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El valor del arte: festival de circo "Potrerito"

Con elencos de alta calidad, la primera edición del encuentro circense dejó la pregunta de cuánto vale una función callejera.

Por redacción
| 22 de enero de 2019
Sonidos pajarracos. "Urraka", teatro, música y humor de calidad comprobada. Foto: Alejandro Ochoa.

No son momentos fáciles para el arte callejero. Es por eso que la realización de "Potrerito", un festival de circo que se hizo el fin de semana por parte del esforzado Enzo Wiggenhauser, payaso callejero radicado en Potrero de los Funes, tiene un valor extra y un reconocimiento doble.

 

El artista convocó, solo acompañado por un par de auspiciantes, a compañeros de ruta de primer nivel para la primera edición del encuentro. El domingo a la noche, cuando "Urraka" terminó su excepcional presentación con la que se cerró el encuentro, Enzo tomó el micrófono y, visiblemente emocionado, solo tuvo palabras para un deseo: "Ojalá se pueda hacer este festival el año que viene".

 

"Potrerito" congregó a artistas callejeros en una localidad turística ante un público dispuesto a divertirse a la luz de la Luna. Y fue un éxito de convocatoria apoyado por el alto nivel artístico.

 

Un desfile colorido fue, el viernes a la tardecita, el inicio de tres jornadas en donde las risas y las morisquetas, junto a las acrobacias, sobraron. La jornada inaugural fue netamente local, con la presencia de "Imaginaria Teatro", un grupo de payasas de largo recorrido en la provincia que mostró "Dónde vuelan los pájaros" y el propio Enzo con "Clásicos de circo", el show que presenta todos los días en la localidad.

 

La buena respuesta del público el primer día hacía imaginar que en los días siguientes -con mayor afluencia de turistas- la convocatoria sería mejor. Así fue.

 

Cuando el sábado a la noche, en un cambio repentino de programación, el brasileño Guga Morales presentó su unipersonal "Hombre foca" a las 21, el espacio destinado al festival mostró una muy buena cantidad de público. Chicos sentados en la primera fila del piso y adultos ubicados en el fondo, en sillas plásticas o en pequeñas gradas, armaron un público variado, como suele suceder en las funciones de circo.

 

Morales brindó un espectáculo cariñoso, ameno, con casi todos los argumentos que una persona sola puede hacer sobre el escenario. Se acompañó solamente de algunos implementos para hacer malabares, como una botella, un globo, su simpatía y un vestuario impecable.

 

Luego fue el turno de la Compañía Cordobesa de Circo, "Las Tres Ce", un dúo de payasos de Río Cuarto que contó una historia de amor bien típica. El espectáculo tuvo acrobacia en tela, humor y malabares, matizado con el acompañamiento del público infantil, deseoso que la historia de amor terminara bien.

 

El plato fuerte fue el domingo con "Urraka", un muy interesante sexteto que mezcla teatro, humor y música y que la tarde anterior había estado en La Pedrera, donde a mediados del año pasado había animado con singular éxito las vacaciones de invierno.

 

El grupo causó risas, habilitó las palmas con sus particular versión de "El bombón asesino" y transformó temas de "Los Beatles" y Michael Jackson a instrumentos hechos con tachos de basura, cartones, barriles y bidones de agua. El concepto de "Música con objetos" con el que se presenta el grupo cabe perfecto en su espectáculo.

 

El factor común de todos los grupos fue hacer un espectáculo a la gorra, una idea que posiblemente haya cambiado con el paso del tiempo. Ahora, los artistas callejeros si bien no exigen, muestran una insistencia firme en -cuando no establecer el precio del show- al menos poner en un aprieto al espectador para que determine cuánto cuesta lo que acaba de ver.

 

"Si uno va a ver un espectáculo de Julio Bocca, paga mil dólares la entrada y después no le gusta lo que vio, nadie le devuelve el dinero. Acá, primero ven el show y después cotizan", comparó, tal vez no con el ejemplo adecuado, uno de los participantes del festival. Enzo había dicho que la dignidad del artista es lo que está en juego ante cada billete que el público deposita en la gorra.

 

Morales, en cambio, fue más directo y dijo que, como viene de Brasil y se considera un artista profesional, el mínimo a pagar era de 150 pesos. Y dejó una frase que pretende revalidar ese pensamiento: "En un lugar sin arte y sin cultura, la violencia se convierte en un espectáculo".

 

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