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Fanáticos de Breaking Bad, mejor llamen a Saul

A la espera de una quinta temporada y cerca del final, la precuela sobre el abogado más excéntrico del mundo del narcotráfico está en su apogeo. Aclamada por la crítica y muy bien recibida por los fans, ¿es mejor que su predecesora?

Por Juan Luna
| 18 de febrero de 2019

Todo el mundo lo dice y probablemente con razón: las comparaciones son odiosas. Pero no por eso dejan de ser útiles. El hecho de que Lionel Messi haya sido medido constantemente en su carrera futbolística con Diego Maradona, hasta hace unos años considerado indiscutidamente el mejor jugador de la historia, habla del lugar que el rosarino también se ganó entre las leyendas de ese deporte. En el mundo de las ficciones audiovisuales sucede más o menos lo mismo. Por eso, que Better Call Saul sea evaluada a la luz de su predecesora Breaking Bad, que está consagrada en los altares de las mejores series de todos los tiempos, es una muestra de que la precuela no decepcionó ni a los fans ni a la crítica.

 

Es más, el mérito es aún mayor si se considera que se trata de un spin off. Sobran los ejemplos de grandes fracasos cuando se intentó exprimirle el jugo a tiras exitosas con segundas partes o historias centradas en algunos de sus personajes. Uno de los casos más icónicos es el de la frustrada ficción que protagonizó Joey Tribbiani en 2004, en un intento desesperado de estirar lo que era una inevitable despedida de Friends.

 

Por eso, cuando en 2015 la compañía AMC anunció que le daría continuidad al universo de Breaking Bad y emitiría una precuela sobre Saul Goodman, uno de sus personajes más queridos, las sombras y las dudas aparecieron de inmediato. Porque tampoco la figura de Goodman, el abogado excéntrico y corrupto de Walter White y Jesse Pinkman, no garantizaba tener suficiente tela para cortar durante una serie completa dedicada a su nombre. El riesgo de una narrativa que explotara los pasos de comedia del letrado, también estaba latente.

 

Aun así, el 8 de febrero de 2015 la televisora transmitió el primer episodio, esta vez aliada con la poderosa Netflix que les posibilitaba a los usuarios de la plataforma disponer de cada episodio por streaming un día después de su estreno en la pantalla chica.

 

Ya con su cuarta temporada finalizada y con una quinta confirmada, que algunos avizoran que podría ser la última, Better Call Saul ha dado muestras suficientes de su calidad, ha sabido desprenderse de Breaking Bad como para funcionar por sí misma, pero al mismo tiempo se ha mantenido lo suficientemente cerca para entusiasmar a los fanáticos con cada conexión con la historia original.

 

Un drama familiar

 

Escrita y dirigida nuevamente por Vince Gilligan, aunque esta vez en dupla con Peter Gould, la historia se ubica en el Nuevo México de 2002, varios años antes de que Walter White fuera diagnosticado con cáncer de pulmón y decidiera comenzar a producir y traficar metanfetamina. La serie nos muestra el devenir de James McGill (interpretado de manera exquisita por Bob Odenkirk) antes de cambiar su nombre, comprarse coloridos y llamativos trajes, hacer delirantes publicidades, y convertirse definitivamente en Saul Goodman, un abogado sin escrúpulos a la hora de defender delincuentes y hacer cualquier cosa para torcer el brazo de la ley a su favor.

 

Pero lejos de girar alrededor del mundillo jurídico, la trama explora la tirante y difícil relación entre Jimmy y su hermano Charles (Michael McKean), un prestigioso abogado que representa la antítesis moral del protagonista. En este drama familiar que los enfrenta una y otra vez, “Chuk” es el espejo en el que Jimmy se mira para triunfar en su profesión y ser una persona “de bien”, pese a sus naturales inclinaciones al desastre.

 

Sobre ese tenso hilo que los une y los separa se mueve Kim Wexler (Rhea Seehorn), el interés amoroso de James que también encarna todos aquellos valores de los que carece Saul Goodman: dedicación, profesionalismo, una ética intachable.

 

Pero en los guiones de Gilligan y Gould, ningún personaje es inmutable. Por eso, ni el protagonista, ni su hermano, ni su novia, ni el resto de los hombres y mujeres que lo rodean, están exentos de transformaciones ni de que una sombra se pose sobre la luz de su moral.

 

Uno de los grandes aciertos de los realizadores, fue incluir en una subtrama a otro de los personajes entrañables de Breaking Bad: el gran Mike Ehrmantraut (Jonthan Banks), la mano derecha de Gustavo Fring. Así, la narrativa también explora su pasado, sus oscuridades y su ingreso al mundo del narcotráfico y durante las cuatro primeras temporadas fue también la conexión más fuerte con la serie original y quien hizo los contactos para McGill termine por atravesar los umbrales del crimen.

