Mariana Valdez reluce su vocación de docente en el Plan Solidario

Rendirse y quedarse quieta son ideas que Mariana Valdez desconoce. La mujer de 39 años sortea sus días entre cuidar a sus tres hijos, ayudar a su marido que hace dos años tuvo un derrame cerebral, estudiar el Profesorado de Lengua y Literatura en el Instituto de Formación Docente Continua (IFDC) y trabajar en el Plan Solidario. Todas esas tareas están atravesadas por una elocuente vocación de maestra, que saca a relucir de lunes a viernes en la Torre de Control del Parque La Pedrera, donde enseña a leer y escribir a sus compañeros beneficiarios.

Desde temprana edad la adjudicataria sintió que quería estar al frente de un aula. El deseo la llevó a anotarse en la institución que funciona en el ex Hogar Escuela y, después de ocho largos años, está a diez materias de recibirse.

"Por más que tengas la teoría y el material, si no te llama la atención transmitir lo que sabés, no sirve de nada. Cuesta que los chicos o los grandes te sigan y si no te apasiona lo que hacés, no los vas a conseguir nunca", aseguró.

Los embarazos de Luca, de 19, Germán, de 12, y Gabriel, de 6, fueron una pausa en los estudios hasta que pudo retomar a los 30. Hace tres años, Eduardo, su marido, sufrió un derrame cerebral y tuvo que ser operado. Ella se dedicó a cuidarlo hasta que se recuperara y por eso también se atrasó. "Voy muy despacito con la carrera pero mi objetivo es recibirme. Es el octavo año y, cuando tenés una casa, hijos, una familia, el trabajo, son otros los tiempos que le podés dedicar a la facu. Me quedan esas materias correlativas que no es mucho", sostuvo.

Con su esposo en rehabilitación y la difícil situación económica nacional fue determinante que Mariana saliera a buscar un trabajo. Así se integró al Plan Solidario, donde primero fue preceptora en la escuela generativa "Terra Mater" y luego se desempeñó en las parcelas. "Fue una solución, sabíamos que era algo seguro, que todos los meses teníamos ese ingreso", destacó.
Hace cinco meses le propusieron encabezar el taller de Alfabetización y no lo dudó.

"Analizamos qué proyectos podíamos hacer, lo hablamos con Carlos hasta que pudimos tener el espacio y la gente. Son seis alumnos entre 28 a 54 años. Hay mucha vergüenza con no saber leer ni escribir, les costó mucho, desconocían qué iban encontrar, si iban a estar cómodos. Algunos no sabían reconocer entre letras y números y otros que no finalizaron la primaria", describió Valdez.

Las clases son de lunes a viernes de 8 a 12 en una de las salas de la Torre, que fue acondicionada con letras, números y una minibiblioteca con revistas y algunos libros que trajeron de la casa. Además, todos los días Mariana carga una mochila llena de material didáctico para que el aprender sea divertido y menos pesado.

"Empezamos con mandalas para aflojarles las manos, hay que tener mucha paciencia, vamos despacio y atiendo las inquietudes de cada uno. Es un trabajo de meses y hemos logrado cosas hermosas. La recompensa de un 'gracias' o 'aprendí a leer' vale más que cualquier título. Ver cómo crecen tiene un valor incalculable", recalcó.