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Los Donoso Luna abrieron su corazón y ya cuidaron a 11 niños

Dicen que todos los chicos son especiales y que lo más difícil es cuando deben separarse de ellos.

Por Matías García Elorrio
| 06 de enero de 2019
Siempre juntos. Neuén, Aimé, Graciela, horacio, Ailén y Aynelén son los integrantes de la familia Donoso Luna. Foto: Marianela Sánchez.

La familia Donoso Luna ya recibió en su hogar a 11 niños y niñas que, por pedido judicial, necesitaban de cuidado. Algunos llegaron de bebés, otros con apenas dos o tres años y otros en edad de preadolescencia. La mayoría de ellos, después, fue adoptada y muy pocos pudieron volver con su familia de origen. En ese contexto, Graciela (46 años) y Horacio (54) decidieron sumarse al registro de Familia Solidaria, luego de vivir una situación traumática. Graciela perdió a su quinto hijo (Octavio), que nació prematuro, pero además "durante ese embarazo se me despertó una enfermedad hepática autoinmune de la que me llevó mucho tiempo recuperarme. Creo que esa situación nos llevó a replantearnos con mi marido cómo seguiría nuestra familia, a pesar de que ya teníamos cuatro hijos, porque incluso los médicos pensaban que no tendría una sobrevida extensa. Yo creo que lo que nos motivó a tomar la decisión de inscribirnos en el programa fue todo el amor que teníamos para darle a ese último hijo”. Y así comenzó la experiencia.

 

La mujer contó que un día le llamó la atención que a la casa de una vecina llegaron tres niños: “Cuando le pregunté me dijo que eran sus sobrinos, pero al tiempo me la encontré de casualidad en el edificio de la ex Casa de Gobierno y allí me contó que existía Familia Solidaria, y que ella formaba parte”. El primer chico que recibieron los Donoso Luna fue Agustín, en 2008; después llegó Lucrecia; al tiempo, los regalones Ángel e Isaías; después fueron Thiago y Santino; y más tarde, las dos hermanitas Luz y Milagros. En otro momento cuidaron de Braian; al año siguiente de Rosario; y la última fue Ángela, que llegó de bebita.

 

“Los padres lo único que le dejan a los hijos son sus hermanos y eso es lo que les enseñamos a nuestros niños”, dijo Graciela, mientras su marido asentía con la mirada. “La charla que tuvimos con mi esposa fue normal y después también  lo hablamos con nuestros hijos, porque no era solo una cuestión de nuestro matrimonio; era un proyecto de familia. Y todos estuvimos de acuerdo. Pero no entramos al programa hasta tener la entrevista con la psicóloga. Recién ahí nos dieron la autorización”, contó Horacio. Y admitió que “nos generaba mucha expectativa saber quién sería el primero en llegar y cómo íbamos a reaccionar frente a él”.

 

El hombre explicó: “Lo tomamos como una tarea que debíamos hacer, que estaba respaldada por la crianza de nuestros hijos y, a su vez, nos permitía establecer el compromiso para que las cosas salieran bien: tanto desde nuestro lugar, como del resto de los que intervienen en este proceso”. 

 

Aimé (28 años), Ailén (25), Aynelén (24) y Neuén (23) son los hijos del matrimonio, quienes contaron que muchas veces debieron hacer la tarea de cuidar y acompañar a esos chicos: darles de comer, cuidar su aseo, ayudarlos con las tareas escolares y dedicarles tiempo de juego, mientras Graciela viajaba a Buenos Aires para cumplir con el tratamiento médico.

 

“El primero fue el más difícil porque era una experiencia nueva y no sabíamos cómo tratarlo o ponerle los límites. Pero, cuando llegaron los hermanos Ángel e Isaías, fue diferente ya que vinieron de más chicos y se quedaron casi un año. Ellos fueron especiales para toda la familia. Con esto me decidí a tener hijos, pero además quiero adoptar porque ahora conozco la situación difícil que viven esos niños”, señaló Neuén respecto a su experiencia.

 

Aimé es la mayor y opinó que “cada uno fue muy especial para nosotros porque todos llegaron porque les faltó amor y cariño. Tuvimos que aprender a tener paciencia y trabajar en conjunto porque esta no es una tarea solo de papá y mamá. Lo más difícil fue entender que el vínculo con ellos no debía ser muy fuerte porque algún día se tenían que ir y eso era muy difícil para ellos. Sobre todo porque es mucho lo que se llevan de nosotros”.

 

Ailén comentó que “todos tuvimos que aprender a poner reglas y límites; y creo que los que pasaron por esta casa se llevaron los mejor de nosotros. Como mis hermanas y mi hermano, yo también quiero adoptar un chico o participar de Familia Solidaria. No me costaría cuidar de esos niños porque sé que es muy difícil adoptar un bebé y la mayoría no quiere tener a chicos más grandes. Es muy lindo este trabajo porque lo hacemos todos juntos”.

 

Y Aynelén dijo que “con esta experiencia crecimos todos como personas y en edad. Tuvimos que acompañarlos a la escuela y ser responsables frente a sus maestros. Pero también atender a sus actitudes en clase y frente a sus compañeros. Por supuesto me gustaría ser familia adoptiva y tener un niño que necesite de cariño y protección. Me gustaría poder ayudarlo desde ese lugar”.        

 

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