El "Gringo" Frola, un pionero de la publicidad callejera en San Luis
Por 35 años recorrió las calles de la ciudad en moto y auto, para difundir las ofertas de los negocios puntanos.
La rutina de Aldo Alberto “Gringo” Frola era intensa. Por la mañana se metía a la cabina de grabación que se había armado en su casa, grababa las publicidades agendadas en un cassette y recorría por 8 o 9 horas el centro de la capital y barrios a pedido. Con parlantes instalados, primero en una moto, luego en un auto y después en una flota de cuatro vehículos con su familia detrás del volante, por más de 35 años trabajó con publicidad en la calle, un oficio hoy casi extinto.
Aldo hoy tiene 74 años y vive en el barrio Santa Rosa, al oeste de la ciudad. El lote que compró con el dinero de las publicidades tiene un patio, un almacén con el que siempre soñó y su vivienda. Al fondo, un antiguo quincho que fue consumido por las llamas recientemente albergaba más de 20 bocinas. Solo se salvaron dos, que no estaban guardadas. De aluminio y grises en el borde externo se ven letras descascaradas rojas con las palabras “Escorpio Publicidad”, en honor al signo del horóscopo del que es Aldo.
Todo comenzó para él a los 16 años en la década del '60, acompañando el trabajo de Antonio Villegas. “Después empecé a trabajar por mi cuenta, en una moto, haciendo publicidad con un socio, Aníbal Domínguez, que era locutor de Los Playeros”, contó a El Diario de la República con lujo de detalles, sentado en su almacén, que atiende cotidianamente.
Aldo se las arreglaba para adaptar sus vehículos. Con la primera moto que utilizó, cargó una batería adicional en la parte trasera y adelante colocó un compartimiento para encastrar una grabadora. A paso de hombre recorría con su vehículo de dos ruedas y dejaba en su camino las publicidades. “San Luis era pequeña en ese tiempo. No existían todos los barrios que existen ahora, era el centro y la zona del Pueblo Nuevo”, detalló. Al principio aún no conseguía grabadores y lo hacía a pulmón, con un micrófono y tocadiscos.
El trabajo con las baterías era constante. Siempre debía cargar una adicional para darle energía a los parlantes. “A la noche había que cargarlas, al otro día las volvía a poner. Vivía con la ropa quemada con ácido. No eran las baterías que vienen ahora, que son blindadas. Estas eran baterías comunes que se volcaban cuando uno las levantaba”, recordó.
De a poco fue tomando cada vez más trabajo y se quedó solo, ya que su locutor dejó la actividad. Logró comprar un auto en 1967. Pero no solo hacía las grabaciones. También visitaba a los clientes y cobraba por sus trabajos. En Ribeiro compró su primer grabador a cassette y su tarea se agilizó. “Compraba y vendía, cuando un cachivache no daba más lo vendía y compraba otro. Llegué a hacer propaganda en una Coupe Torino y tuve un Re-nault 12 y un Rastrojero”, enumeró. Después pasó a trabajar con los pasacassettes de los autos, enviando la señal a los amplificadores.
El Gringo admite que nunca cuidó su voz. Simplemente se levantaba temprano, grababa las publicidades y después hacía de 8 a 9 horas diarias en verano y un poco menos en invierno. El aire acondicionado llegó tarde a sus vehículos. Más de una vez se bajaba y pedía a un vecino que lo mojara con la manguera y seguía adelante.
Tiendas como Casa Rosa —ahora Balbi—, Hidalgo Solá, La Capital, Galver, agencias de lotería como El Toro y El Barquito eran las que más promocionaba; también bailes y espectáculos que llegaban a la ciudad. “Había tanto laburo que trabajábamos mi mujer y mis hijos. Faltaban las horas del día. Hasta hacíamos reparto de volantes para las tiendas grandes”, dijo con una sonrisa.
No solo su oficio se desdibujó, también lugares y tareas adicionales que realizaba. Aún recuerda cómo el polvo de las motos lo cubría cuando relataba las carreras del Moto Parque Cruz de Piedra y en el autódromo del Automóvil Club Argentino, para los que también hacía la publicidad. Ambos lugares ya no existen. También se acuerda de cómo colaboró con las fiestas patronales y la cartelería de Villa de la Quebrada, en la gestión de Rosa Woronko. Trabajó un tiempo en la Municipalidad en el área de electricidad, lo que le dio el conocimiento para adaptar sus vehículos. Tenía, a su vez, un antecedente en la locución de espectáculos, boxeo, básquet y la feria San Luis Industrial.
El principio del fin para su tarea tuvo dos siglas: FM. “Antes existía una sola radio, la LV 13. Después desapareció, pasó a ser Radio Nacional y no hacía publicidad, entonces todos se volcaban a la callejera. Cuando comenzaron a aparecer las FM, se terminó”, admitió. Las radios tenían estrategias comerciales más agresivas que las de él: mandaban vendedores a la calle y contaban con planes de pago a 90 días. La competencia se hizo imbatible.
Aldo no recuerda la fecha exacta, pero más o menos hace 35 años, hizo su último trabajo en colaboración con Radio Popular, para promocionar el autódromo Rosendo Hernández. Sin una buena relación comercial con la emisora, el Gringo dejó el negocio y se puso su almacén.
“Ahora si lo tengo que hacer no sé si voy a poder. Los años le quitan la fuerza a uno y está el pucho. Pero a lo mejor si tengo que salir a hacer una propaganda la hago, eso no se olvida nunca. Un trabajo no se olvida nunca”, dijo con sus ojos claros, brillosos. “Yo fui el pionero de la publicidad callejera”, concluyó.


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