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Encantos de un infierno inolvidable

El 27 de setiembre de 2008, Carlos Solari tocó por única vez en la provincia. Lo hizo ante 30 mil personas que llegaron de todo el país para participar de una misa que se agigantaría con signos trágicos con el correr de los años. ¿Es posible que regrese?

Por Miguel Garro
| 25 de septiembre de 2018
El Juan Gilberto Funes como nunca.

El anuncio se hizo en Tandil, al finalizar su recital del 5 de julio de 2008. “El que abandona no tiene premio, nos vemos en setiembre en San Luis”, dijo con su voz todavía firme Carlos “Indio” Solari. Un grupo de fanáticos puntanos de “Los redonditos de ricota”, y por ende del cantante, que viajaron hasta la ciudad de la piedra movediza tuvieron que preguntar varias veces si habían escuchado bien para dar crédito definitivo.

 

Las negociaciones con la provincia se habían hecho, como mucho en la vida artística y todo en la vida personal de Solari, en la más absoluta de las reservas. Recién el lunes siguiente, José María Emer, quien por entonces era el jefe de la Caja Social, el organismo que tenía bajo su órbita al estadio “Juan Gilberto Funes” de La Punta, confirmó de manera oficial la presencia del “Indio” en la provincia. La plaza puntana representaba un punto ideal para las intenciones de los productores de Solari: está en el centro del país, el alquiler tenía un precio favorable, permitía una cantidad de accesos y egresos considerable y representaba una de las tantas provincias adonde el músico no había tocado nunca. Para San Luis, la llegada del rockero significaba un empujón estimable para el turismo, la permanencia de la provincia en boca de los medios nacionales y el impulso de uso para el estadio que había sido inaugurado cinco años antes y había recibido un puñado de partidos de fútbol internacionales.

 

Los tres meses que pasaron desde el anuncio hasta el recital se sucedieron con la expectativa lógica por parte de los seguidores puntanos y los preparativos exhaustivos de la productora. Matías y Marcos Peuscovich, los hermanos que ahora están procesados por su responsabilidad en el desastre que fue el recital de Olavarría de marzo de 2017, vinieron muchas veces a la provincia, se reunieron con Emer y la Policía y contrataron la mano de obra puntana para el armado y desarmado del majestuoso escenario.

 



Solari en San Luis, septiembre de 2008.

 

 

El que más viajó fue Marcos, aparentemente más inclinado a las cuestiones organizativas y al trato con los entes estatales, como sucedió en Olavarría. Fue él el encargado de negociar primero con los funcionarios y luego con otros incrédulos la estructura que tenía la provincia para albergar a las huestes ricoteras, ansiosas por recibir a su dios pagano.

 

Solari había editado recientemente “Porco rex”, tal vez el mejor disco de su carrera solista, y mantenía intacto el poder de convocatoria redondo, algo que su nuevo enemigo, Skay Beilinson, guitarrista del grupo, no pudo captar nunca. Sin embargo, el recital que Carlos dio en La Punta fue el menos concurrido de los 17 que brindó en el país su etapa en solitario, con 30 mil espectadores. El único concierto con menos corte de tickets que registra Solari fue el de diciembre de 2005 en Montevideo.

 

Según dijo el propio “Indio” en el show, sólo dos mil entradas se vendieron en San Luis. El resto fue de público que hizo miles de kilómetros, estacionó los autos lo más cerca del estadio de que pudo, pidió permiso para instalar carpas en los patios de las casas de La Punta y celebró la acostumbrada misa ricotera, con todas sus características.

 

En un programa de televisión varios años después del show, le preguntaron al tenista Juan Ignacio Chela, fanático confeso, cuál había sido la locura mayor que hizo por su ídolo y respondió que viajar en auto a San Luis y caminar entre la gente por las calles de La Punta.

 

Uno de los puntos de venta de entradas que se instaló en la provincia fue la librería “Atípika”, que quedaba por calle San Martín antes de llegar a Ayacucho. Fernando de Vargas, el propietario del lugar, reafirma que en la provincia las ventas fueron muy flojas, a tal punto que tuvo que devolver muchos de los tickets que le dejaron. Del recital recuerda que “estuvo muy bien organizado, con todo muy ordenado”. Fernando había ido a un show de “Los redondos” en Villa María y había quedado asustado por el caos que reinó antes y después del recital.

 



La misa ricotera en La Punta.

 

 

Los días en San Luis

 

La llegada de “Indio” a la provincia estaba prevista para el jueves 25 de setiembre al mediodía en un vuelo privado que aterrizaría en el aeropuerto local. Cuando a un periodista y a un fotógrafo de El Diario de la República les llegó el dato montaron una guardia que alarmó a los hermanos Peuscovich, únicos habitantes del aeropuerto aquel día primaveral además de los empleados.

 

Adiestrados para mantener la reticencia histórica de Solari con la prensa, los productores trataron con disimulo de convencer a los reporteros de que el vuelo estaba retrasado y que mantener la guardia sería en vano, pues el cantante no se iba a detener a hablar en la desolación del aeropuerto.

