Nicolás Razzetti
Periodista
Perspectivas para el negocio de ganados y carnes
El recambio presidencial de esta semana obliga a algunas reflexiones respecto de lo que se hizo en la gestión que recién termina. Hubo pasos que fueron muy significativos, aunque también básicos. El primero y fundamental fue la eliminación de las retenciones y de los permisos de exportación, también llamados ROES, con los cuales los funcionarios que manejaron la secretaría de Comercio Interior y la Aduana decían quién y cuándo podía exportar, lo que no hizo más que generar fuertes perjuicios y distorsiones.
Esa liberación del comercio que el sector tanto festejó en el arranque de la gestión de Mauricio Macri, es en realidad algo que debería ser la piedra fundamental del crecimiento económico, es la base del desarrollo capitalista. Son pocos los países que aplican retenciones a los productos que más exportan, son países subdesarrollados y que por políticas de ese estilo siguen en esa condición, pero no hay noticias aún respecto de los que impiden que se exporte, sobre todo cuando la economía requiere de dólares.
Esos funcionarios terminaron operando en favor de las grandes multinacionales del negocio agrícola y en contra de los productores, que son los que, con su inversión, ponen en marcha toda la cadena.
Sin dudas liberar la comercialización fue un paso delante de la gestión que se acaba de ir del gobierno, así como también se puede colocar en el haber la continua apertura de mercados, el crecimiento de las exportaciones, la intención de blanquear la cadena comercial vinculada al consumo interno y la apertura al diálogo que devino en la conformación de la Mesa de las Carnes.
En tanto, hay también muchas cuestiones en el debe. Claramente la macroeconomía jugó en contra, aunque también faltaron medidas y políticas que ayudaran al crecimiento productivo. También hubo promesas semicumplidas, como la liberación de las exportaciones de cueros, que recién se dio en los últimos días.
Eso que es historia, es lo que los actores del negocio ganadero esperan que no se repita en la gestión que está dando sus nuevos pasos y que genera sensaciones encontradas en el nuevo gobierno. Por un lado, están los que esperan que las políticas tiendan a normalizar ciertas variables económicas como la inflación y el valor del dólar (o del peso) y las tasas de interés que hicieron inviables el acceso al crédito y que desalentaron las inversiones productivas en los últimos años.
Por otro lado, están los menos optimistas, que temen el regreso de medidas que tanto daño causaron, aunque teniendo en cuenta las necesidades de dólares que tiene la economía local y los resultados que dieron aquellas políticas es poco probable que vuelvan a implementarse.
Al cierre de esta nota no estaban del todo claras las decisiones que se pondrían en marcha, aunque para muchos era muy probable el aumento de retenciones que, según algunos analistas, quitaría poder de compra a la industria. Aunque teniendo en cuenta la fuerte demanda China, que se supone seguirá vigente el año que viene, no tendrían gran impacto en el sector.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que se espera una reactivación del consumo doméstico y por la suba probable de las retenciones al maíz se daría una reducción en los costos del engorde a corral, que viene atravesando un momento más que complicado, con pérdidas que en esta primavera, según lo que indican los analistas, suman $1.800/2.000 por animal terminado.
La reactivación de la demanda interna no es un tema menor, allí se destina el 75/80% de lo que se produce y la depresión del consumo local fue tal estos años que al cierre de la gestión de Cambiemos los precios de la carne habían aumentado 55% en forma interanual, cuando la hacienda registra una mejora de 75/80%. Esta cifra supera a la inflación, aunque no alcanza para cubrir los costos, sobre todo del engorde, que se vio afectado por la dolarización del maíz y la fuerte suba de las tarifas de servicios públicos y de casi todos sus insumos.
El engorde necesita no tanto de una reducción del insumo clave, el maíz, lo que sucedería vía retenciones; sino más bien de una reactivación de la demanda local y en el sector muchos creen que esa será la tendencia con las políticas del nuevo gobierno. Pero antes se va a dar un salto de precios impulsado sobre todo por la falta de oferta, aunque la duda es sobre la magnitud de esa recomposición que los feedloteros esperan sirva al menos para cubrir los costos.
La pregunta es cuándo y si servirá para achicar la brecha con la invernada, que pegó un salto de por lo menos 15% en esta primavera, también consecuencia del faltante y de la actitud cautelosa de matarifes, frigoríficos y recriadores que buscaron refugio en la hacienda ante el cambio de gobierno.
