Nancy Stemmelin, una artista que da vida a los muñecos

¿Por qué la gente compra y colecciona muñecos realistas de bebés? Una de las respuestas que da Nancy Stemmelin, artista Reborn, es que lo hacen para sentirse acompañados. La ternura de un recién nacido, la sonrisa de un niño al que le salieron sus primeros dientes o sentir esas manitos pequeñas pueden derretir al corazón más solitario, y esa es la misión de la mujer, que intenta dar un poco de vida a cosas inanimadas.

Con la paciencia de un monje, la artista pinta las piezas de vinilo que recibe de una fábrica extranjera. Les da cerca de 20 capas finas de color, con tiempo de secado y calor entre una y otra. Esa tarea le lleva unos 15 días, luego viene el bordado artesanal pelo por pelo y la colocación de los ojos.

El toque final para que sus bebés cobren vida, como cuando Victor Frankenstein dio la descarga eléctrica para crear al famoso personaje que llevaba su apellido, es el amor que Nancy le pone a todos ellos, a quienes cuida y trata con la delicadeza de una madre. Los dos ingredientes restantes son la pasión y el respeto.

“Uno observa un muñeco de esos y se enternece. Además, ver un bebé es algo increíble, es imposible no decir: ‘qué cosa más bonita’'', detalló la villamercedina de 54 años que vende la mayoría de sus obras, pero también tiene una colección propia con aquellas que formó un vínculo especial.

Algunos de sus muñecos son comprados por niñas y adolescentes; otros por coleccionistas. También están quienes los utilizan como terapia y compañía, según explicó la madre nodriza. “Los usan en los geriátricos para los abuelos que están un poco tristes o que están con alguna depresión. Se los regalan para levantar su autoestima”, ejemplificó.

Su pasión por los recién nacidos no se limita solamente a los muñecos casi realistas del arte Reborn, también hace “Ooaks” —abreviatura de "único en su clase"—. Se trata de representaciones en miniatura hechas en porcelana que, literalmente, son como buscar una aguja en un pajar. Algunas de sus creaciones entran en el caparazón de una nuez y pueden llegar a medir hasta tres o cuatro centímetros como mínimo y veinte de máximo.

Pero no todo es real. También hace criaturas mitológicas, una tarea que empezó hace 20 años. “Hago duendes y sus versiones bebés. Creo en ellos y tengo muchas historias de mis compradores que me han contado de las buenas obras que hacen”, relató Stemmelin, quien asegura que esto sucede por la forma en que ejecuta sus piezas. “Les doy vida a través de mis manos y de mi creación”, complementó la artesana metafóricamente, aunque muchos de sus clientes están convencidos de que lo hace también de manera literal.