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Una artesana transforma muñecos en bebés "reales"

Asegura que es la única en la provincia que se dedica al Arte Reborn, una disciplina que llama la atención por el realismo de sus piezas, que son coleccionables y se usan con fines terapéuticos.

Por redacción
| 24 de febrero de 2019
No fue magia. La mujer de 52 años le dedica hasta un mes de trabajo a cada muñeco, con tantos detalles que luego parecen humanos. Fotos: Chiche Herrera.

Nancy Stemmelin combina las habilidades de Geppetto, el creador de Pinocho, y la magia del hada azul, que convirtió la madera en un niño de carne y hueso. Porque a través de muchas manos de pintura y una paciencia interminable, la artesana logra darle vida a los muñecos que ella misma confecciona, a tal punto que parecen bebés reales.

 

Lejos de ser un cuento infantil, la de la mujer villamercedina es la historia de una dedicación apasionada al Arte Reborn, una asombrosa disciplina que nació en Europa durante la Segunda Guerra Mundial y que tiene muy pocos referentes en la Argentina. De hecho, ella asegura que es la única en la provincia que se especializa en esta técnica.

 

"Comencé hace más de diez años a hacer duendes de porcelana fría, porque me propuse hacer algunas figuras para decorar en el cumpleaños de mi hijo. Nunca fui a aprender a ningún lugar, ni nadie me enseñó nada. Es algo que me salió de adentro. Tomé el material y hasta el día de hoy no paré", recordó con una sonrisa.

 

Hace unos seis años, sin embargo, descubrió el Reborn en una página de internet y quedó fascinada con esa técnica. "Me interesó muchísimo porque me encantan los bebés. Pero en esa época era imposible conseguir la materia prima. Solo los miraba y se me caían las lágrimas por no poder hacerlo", contó.

 

Por eso, al principio se conformó con practicar con muñecas de plástico. Pero luego indagó y consultó con artistas de otras partes del mundo hasta que finalmente consiguió establecer un contacto para importar las piezas de vinilo desde Estados Unidos. Son kits muy costosos, que incluyen cabezas, piernas y brazos de un material que es flexible y adquiere mejor las tinturas que le aplican.

 

Cada ejemplar le demanda por lo menos unas quince manos de pintura, cada una con un tiempo de horneado. Para formar la cabellera utiliza una fibra muy fina llamada mohair, la lana de oveja tibetana, e incluso cortes de cabello humano. "Hay que injertar pelo por pelo con unas agujas especiales y después encolar todo, para que se pueda peinar y no se desarme", explicó. El trabajo se completa con una última capa de barniz, un relleno de pequeñas mostacillas por todo el cuerpo para darle el peso similar al de un niño real, y la colocación de ropa de bebé y otros elementos como chupetes, lazos, y mantitas. Así, para finalizar un muñeco, Nancy puede llegar a necesitar hasta un mes de dedicación.

 

Es por eso que aclara que sus productos no son juguetes, sino piezas de arte y de colección, y no recomienda dárselas a los niños. "No es lo ideal porque los pueden llegar a romper y son muy costosos. A menos que se les enseñe a cuidarlos mucho", dijo.

 

Al mismo tiempo, en otras partes del mundo son utilizados con fines terapéuticos. "Se utilizan mucho en los geriátricos. Se los dan a gente con Alzheimer, con demencia o con algún tipo de trastorno, y ha dado muchos resultados porque los apacigua. Vos alzás un muñeco de estos y sentís una ternura especial, algo que te levanta la autoestima", aseguró.

 

Sin embargo, la artesana advirtió que no deben ser confundidos con personas: "Vos te podés encariñar con la muñeca, pero no reemplaza a nadie, a ninguna criatura, ni sirve para una mamá que perdió un bebé".

 

Stemmelin confecciona sus creaciones en su casa del barrio Altos del Oeste y desde ahí los comercializa a través de su página de Facebook y con la ayuda de Mercado Libre. Ha vendido sus ejemplares a Córdoba y Buenos Aires, y a otros países como México y Estados Unidos.

 

Los precios que los clientes pagan por ellos son altos, aunque también lo son los costos para producirlos. Nancy reveló que por lo general los cotiza entre $9.000 y $10.000, pero que sus ganancias "son mínimas" si descuenta lo que invirtió en importar las piezas y la energía que consumió al hornearlas. Sabe que hay otros artistas que llegan a ofrecer sus creaciones por $60.000.

 

"Mi mayor deseo es continuar con este oficio, aprender cada vez más, evolucionar y probar con otras técnicas y otros materiales, como la silicona. Desde que empecé con esto, también me ha servido mucho para abrir mi mente y mi espíritu", reflexionó.

 

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