cófrades ya se están preparando para salir con sus vestimentas especiales. Cuando se encuentran todas, van al Ayuntamiento a pedirles a las autoridades municipales que los acompañen y de allí se van a las iglesias a buscar los pasos.

 

La Semana Santa en Rioseco comienza el llamado sábado del pregón, un acto en el que se avisa en voz alta el inicio de la festividad. Continúa con el Domingo de Ramos, el día en que se realiza la primera de las procesiones, a la que el pueblo asiste “con sus mejores galas”, según dijo el intendente. El lunes comienza la vigilia pascual con un concierto musical y el martes se desarrolla la llamada Procesión de la clemencia, durante la que un Cristo recorre las calles del casco histórico. El miércoles hay un Vía Crucis.

 

La multitudinaria procesión del jueves santo se llama “Del mandato” y comienza cuando cae la tarde en el pueblo, el momento en que se recomienda comenzar el avistaje turístico. Luego de la misa, comienza la procesión en la iglesia de Santiago, la segunda en importancia del pueblo, con los pasos que representan “La oración del huerto”, “La flagelación”, “Jesús atado a la columna”, “Jesús de la Caña” y “Jesús Nazareno de Santiago”, “La santa Verónica”, “Jesús Nazareno de Santa Cruz”, “La desnudez del Señor”, “Santo Cristo de la Pasión” y “La dolorosa”, todos con esculturas del siglo XVII, en algunos casos de autor anónimo. Al día siguiente, se realiza la llamada procesión del dolor, con otros diez pasos que representan la crucifixión y muerte de Cristo. El viernes santo, los pasos son más grandes y pesados y si bien el clima en Rioseco es de congoja, el silencio no es el sepulcral ni el que se acostumbra para la fecha. En la Semana Santa de Medina hay aplausos, exclamaciones y mucha admiración a medida que los pasos salen de las iglesias.

 

En las marchas de los dos días feriados se produce un momento impactante de la celebración. Los peregrinantes, con los pasos al hombro, hacen una genuflexión al llegar a la imagen de una virgen en la capilla del arco Ajujar, en la entrada del pueblo, conocida como rodillana. Además, se canta el Salve.

 

Luego de un sábado con poca actividad, el domingo de resurrección empieza al mediodía con la procesión del “Cristo resucitado” que termina con una suelta de palomas y una alegría más bien contenida entre los riosecanos. “Hay cierta tristeza –reconoció el alcalde- porque se ha acabado la Semana Santa y tenemos que esperar un año para volver a vivir nuestra esencia”.

 

Para dimensionar la importancia de la festividad en la ciudad a la que San Luis debe parte de su nombre basta mencionar que de ella se han escrito libros, se han filmado películas y, por supuesto, se han hecho cuadros, la manifestación artística más extendida en la localidad de la provincia de Valladolid. Existen en el pueblo artistas reconocidos exclusivamente por la confección de imágenes religiosas, a tal punto que una imagen confeccionada por determinado autor goza un prestigio mayor que los anónimos.

 

Fernando Pizarro, por caso, es un escritor que junto al escultor Jesús Capa –ambos riosecanos de nacimiento- publicó en 1987 el libro “Semana santa en Rioseco”. Allí, el autor ensaya una explicación del fervor de la festividad y enseña una forma de vivir el encuentro: “Aquí, en el lirismo trágico de la calle vacía, algo es inminente. Entonces, si uno se demora y se fija, si de verdad quiere ver lo que mira y no se dispersa en apariencias vacuas, podrá descubrir el sonido, la sombra, la figura que, apenas insinuada, todo lo explica. Hay que saber adaptar el oído a los silencios y la mirada a la penumbra. Se descubre así, en el claroscuro de la escena, un cierto pálpito del drama religioso. Hay una luz de cirio en la tarde que empieza y se intuye un luto espeso entre los portales. Sí, en la vaciedad de la estrecha portalada, el sonido lejano, la sombra presurosa, la figura en escorzo, descubren la inminencia”.

 

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