Oferta, producción y precios
La oferta de ganado en noviembre siguió siendo alta y al cierre del año se espera una faena de 13,5/13,7 millones de animales, empatando al menos el volumen alcanzado en 2018. En cuanto a la composición de la faena, se observa una tendencia a la desaceleración de las vacas, cuyo crecimiento interanual es de 2%; pero más presencia de vaquillonas y también de novillos por el efecto de la inclusión de la recría en los planteos ganaderos.
Esa alta oferta permite una también alta producción de carne vacuna, que en los últimos meses alcanzó las 280/290 mil toneladas de res con hueso y al cierre del año se superarán claramente las 3 millones de toneladas, de las cuales el 26/27% habrán terminado en la exportación especialmente con destino a China.
Ese nivel de producción es el que hubo en 2005, cuando las exportaciones también traccionaron fuerte y antes de que comenzara en nefasto período de intervención en el negocio cárnico de la gestión kirchnerista.
Esa alta oferta podría dar lugar a un momento de escasez en el verano debido a los bajos niveles de encierre en los corrales, que dicen tener 20/25% menos que en la misma época de los años previos. Y también por la tendencia a la menor presencia de vacas en la faena, aunque habrá que monitorear la oferta de machos recriados que podría compensar el faltante de ganado de corral.
Al respecto, el analista Ignacio Iriarte explicó que “si bien la producción de carne per cápita ha retrocedido, el período de aguda escasez 2010-2016, cuando la faena se ubicó en los 2,4-2,6 millones de toneladas, parece haber quedado atrás. Hoy no está a la vista una escasez de carne similar a la que se dio en el año 2011, cuando los precios del novillo —sin el concurso de la exportación— llegaron a tocar los $115 por kilo, y el ternero de invernada llegó a los $144 por kilo, en ambos casos a plata de hoy. No parece entonces posible, por ahora, salvo algún problema climático imprevisto, una situación de extrema escasez de carne que fuerce subas de precios significativas en términos reales”.
Iriarte agregó que “el equilibrio actual, con precios para la hacienda algo por debajo del promedio histórico, podría quebrarse o por una importante mejora en el poder de compra de los consumidores locales, o por un aumento adicional de la demanda china a partir de la habilitación de un número significativo de nuevas plantas para exportar a ese mercado”.
Una medida tardía con los cueros
Esta semana, mediante el decreto 847 y en uno de sus últimos actos de gobierno, el expresidente Mauricio Macri decidió liberar para la exportación un cupo de 2 millones de cueros sin curtir que no pagarán retenciones (ver páginas 22 y 23). La medida fue largamente pedida por el sector y durante las reuniones con la Mesa de las Carnes la prometió en varias oportunidades. En realidad, el reclamo no era ese sino que se dejara de aplicar una fórmula diseñada décadas atrás mediante la cual las retenciones se comenzaron a aplicar sobre el precio de Chicago y ese valor resultante se descontó siempre sobre el precio local, que es muy inferior. Así, las retenciones tuvieron siempre un impacto mayor e impidieron la exportación de cueros sin curtir, quedando los frigoríficos presos de las curtiembres que “cazaron en el zoológico durante décadas”.
No es más que otro ejemplo de cómo las políticas proteccionistas en este país implican el traspaso de recursos de un sector a otro, que finalmente no se moderniza ni se vuelve más eficiente. Por eso, líneas arriba decíamos que fue una promesa semicumplida.
Los primeros perjudicados por tamaña medida de protección al sector curtidor fueron los frigoríficos, que vieron recortados sus ingresos por lo que fuera el primer subproducto. Pero también el resto de la cadena, porque con ese ingreso se podía pagar mejor la hacienda o amortiguar subas en la carne cuando se encarecía el precio del ganado para faena.
La medida que en el cierre de su gestión tomó Macri no fue más que una promesa que llegó tarde, que se espera que el próximo gobierno no revierta y que, en definitiva, le permite a la industria curtidora seguir comprando al precio que le plazca los otros 11 millones de cueros que son más que suficientes para una actividad que tiene sobreoferta de materia prima y que enfrenta la caída del valor de este producto por la menor demanda del sector automotriz. El cupo de dos millones de unidades, de acuerdo a lo que reza la resolución que lo pone en marcha, determina que el 94% será asignado al sector vacuno, el 5% al sector ovino y el 1% al equino.


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