 

Se hicieron las cuatro de la tarde, la hora de cierre se aproximaba y, para alivio de los hermanos, los periodistas abandonaron el aeropuerto sin la foto tan esperada.

 

Solari aterrizó pasadas las 17 y fue de inmediato al hotel Vista, la sede la mayoría de sus horas en la provincia. Como tenía una gripe muy fuerte, viajó con su médico personal, quien le inyectó varios Decadron en su estadía puntana.

 

Del mismo hotel, habían llamado temprano a Patricio Odicino, dueño de Uovo, el coqueto restó que está en la esquina de Colón y Las Heras, para pedirle reserva por dos: de una mesa y de los comensales que irían esa noche. “Querían lugar para siete personas, lejos de las ventanas y en un lugar apartado, yo preparé todo sin saber quiénes eran los que venían”, recuerda con asombrosa precisión el joven empresario una década más tarde.

 

Un segundo llamado, ahora del manager de Solari, le dio precisiones sobre sus clientes. “Les garanticé que iban a estar tranquilos y que nadie los iba a molestar”. Sin la propagación de información que hay en la actualidad por las redes sociales, la información –sin embargo- se filtró y un grupo de no más de 30 personas hicieron guardia en la puerta del restó.

 

Al verlos, Solari salió, accedió a todas las fotos, charló un rato y les pidió amablemente que se retiraran para evitar el efecto bola de nieve. El cantante también se retrató con los mozos y otros empleados y se sorprendió cuando Odicino se corrió de la fila de las fotos y se puso a preparar la mesa. “Su música no me gusta para nada”, explicó el gastronómico.

 

Las siete personas comieron lomo y bife de chorizo y pidieron –con anticipación- vino Luigi Bosca botella de cuello fino y whisky tres destilaciones, dos bebidas que Patricio no tenía en su local y que tuvo que salir a buscar por la tarde. “Yo creo que comieron bien, pero seguro bebieron mejor”.       

 

Los temas de la radio

 

El sábado 27 de setiembre de 2008 la ciudad despertó nublada. Pero como muchas veces, a media mañana el sol se había apoderado del cielo. Lo inusual del paisaje en cualquier punto de la ciudad lo dieron los miles de fanáticos de Solari que coparon los bares, las plazas y las calles de San Luis. Las remeras de “Indio” y de varios clubes de fútbol del ascenso demostraban la procedencia del público invasor.

 

Poco antes de las diez de la noche de aquella noche de primavera –las nubes habían regresado por entonces- Solari irrumpió en el escenario montado al frente de la platea techada con una campera inflable, un inusual buen humor y una banda potente que en el disco anterior había bautizado “Los fundamentalistas del aire acondicionado”.

 

Las dos primeras canciones fueron los dos primeros temas de “Porco rex”, el disco que presentó casi por completo: hizo 12 de los 13 temas. El primer tema de “Los redondos” fue “Cruz diablo” y el momento más caliente de la mitad inicial fue el enganchado de “Nadie es perfecto” y “Ñam fri frufri fali fru”.

 

El repaso por su carrera solista y redonda continuó con pantallas gigantes, un sonido de primer nivel y algunas zapatillas que volaron desde el público, una situación que cambió el talante del cantante: “Me van a embocar en cualquier momento y me van a cortar el mambo”, anticipó con el lenguaje barroco del que hace gala.

 

Como no podía ser de otro modo, el recital terminó con “Jijiji” con las luces del “Juan Gilberto Funes” prendidas en su totalidad y un pedido de Solari antes de la despedida: “Cada lugar donde nos reciben hay que cuidarlo porque puede ser una plaza para más adelante”, dijo y pidió a su público que tuviera cuidado con los asados a la vera de la ruta por la sequía. Él, en cambio, se fue a comer un chivito.

 

En una entrevista radial que dio en Villa Mercedes en abril de este año, el ministro de Turismo Aldo González Funes habló sobre la estructura turística de la provincia y dijo que en la actualidad San Luis está en condiciones de traer al “Indio” Solari. “¿Por qué no?”, se preguntó y dejó picando una posibilidad que puso en alerta a los fanáticos.

 

Cuando el funcionario hizo esas declaraciones, ya había pasado más de un año del peor momento del cantante tras el concierto en Olavarría, que dejó dos muertos y una responsabilidad que por ahora cargan sólo los productores. O sea, que conocía el escenario de silencio autoimpuesto y bienvenido que se impuso el cantante tras la tragedia. En el ministerio aclararon que las palabras del ministro fueron más una demostración de fuerza o una expresión de deseo que una posibilidad concreta.

 

Tras el concierto en La Punta, Solari editó tres discos, el último hace pocos meses; acrecentó su pelea mediática y judicial con Skay y “La Negra” Poli, sus dos antiguos aliados; y confesó que padece Parkinson. “Ustedes saben que estoy un poco vejete y necesito descansar”, dijo para empezar a despedirse en el recital puntano hace 10 años. Desde entonces, no perdió el pelo ni las mañas.

 

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