 


 

 

De ritmos y profundidades

 

Si bien una es hija de la otra, las dos series son bien diferentes. Sus creadores supieron mantener el tono, la estética, la misma dedicación en la fotografía y algunos aclamados juegos de cámara, pero también es cierto que modificaron sustancialmente el ritmo de la narrativa.

 

Es necesario comprender, entonces, que el universo que atraviesa a los personajes centrales de cada historia es distinto, y eso hace que las acciones que suceden también lo sean. Así, que un profesor de química busque ganarse un lugar en el mundo del narcotráfico, da lugar a una serie de consecuencias que mantienen en vilo al espectador y con la boca abierta la mayor del tiempo.

 

En cambio, sucesos como que tener que matar a un “dealer”, enfrentarse al jefe del cartel o tener que desintegrar un cadáver, no tienen lugar en el universo de Better Call Saul, al menos no en sus primeras temporadas, donde la acción es mucho más interna.

 

Porque es cierto que Jiimmy se mete en problemas y hace sus “travesuras” para triunfar en el mundo del derecho, o que Mike tiene sus encontronazos con algunos criminales. Pero el drama principal es el que sucede por dentro de los personajes, cómo construyen y destruyen una y otra vez sus relaciones, sus lazos de confianza, sus expectativas.      

 

Eso la vuelve, indefectiblemente, una ficción mucho más “lenta” que su serie madre, y es necesario transitar más capítulos para engancharse con la historia, a diferencia de Breaking Bad que atrapa desde su primer plano de un pantalón volando por el aire y la secuencia de Walter White escapando por el desierto con tres cuerpos en una camioneta. Pero de ese supuesto defecto, Better Call Saul también saca a relucir sus mayores virtudes. Porque se permite el lujo de explorar a fondo la psicología de cada personaje, acompañado por brillantes actuaciones en casi todo su elenco, de echar una mirada a sus pasados, repasar sus contradicciones, mostrar sus gestos mínimos y poner en cámara sus silencios.

 

Si Breaking Bad había acaparado la atención del público por convertir al protagonista en villano y mostrar la transformación de Walter White en Heissenberg, en Better Call Saul cuesta descifrar cuál es el momento exacto en el que Jimmy McGill se convierte en Saul Goodman, porque su alter ego convive con él todo el tiempo y lucha por salir a flote, tanto en los momentos en que era un niño que le robaba los vueltos de la despensa de sus padres, como cuando se le presenta la oportunidad de ser socio de un bufete de gran prestigio.

 

A nivel estético, la ficción explota al máximo los recursos que habían llamado la atención en la primera serie. Los planos detalles, las simbologías de colores y objetos, y una banda sonora siempre oportuna, cuentan tanto como los diálogos y muestran cómo el mundo del abogado protagonista se desmorona frente a nuestros ojos.
 

 

Una serie con vida propia

Desde la primera temporada, los realizadores de Better Call Saul supieron que para que la precuela tuviera éxito, deberían darle total independencia. Era nuevamente una jugada arriesgada ante la tentación de repetir las fórmulas que habían dado buenos resultados en la primera serie.

 

Pero la decisión fue acertada, a tal punto que el spin off tiene vida propia y la historia de Jimmy funciona por sí misma. De modo que un espectador que no haya visto Breaking Bad, podría comprenderla y disfrutarla sin problemas.

 

Sin embargo, son los mínimos guiños a la tira de la metanfetamina azul los que hacen también más exquisita la narrativa, aunque las conexiones aparezcan a cuentagotas y a veces sólo se dejen apreciar por los paladares más exigentes.

 

Cada vez que un personaje de Breaking Bad aparece en la pantalla de la nueva serie, por más secundario que haya sido su papel, la expectativa aumenta y las miradas al pasado contribuyen a completar y enriquecer aún más un rompecabezas que ya era atractivo y complejo.

 

¿Sería entonces Better Call Saul tan buena si no existiera la serie original? Probablemente no. Porque la firmeza de su estructura también se explica porque está construida sobre cimientos lo suficientemente sólidos, los de una de las ficciones más importantes de toda la historia de la producción audiovisual.

 

Pero el hecho de que cada vez más foros, fanáticos y críticos, se pregunten si Better Call Saul es mejor, es un síntoma innegable de que va por muy buen camino. Aun cuando sea imposible dar un veredicto único sobre dos ficciones de historias, ritmos y contextos distintos, del mismo modo que es difícil dictaminar si Messi es superior a Maradona o no.

 

Cuando ya se cumplieron diez años de la transmisión del primer episodio de Breaking Bad, mientras corren los rumores de una nueva película que protagonizarían Walter White y Jesse Pinkman, y a la espera de la quinta temporada de Better Call Saul, el universo que creó Vince Gilligan sigue creciendo y agigantando su leyenda.

 

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